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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Lisbeth Mora: “Sólo armadas con la palabra son capaces de acercarse a los asesinos de sus hijos para llegar a una solución”

Ana Gómez
Artículo de Entreculturas

A su paso por Entreculturas, Lisbeth Mora, responsable del Centro Gumilla (Venezuela), nos habla de la esperanza que le queda a un país enredado en la violencia. Mujeres asociadas con sus enemigos para vencer el rencor y acabar así con el círculo de muertes de estas “madres de sus nietos”.

Lisbeth MoraLisbeth Mora trabaja en la Fundación Gumilla, el centro de investigaciones y acción social de los jesuitas en Venezuela y socio local de Entreculturas. Fundado en los 60 por el padre Arrupe, tiene tres líneas de actuación que intentan alimentarse entre ellas: formación (tanto para la participación ciudadana como para la formación de líderes comunitarios); investigación y análisis sobre la situación en el país y sobre América Latina; y comunicación, mediante las revistas Sic y Comunicación.

Pregunta.- ¿Cómo es la situación de un país en el que la violencia es uno de los principales problemas?

Respuesta.- La sociedad venezolana se ha caracterizado por ser una sociedad que camina a pasos agigantados y cada vez más rápido hacia la violencia. Es una violencia que penetra todos los sectores de la sociedad, todos los espacios de la vida de la gente, desde lo más cotidiano hasta la misma estructura del Estado. Es una violencia que se ha ido apoderando de nosotros y lo más grave es que se nos ha ido haciendo familiar. De tanto ver la violencia y convivir con ella hemos ido de alguna forma incorporándola a nuestras vidas para poder sobrevivir. Más que de violencia, se trata de agresividad y de elementos que nos sirvan para defendernos.

P.- ¿Por qué esa violencia afecta especialmente a los más jóvenes?

R.- Desde pequeño el niño vive la violencia en su casa, en una familia que muchas veces no tiene los elementos para educar a sus hijos si no es la fuerza, el maltrato o la represión. Hay muchos jóvenes, niños que son padres y madres de familias. Una niña de 14 o 15 años con un hijo, ¿qué elementos tiene para poderlo educar, orientar de una forma adecuada?

Asumir responsabilidades de adultos a una edad tan pequeña comienza a generar síntomas de violencia en la familia. Tiene de alguna forma que imponerse la autoridad. Es más frecuente cuando son niñas solas criando a sus hijos, niñas que no tienen un espacio propio, que viven con sus familias y su hijo. Todo el entorno que la rodea no favorece una vida distinta. Son niños que no pueden salir a la calle por la inseguridad, porque no sabes en qué momento se va a armar un tiroteo en el parque, en la cancha, en la calle. Son niños que van creciendo con muchas limitaciones.

En todos los espacios en que estos niños actúan lo que hacen es reproducir la violencia que viven porque es lo único que conocen. Ellos no están haciendo nada extraordinario, eso es su vida cotidiana. Lo que llama la atención es que un niño no demuestre agresividad o violencia. Eso es lo extraordinario.

Los adultos que están a su alrededor y que tienen el deber de orientarlos no están preparados para ello, muchas veces, su vida familiar y personal está también signada por la violencia. Es como una epidemia que nos ha ido consumiendo muchas veces sin darnos cuenta porque esto no es nuevo en Venezuela. Una sociedad no se convierte en violenta de un día para otro, es como una enfermedad interna que va matando.

IMPUNIDAD

P.- ¿Por qué la escuela ha dejado de ser un lugar seguro?

R.- Antes había algunos espacios en la sociedad que se respetaban: la iglesia, la escuela, una cancha. Pero ahora ya no hay ningún espacio que se respete.

No hay medidas de protección ni los mismos maestros están preparados para manejar la situación. Son muy pocas las experiencias de maestros y de escuelas que tienen alguna iniciativa de convivencia en el aula, de jueces de paz en la escuela.

La violencia afecta al rendimiento escolar de los niños, en ocasiones porque el niño no puede ir a la escuela, pero también porque nadie quiere ir a trabajar a ese centro. Hay médicos que no pueden ir a trabajar a su hospital. Ha habido casos en que entran a los hospitales en emergencias y atracan a los médicos.

El entorno inmediato de los niños, aparte de la escuela, es la comunidad, un entorno muy violento por muchas causas: el desempleo, la misma impunidad es la principal causa de la violencia, un estímulo para ella. El 92% de delitos en Venezuela quedan sin castigo, desde un delito leve hasta un homicidio. El sistema de seguridad en Venezuela es muy deficiente. Los mismos cuerpos de seguridad forman parte activa de bandas de delincuencia, lo que hace más complejo el tema, porque no se sabe por dónde empezar: por el sistema de justicia tan corrupto o por el malandro que está en el barrio. A esto hay que añadir una falta de voluntad del Estado para enfrentar este problema y las características propias de cada lugar. Por ejemplo, las ciudades fronterizas, a las que se les une el conflicto colombiano, donde los grupos irregulares van y vienen como por tierra de nadie.

P.- ¿Qué iniciativas estáis llevando a cabo para hacer frente a este problema?

R.- En la zona de frontera tenemos la Red de Paz sin Fronteras en la que participan una serie de organizaciones en la frontera colombo-venezolana del lado del Alto Apuro (Arauca), donde tenemos instituciones educativas y de la iglesia que están intentando comprender, estudiar las particularidades de las violencias existentes en la zona. Dependiendo de sus características, la idea es empezar con la formación y el acompañamiento e intervenir en las escuelas, con las familias y en la medida de lo posible con las instituciones públicas.

En las escuelas existen experiencias concretas de paz en el aula donde se van creando métodos de resolución pacífica de los conflictos con los niños y luego con la escuela. Son experiencias concretas donde hay que trabajar a nivel de niños, a nivel de padres y a nivel de docentes. Hay que atender a todos estos grupos poblacionales porque, si se trabaja con un solo grupo, el niño entra en una especie de contradicción. ¿Cómo puede desarrollarse una persona con dos realidades tan distintas?

Una de las experiencias concretas que tenemos es, por ejemplo, la del barrio Catuche, con un grupo de mujeres que han perdido a sus hijos fruto de la violencia, por enfrentamientos de banda entre ellos. Esas mujeres han visto morir a sus hijos y son madres de sus nietos ahora. Y dicen: “Me arrancaron a mis hijos, no me pueden arrancar a mis nietos, yo tengo que hacer algo”. Y ven que sólo armadas con la palabra y con la convicción son capaces de ir al sector de al lado con sus enemigos, porque son los asesinos de sus hijos, para llegar a una solución. Porque saben que más allá de la palabra no tienen otra arma, la idea es cómo lograr espacios mínimos de respeto que les permitan vivir allí. No tienen dónde ir. Tenemos en esta situación 18 mujeres de dos sectores distintos del barrio. Es un tema muy complicado el de la violencia juvenil en el barrio, cada vez son más jóvenes y eso es extremadamente doloroso porque un niño, en lugar de ir a la escuela, en vez de estar en una cancha, está con un arma que puede manejar perfectamente un militar. Cada vez se reduce la edad de los delincuentes en Venezuela porque los mayores ya han ido muriendo fruto de la misma violencia.

En el barrio, lamentablemente, es muy importante ser reconocido, ser alguien, y el camino de la violencia es una forma de ser respetado. Estos grupos de convivencia en Catuche tratan de identificar actividades que puedan hacer juntas en épocas especiales, en Navidad, en Carnaval, cualquier fecha significa es un motivo para estimular el encuentro, la cooperación. También tratan de crear espacios dentro y fuera del barrio donde puedan convivir, hacen planes vacacionales, de refuerzo escolar, cursos de computación, encontrarse entre ellas y hablar de sus problemas, tener la oportunidad de hablar con psicólogos, sociólogos, trabajadores sociales que muchas veces lo único que hacen es escucharlas, pero eso para ellas ya es una ayuda porque tienen que convivir con su dolor, con su resentimiento y sus preguntas.

“Me arrancaron a mis hijos, no me
van a arrancar a mis nietos,
yo tengo que hacer algo”

A las siete u ocho de la tarde, cuando en Madrid la gente empieza a salir a la calle, en Venezuela salen huyendo hacia sus casas para encontrar un lugar seguro. Hasta hace unos años eso era una característica de Caracas, donde cada fin de semana hay 50 muertos, pero ahora es de las grandes ciudades en el país. “¿Qué es esto, una sociedad que camina hacia la muerte? ¿Y nos vamos a quedar aquí mirando?”

EL DURO TRABAJO

La Red de Acción Social es una red de redes en la que trabajan cerca de 20 organizaciones, entre ellas el Centro Gumilla junto con Fe y Alegría, y que empezó hace tres años en los Andes, Sulia, Lara, Guayana, Ciudad Bolívar, Caracas y en la zona de fronteras (donde trabaja la Red de paz Sin Fronteras).
Este año comenzaron con una propuesta bajo el lema “Hablando se entiende la gente” para investigar las causas de la violencia en la escuela y comenzar con propuestas que contribuyan a superar este problema. También desarrollan programas de formación, campañas comunicacionales y hacen propuestas e incidencias públicas que permitan diseñar nuevas políticas, disminuir el número de armas en las calles. Hay más de seis millones de armas rodando por las calles de Venezuela.

“Apostamos por la vida”, asegura Lisbeth, “porque en Venezuela hay futuro y lo que queremos es poner nuestras armas, que son la palabra, la educación, la convivencia, el espacio abierto al compartir, al pensar, al trabajar juntos. Primero empezamos por darnos a conocer como una serie de instituciones que quieren fomentar la convivencia pacífica en Venezuela y después ya iremos diseñando nuevas estrategias de incidencia. De momento hemos recibido buena acogida, pero lo que queremos es que las organizaciones se apunten, que vean que es posible que los jóvenes tengan espacios distintos. No nos resignamos a seguir enterrando a los niños y a los jóvenes antes de tiempo. Si no lo asume el Estado, lo vamos a asumir nosotros. Ya el Estado tendrá que tomar sus medidas porque él mismo se verá perjudicado.

P.- ¿Se trata de un discurso silenciado por los medios de comunicación?

R.- Actualmente los medios de comunicación lo que hacen es contar la noticia, pero no hay ningún tipo de análisis o reflexión, o presentación de valores que contribuyan a educar para la superación del problema. En este sentido están interesados en participar, en trasmitir, en regionalizar los mensajes. Porque en Venezuela los medios tienen mucha penetración en la sociedad, por lo que es muy importante conseguir su apoyo y cooperación. Nosotros queremos conservar la política de los mensajes. La cooperación de ellos queremos que sea en la trasmisión de los mensajes.

P.- ¿Cuál es el balance de lo conseguido hasta ahora?

R.- En los últimos años hemos formado cerca de 2.500 personas. Quienes han pasado por los procesos formativos reconocen el beneficio personal de la formación, en el sentido de fortalecer, aportarles herramientas que les ayudan a manejar con más facilidad y fluidez algunos aspectos de su vida personal, laboral, comunitario; la importancia de la participación y organización para la resolución de problemas de forma pacífica. También reconocen el fortalecimiento de la organización comunitaria. La gente comienza a ver que de la puerta de su casa para afuera hay más vida, y que es necesario salir. Y le importa el vecino, el agua, la cancha, el hijo del vecino, se salen de su mundo particular para ver algo distinto.

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