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¿Qué ocurre en Bolivia?

Hildebrand Breuer

BoliviaMuchos solemos pensar que ante fenómenos y acontecimientos sociales, optar por una sola tesis, e incluso aceptar solamente la existencia de dos que se oponen, es una actitud demasiado cercana al sesgo, lo que trataremos de evitar en esta nota, aunque no prometamos el éxito en ello.

La primera verdad irrefutable que salta a la vista, es que en estos momentos la gobernabilidad está siendo duramente evaluada en Bolivia. ¿Por qué lo pensamos? Poruqe ante toda situación de inestabilidad dentro de un Estado soberano, tienen los gobiernos la responsabilidad y el derecho de accionar los mecanismos necesarios para lograr la normalización interna, respetando siempre como es obvio, los Derechos Humanos y el Estado de Derecho. Todo esto es teoría, consagrada en infinidad de instrumentos internacionales. Ahora bien, los mismos instrumentos que conceden a los Estados estas prerrogativas, limitan la actuación de las organizaciones internacionales atendiendo a un principio igualmente consagrado y casualmente muy enunciado en Bolivia en los últimos años: el principio de la autodeterminación de los pueblos.

¿Qué tenemos entonces? Una situación de emergencia, en la que el Presidente Morales solicita de la OEA una intervención que ésta no puede llevar a cabo. La OEA ha hecho lo suyo, pero sólo lo que puede hacer. La resolución 935 del 3 de mayo del Consejo Permanente de esta organización regional, ha dado un espaldarazo al gobierno de Morales, inclinándose por el “orden democrático y la integridad territorial”, concepto este último que suele contraponerse a la auto o libre determinación. Pero esta misma resolución, en su cláusula operativa sexta, deja claro que la OEA, aunque dispuesta a la colaboración, no intervendrá en el conflicto.

La autodeterminación de los pueblos da para todo y para todos. Para quienes enarbolan sus principios realzando la independencia y la soberanía de cada Estado frente al concierto internacional, y para quienes agrupados en comunidades y grupos políticos o étnicos, se enfrentan a los gobiernos centrales de sus países, buscando nuevas formas que les permitan diseñar y construir un futuro autónomo.

En definitiva, la palabra “pueblo” ofrece demasiado y termina siendo uno de esos conceptos políticos camaleónicos que se van mimetizando de acuerdo a coyunturas, tiempos y conveniencias específicas.

¿Qué tiene Santa Cruz que importa tanto?

Poco menos del 46% de la producción agrícola de Bolivia se cultiva en Santa Cruz, y dentro de rubros como el tabaco y la caña de azúcar, su aporte al agregado nacional sobrepasa el 80%. Es la zona más industrializada del país y la que más consume, siendo además la de mayor producción hidrocarburífera. Así que, importa a los dueños de las tierras en la zona ante una reforma agraria y otras políticas del Estado que vayan en detrimento de sus ganancias. Importa al Estado para garantizar su propia soberanía alimentaria, además de las importantes cuotas que aporta Santa Cruz a las exportaciones ante un MERCOSUR cada vez más competitivo. Importa a las transnacionales, como la brasilera Petrobrás por ejemplo, en lo que respecta a asegurar sus capitales, e importa al Estado para obtener cada vez mayor control en la industria.

De momento, el “Sí” ha ganado. Sí a la autonomía, al secesionismo y la desestabilización, a la democracia, a la intervención extranjera, eso no lo decidimos nosotros desde aquí. Lo que sí ha triunfado seguramente, es la apertura de un proceso como dijimos, de evaluación de los niveles de gobernabilidad y respuesta que tenga el gobierno boliviano ante una situación que se vislumbra tan interesante como complicada.

Este proceso es delicado no sólo evidentemente por sus consecuencias domésticas, sino, porque dejará una estela casi jurisprudencial en los usos y acciones del Derecho Internacional Público, lo que podría configurar situaciones similares en un futuro próximo. No son de hecho casuales las similitudes que se buscan al menos de forma, con el caso de Kosovo, y lo que ya comienza a sonar en Venezuela desde el Gobierno, como una campaña secesionista orquestada desde el norte.

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