Hildebrand Breuer
Con altos y alarmantes índices de desigualdad social, una élite incrustada en el poder al mejor estilo del PRI mexicano y notables índices de corrupción, Paraguay padece en mayor o menor medida los síntomas de todos sus vecinos, y ha optado por una medicina similar: el cambio. Fernando Lugo lo ha dicho: “cambio” ha sido la palabra que más ha escuchado del pueblo mientras caminó por sus calles.Sin embargo hay que cuidar la lectura que se hace de este anhelo de cambio en todos los estratos de nuestras sociedades, aunque se dé en algunos más que en otros claro. Sería legítimo pensar que la sociedad paraguaya ha decidido entre una opción muy clara y no menos conocida que representaba al pasado, y una en la que el cambio de nombres y caras es lo único seguro. No pareciera acertado pensar que se ha optado por un socialismo meridiano como algunos pudieran pensar, sino más bien, por una socialdemocracia al estilo de Chile con su vasta alianza y Brasil.
Un cambio bajo control, en el que no se pueden descartar siquiera futuras alianzas con los Colorados.
Fernando Lugo quiere reparar el edificio, no demolerlo, lo que lo separa ya de varios gobiernos que han optado por salidas más radicales. No se enfrenta a los Estados Unidos, sino más bien quiere una relación de diálogo con ellos. De hecho su espada de Damocles será el sector campesino y agrario, que si bien lo ha apoyado hasta ahora, exigirá de seguro transformaciones estructurales, que no lo dejarán concentrarse demasiado en el ruedo internacional.
Pero en materia de Reforma Agraria por ejemplo, cualquier decisión no deberá mirar solamente a un Congreso desfavorable, sino a socios comerciales muy importantes como Brasil. Habrá que esperar qué señales da Lugo en áreas como la soya, en la cual hay capital brasileño invertido en territorio guaraní, mientras que la experiencia con el triángulo Venezuela – SIDOR – Argentina dan muestras de lo que intereses económicos privados pueden lograr sobre alianzas aparentemente muy sólidas, aunque en esa oportunidad la Presidenta Fernández tuvo que conformarse con la “decisión histórica” de Hugo Chávez.
Y es que pareciera que Lugo entiende la opción del Paraguay al incluirse en dinámicas de integración subregionales, insertadas en una lógica global de acercamiento más justa, sorteando las desventajas de un TLC y aprovechando las virtudes del proceso mundializante. Sería una visión un tanto precaria y que a la larga desecharía demasiadas oportunidades, aquella que se plantee en términos dicotómicos los procesos de integración regional y de integración, al menos, hemisférica. Estamos de acuerdo en que los niveles de profundidad y de justicia, así como los grados de visión a largo plazo que se presenten en el primero, definirán y podrán augurar mejores características para el segundo, sobre todo desde la óptica del Sur. Pero anatematizar por razones políticas un proceso integrador, que además se presenta en esencia económico como es el caso del MERCOSUR, no sería menos que un error.
Para bienestar del Paraguay y del clima en la región, podemos esperar y desearle al nuevo gobierno que sepa manejarse en un terreno en el que las presiones sociales y la carencia de respuestas oportunas, pueden forzar los rumbos a estadios de polarización como los que hoy al menos un par de naciones viven en la región.