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Los sueños transforman mundos

Jorge Rivas

sjrlac.- Jorge Luis Rivas Valenzuela tiene solo 23 años  y ya dio su primer discurso en el Congreso de la República de Colombia aunque no es político. El pasado 12 de febrero de 2015 y en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mano Roja, evento que busca visibilizar la prevención del reclutamiento, uso y vinculación de niños, niñas, adolescentes y jóvenes al conflicto armado. Jorge a su vez, tomó los micróf-onos del Capitolio Nacional para hablar de la difícil situación que enfrentan los menores de edad en la ciudad de Buenaventura.Esta fecha es especial para alguien como él, un trabajador de los sueños por la niñez.Jorge Rivas

Trabajando por un sueño

Desde las cuatro de la tarde y hasta las siete de la mañana del día siguiente, Jorge con escasos 12 años debía pescar y vender lo encontrado en el puente del piñal para ayudar a sostener a su familia. Tuvo varios días “trasnochado y blanqueado”. En la Bocana, frente al parque, en la punta del soldado o en agua dulce, habían días en que los pescados se resistían a salir, entonces en su casa no había que comer.

No solo vendió pesca-os en la plaza también vendió verduras y cuando alcanzó los 17 años y durante doce meses, hizo mezclas, cargó varillas y cemento. Eso, hacía parte de su trabajo como ayudante de construcción. Él, ahora estudiante de psicología le ha tocado  trabajar por sus sueños. En la mañana y parte de la tarde trabajaba como ayudante de colectivo o como recepcionista en un motel pero desde hace más de un año, no trabaja, y no es porque no quiere.

Cuando son las seis de la tarde y hasta las nueve o diez de la noche asiste a la universidad Antonio Nariño lugar donde estudia gracias a una beca obtenida a punta de sus esfuerzos. Después de un largo proceso para evaluar sus conocimientos, una empresa de Buenaventura decidió otorgarle una beca a él y a nueve jóvenes más, de los 120 que se presentaron en un proceso académico.

Actualmente se encuentra cursando  quinto semestre y sueña con hacer una maestría o un doctorado en psicología social fuera del país. “Cuando uno habla de sueños se transporta a otro mundo. Quiero venir a desarrollar todo mi conocimiento acá en mi Buenaventura. Me gustaría cambiar la idea del psicólogo,que no es para los locos. Este territorio necesita de mis conocimientos”.

Perdió su trabajo como recepcionista y patinador del motel hace varios meses por ir tras un trabajo estable, y más a fin con su formación académica.  A pesar de haber pasado todo el proceso de selección, de ser aceptado en un cargo como psicólogo social y de haber pagado salud y demás gastos para ingresar a trabajar, la llamada que le indicaría cuando iniciaba nunca llegó. También se presentó a otro proyecto.
Salió muy bien calificado, pero su escasa edad superó el requisito del conocimiento. “Me dijeron que estaba muy bien calificado pero que mi edad me impedía trabajar con esa organización”, afirma Jorge, decepcionado.

En la actualidad vive en el barrio San Francisco, en la comuna 7 de la ciu-ad de Buenaventura. En su casa viven dos sobrinos, su abuela, su padrastro, su mamá y Andrés, su hermano menor, quien lo ve como su ejemplo. ¿Y por qué no? Pues de cinco hermanos, Jorge ha sido el único que se a graduado como bachiller. La cara más hermosa que ha visto Jorge fue la de su madre el día se su grado. Blanca, ese día lloro sin parar mientras le entregaban el diploma a su hijo.

A pesar de que se esforzó para que sus otros hijos estu-dia-ran, como recuerda Jorge. “Ella se quemó las manos en los restaurantes, para comprarnos un lápiz y un cuaderno”, y no logró que le compensaran del todo ese esfuerzo, pero Jorge y Andrés, sí lo están haciendo. Cuando este joven tenía 12 años, asegura, “yo salía de la escuela y le enseñaba a leer y a escribir a mi mamá. Empezamos con las vocales y también le enseñe a firmar”.

Relatos como estos lo hacen sentir feliz y orgulloso de sí mismo, además de enseñarle a soñar a su hermano menor, Andrés. Quien quiere estudiar derecho y trabajar en organizaciones sociales.

Blanca, es una mujer oriunda de la ciudad de Buenaventura. Tiene 50 años, aunque no parezca que le haya pasado el tiempo sobre su piel, pero sus manos sí demuestran el trabajo de toda una vida. Es de carácter fuerte y estricto, cosa que Jorge le agradece hoy. Pues según él, su constancia y formación fueron fundamentales para llevarlo por un camino diferente del que tomaron sus ami-gos de barrio. “Para mí fue esencial la educación de mi casa, ella siempre estuvo allí, siempre fue disciplinándome. Me decía que debía estudiar, me llevaba y me recogía de la escuela, ella siempre sabía con quién estaba”, dice Jorge.

Blanca, nunca vivió con el padre de sus hijos, lo que la llevó a trabajar tiempo completo como empleada doméstica.“Estas madres solteras deben trabajar el doble y no pueden estar en casa, y pues quien remplaza eso es la calle. Ella te cría, la calle te enseña cosas buenas como cosas malas, y eso es una de las consecuencias fundamentales del porque los chicos se meten al conflicto armado y a las drogas”, subrayó George o Georgini, como le dicen cariñosamente a Jorge.

Pero este no fue el caso de George. A sus 14 años, empezó a vincularse como líder juvenil en varias organizaciones nacionales e internacionales, además de encargarse de dinamizar talleres sobre los derechos humanos y procesos de desvinculación de jóvenes en el conflicto armado.  A pesar, de varias amenazas hechas en su contra y de haber dejado su barrio por algunos meses, sigue trabajando como líder juvenil. Sin embargo, en octubre del año pasado, decidió disminuir por un tiempo, la carga de sus proyectos sociales para enfocarse con mayor dedicación a su carrera.

En su barrio el horror de la violencia por momentos reaparece, sin embargo, esta no acalla la alegría de su gente, mucho menos las bochincheras de su cuadra. Varios de sus ex-amigos, pertenecen a bandas criminales y otros ya están muertos.

En alguna ocasión le ofrecieron pertenecer a una banda criminal, pero nunca accedió. Jamás decepcionaría a Blanca, al menos no a propósito. Jorge asegura, “igual no es mi tónica. A través de mi experiencia me he dado cuenta que las madres sufren mucho, además de matar, causan un dolor inmenso a su propia familia”.

Jóvenes soñadores

Esa mañana, 12 de febrero de 2015, durante el foro “Día de la Mano Roja – vamos a reconstruir el amor” por fin varios jóvenes de diferentes departamentos del país fueron escuchados en el Congreso. Los micrófonos se encendieron desde las ocho de la mañana, y otras realidades de jóvenes luchadores y soñadores de un mundo mejor, de un país mejor, empezaron a hacer eco.

Resultó Increíble para un muchacho como Jorge que ha vivido en carne propia el abandono del gobierno, la violencia entre grupos armados ilegales y la corrupción latente del distrito de Buenaventura, escuchar las palabras de una joven oriunda del Putumayo que vive situaciones “extremas”. La joven de 18 años “narro que para acceder a la educación y a la salud, debía pasar hasta Ecuador, porque en Colombia,
en su departamento, no tenía ese tipo garantías, esos derechos fundamentales”. Por eso, este joven líder de su comunidad dice seguir trabajando y soñando para que ese tipo realidades sean el resultado de mejores condiciones y no más vivencias de jóvenes colombianos.

Jorge mientras tanto se permitirá seguir soñando que los niños que habitan las comunas de su ciudad vuelvan a jugar rayuela, balón, ponchado o a la lleva y no pistolita. Pues esas pequeñas acciones fueron “granitos de felicidad” que lo alejaron de la maldad, y le permiten soñar con un mundo mejor.

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