(Jn 5,31-47)
Alfredo Infante sj
La idolatría consiste en abdicar nuestra libertad y dignidad ante un objeto, persona, ideología, sistema político, económico, Estado, mercado, entre otros, dándole categoría divina. Los faraones y reyes eran ídolos porque se erigían como soberanos con entidad sobrenatural ante el pueblo, el cual doblegaba su libertad y reconocía en su amo mayor consistencia y dignidad.
Hoy, existen muchos ídolos: Estado, mercado, ideologías, caudillismos, militarismos, mesianismos y muchos otros poderes que pretenden limitar y supeditar nuestra dignidad humana y el ejercicio de nuestros derechos y libertad. La idolatría ha sido siempre una tentación humana. Muchas veces, como dice el dicho «se junta el hambre con las ganas de comer».
Desde una mirada antropológica del hecho religioso hay en el ser humano, cómo apunta E From, un «miedo a la libertad» que limita la aventura de decidir libre y responsablemente, asumiendo las consecuencias de nuestras decisiones y actos. Hay personas a las que decidir les da vértigo y prefieren ceder esta responsabilidad a otro. El pueblo de Israel en el desierto, ante la incertidumbre, reaccionó desde sus miedos y fabricó un becerro de oro (Ex32,7-14) para asirse a él y darle culto, evitando así decidir desde sí delante de un Dios inmanipulable.
El miedo y la incertidumbre llevan a la búsqueda irracional de seguridad y protección y ésta al atajo de la idolatría. En ocasiones creamos dioses del tamaño de nuestras necesidades y miedos. Por eso, Juan, el evangelista, insiste que el principal enemigo de la fe es el miedo, porque nos lleva a poner nuestra seguridad en los ídolos de este mundo y entregar nuestra libertad y dignidad a otros señores.
Cuando Israel en el camino de su liberación por el desierto crea el «becerro de oro», Dios se indigna y dice a Moisés «veo que este pueblo es de dura cerviz» Ante la indignación de Dios, Moisés intercede por su pueblo y, en respuesta, Dios recrea su mirada sobre el pueblo y tiene paciencia y misericordia, abriendo una nueva oportunidad de modo que sigan el camino, se conviertan y aprendan de sus errores hasta constituirse en pueblo libre.
En el Evangelio de hoy, Jesús se presenta como camino de liberación de la idolatría y nos sacude con su palabra, diciendo: «Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios?» En nuestro país hemos caído y recaído en el camino de la idolatría.
El militarismo, el caudillismo, el estatismo, el mesianismo y el rentismo nos ha llevado al barranco humanitario en el que nos encontramos. Es tiempo de conversión. Nos toca transitar de la idolatría a la libertad de los hijos e hijas de Dios.
La salvación no está en un rey, ni en ningún poder externo por muy benefactor que sea; está, sí, en la liberación de los imaginarios mesiánicos y en la toma de conciencia de nuestra dignidad humana.
Oremos Señor, danos la gracia de despertar y convertirnos para no poner nuestra confianza en los ídolos de este mundo y, así, libre de idolatría constituirnos en un pueblo libre.
“Sagrado corazón de Jesús, en vos confío”
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.
Caracas-Venezuela.