elobservador.- Los beneficios son enormes, los riesgos limitados, la demanda inagotable: el transporte clandestino de migrantes de África a Europa a través del Mediterráneo atrae cada vez más a grupos mafiosos poderosos y organizados, estiman expertos y autoridades.
La cifra de negocios anual, estimada por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) en unos US$ 7.000 millones, interesa a los traficantes internacionales, pero transforma también a los jefes de guerra, clanes o redes locales en ricos actores de la criminalidad transfronteriza.
En su informe 2014 sobre la “trata de personas”, la Unodc afirma que los “flujos transfronterizos están ligados en general a la criminalidad organizada. Cuando se tornan complejos, igualmente pueden ser sostenidos por grandes grupos criminales bien organizados”.
El transporte de clandestinos a través de África y Medio Oriente, y luego por el Mediterráneo, fue durante mucho tiempo obra de pescadores reciclados, de familias de contrabandistas o de tribus que atraviesan el desierto desde los tiempos de las caravanas de sal. Pero hoy es un negocio tan lucrativo que atrae cada vez más a las mayores mafias.
Agencia de viajes
“Hasta 2013, los emigrantes nos decían que hacían el viaje por etapas, y en cada etapa cambiaban de pasadores y pagaban un nuevo precio”, relata Arezo Malakooti, de la agencia consultora Altai, que trabaja, entre otras, para la Oficina Internacional de Migraciones (OIM).
“Desde 2014, vemos cada vez más migrantes que pagan por todo el viaje, desde sus países hasta el destino. He hablado con palestinos que me dijeron que habían pagado su viaje como si hubieran adquirido un ‘paquete’ en una agencia de viajes. Esto demuestra que existen redes que administran toda la filial, o por lo menos que hay un alto grado de cooperación entre diferentes redes”, afirma Malakooti.
Es que ahora hay una nueva realidad que propicia el aumento de la oferta de alternativas: decenas de miles de sirios que huyen de un país en guerra, africanos de clase media que eligen huir de la miseria y que, por lo tanto, tienen algo más de dinero.
“Vemos en las redes sociales campañas de publicidad agresivas”, señala Malakooti, que está terminando un informe sobre la migración ilegal en el Mediterráneo. “Hay páginas de Facebook con los precios, los lugares de partida, de tipo ‘un barco parte mañana de tal puerto’, las tarifas con opciones”.
“Pagando más usted puede tener un viaje más seguro, con chalecos salvavidas o un lugar en el puente superior. Si usted está en la cala y el barco se hunde, se ahoga seguramente”, adelantan esos anuncios.
Una red mundial
En un informe, la ONG Global Initiative Against Transnational Crime, con sede en Ginebra, escribe: “Los pasadores eran tradicionalmente lugareños con ciertas competencias o ciertos contactos y que actuaban solos (…), pero recientemente hemos constatado que esas actividades han pasado a ser más sofisticadas y son cada vez más obra de redes profesionales”.
“La historia de las migraciones, en particular a través del Mediterráneo, es la de una profesionalización progresiva de los pasadores”. Esa acción va cambiando de una “actividad ‘artesanal’ a operaciones muy profesionales, y a menudo una combinación de ambas”, agrega el informe.
Joel Milman, portavoz de la OIM en Ginebra, señala que esas redes “tienen manifiestamente vínculos entre ellas. Se ve, por ejemplo, que hay mujeres que pasan por Libia y que luego son prostitutas en las calles de las ciudades europeas”.
El reciente desmantelamiento en Italia de redes de pasadores y la detención de algunos de ellos, que trataban de pasar inadvertidos entre los inmigrantes y entrar a Europa, permitió comprender mejor quiénes son los actores de esa criminalidad organizada.
En diciembre de 2014 la justicia italiana anunció la detención de 11 personas, todas eritreas, que formaban una red mafiosa en Italia, en Libia, en Eritrea y en otros países del norte de África. Su jefe, instalado en Alemania, supervisaba una organización responsable de por lo menos 23 viajes hacia las costas italianas durante el verano del hemisferio norte de 2014. Ese año, más de 170 mil migrantes llegaron a Italia. Cada embarcación, llegara o no a buen puerto, aportó decenas de miles de euros a los traficantes.
La zona en que más han crecido estas mafias es Libia, donde se han aprovechado del caos que reina en el país. “En Libia hay centros de detención administrados por las milicias. Creemos que fueron organizados para que los pasadores vengan y se sirvan, para crear un mercado”, explica Arezo Malakooti.
Abdelsalam Al-Qoueiri, responsable de la lucha contra la inmigración clandestina del ministerio libio del Interior (no reconocido por la comunidad internacional), considera que es seguro que “los traficantes de Libia forman parte de una red mundial”.
“La mayoría son libios”, señaló a AFP, pero hay también de otras nacionalidades árabes, y “tienen fuertes conexiones en Italia y en otros países europeos”.
La lucha contra ese tipo de redes será larga y difícil, advierte Malakooti, ya que “mientras haya una demanda para la inmigración irregular habrá gente para explotarla”.