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Barrera Tyszka: Una “humanidad más solidaria” también se construye con gobiernos y con líderes distintos

alberto barrera tyszka
Foto: Cristina Marcano

Por Juan Salvador Pérez*

Seguimos con la serie de entrevistas realizadas desde la Revista SIC a especialistas de diferentes disciplinas para reflexionar sobre la condición humana en cuatro aspectos: primero, el tema de la oración, de rezar -tanto del creyente como del no creyente-; segundo, la responsabilidad; tercero, la solidaridad; y, por  último, el papel de la literatura como instrumento de expresión y comprensión de la realidad, en medio de la pandemia que azota al mundo.

En esta oportunidad contamos con los aportes del reconocido escritor, poeta y guionista venezolano Alberto Barrera Tyszka. Ganador del Premio Herralde de Novela 2006 y del Premio Tusquets de Novela en 2015. Articulista de New York Times (en español) y de Efecto Cocuyo en Venezuela.

Estas situaciones borde como la que vive hoy la humanidad, nos llevan a todos de una forma u otra creyentes o no a encontrarnos íntimamente con nuestros temores y nuestras preguntas… el Cardenal Carlo María Martini s.j. y Umberto Eco, alguna vez reflexionaron epistolarmente sobre ello, y quisiera retomar este tema ante estas circunstancias: ¿En qué consiste la oración del que no cree? ¿Y en qué consiste la oración del que cree?

Creo que todos, o al menos una gran mayoría de mi generación, fuimos educados en y para la fe. Con esto quiero decir que tenemos -aunque no lo queramos- una cultura religiosa, que nacimos y nos criamos en medio de un intercambio de signos y símbolos donde la fe y Dios tenían gran importancia. De alguna manera, tenemos una sensibilidad que se mueve en esa dirección, que reacciona de una forma específica ante algunos estímulos religiosos. No importa si somos creyentes o no, por lo general, ante un peligro inminente, ante una situación extrema, miramos hacia un cielo (real o metafórico) y tratamos de encontrar ahí algún tipo de respuesta, tratamos de construir en ese vacío una comunicación.  Eso es lo que más me interesa a mí de toda esa experiencia: el lenguaje, el suceso verbal.

Los creyentes rezan con la certeza de que alguien los escucha. No es poca cosa. Tener esa seguridad en medio de una catástrofe me parece envidiable. Para los creyentes no hay oración que no sea un diálogo y que -por lo general- tenga un fin bastante definido. Se reza para algo. No sé si para los no creyentes exista la oración, si tiene algún tipo de sentido. Pero, en cualquier caso, esa necesidad de pronunciar los temores y las ansiedades, de tratar de comunicarse con otra dimensión de lo real, se da probablemente como una experiencia distinta, donde la capacidad clínica del lenguaje tiene un papel fundamental. No importa tanto quién habla o quién escucha. Lo sagrado está en las palabras.

En reciente entrevista al Dalai Lama sobre el coronavirus, nos dice que “rezar no es suficiente… debemos asumir la responsabilidad donde podamos”. Eso nos lleva a preguntarnos ¿cuál es esa responsabilidad?

La idea de que la oración debe estar acompañada de la acción es un lugar común dentro y fuera de la mayoría de las religiones. Pero cambiar es muy difícil. Vivir de acuerdo a la ética que promueven las religiones supone, muchas veces, ir en contra de la propia dinámica del sistema que rige nuestras vidas. Toda lo que ha ocurrido con el Coronavirus debería, hipotéticamente, promover cambios, ponernos a pensar y a actuar de manera distinta. La pandemia ha desnudado nuevamente y de manera feroz nuestras sociedades desiguales, la priorización del capital sobre la vida, nuestra enloquecida manera de organizar la existencia alrededor del consumo, la forma irracional en que estamos destruyendo el planeta… Frente a esto todos tenemos una responsabilidad que va, desde lo más pequeño, desde las acciones personales, hasta las políticas de Estado, hasta el acuerdo internacional con respecto al cambio climático. Pero ninguna de estas transformaciones se logra rezando (o solo con rezos, para no faltarle el respeto a los creyentes). Sin duda, hace falta más presión, más protestas, más política… que plegarias.

Boccaccio comienza su novela Decameron (1532) –precisamente saliendo de la Peste Bubónica que asoló a Italia con esta frase: “Humano es apiadarse de los afligidos”. ¿Luego de esta pandemia, irá a ser la humanidad más solidaria? ¿Habremos aprendido la lección?

Me gustaría pensar que sí pero, realmente, no estoy seguro, no lo sé. Una “humanidad más solidaria” también se construye con gobiernos y con líderes distintos. El mundo transita por una profunda crisis política, donde el sentido de la representación y de la democracia misma están muy cuestionados. Hay una presencia y un auge de liderazgos populistas y autoritarios, de sistemas disciplinados que imponen cada vez más formas de control a las sociedades… todo eso es incompatible con la solidaridad. Todo lo que atente contra la democracia, atenta contra la solidaridad. La solidaridad nace de la aceptación de la diversidad, del reconocimiento de la legitimidad que tienen los otros. Eso es justamente lo contrario de la vocación totalitaria. Y basta ver lo que ocurre en Estados Unidos, en China, en Rusia, en algunos países árabes o de Europa, en Brasil, en Venezuela… para darse cuenta de que, por desgracia, hace falta más que una pandemia para cambiar el mundo.

¿Cómo se entiende todo este revuelo desde la literatura?

Para seguir con Umberto Eco, déjame recordar algo que él decía a propósito de su novela El nombre de la rosa. “Cuando no sepas cómo explicar algo -no es una cita textual, algo así decía Eco-, echa un cuento”.  La literatura solo puede entender la realidad desde la lógica de la ficción.  Ahí donde un académico encuentra una idea, un escritor solo halla un relato. Y de seguro, en este momento, hay miles de historias bullendo, decantándose, escribiéndose… Y por supuesto que ya existen algunas, los clásicos sobre el tema: Defoe, Camus, Saramago… Ahora podemos volver a ellos y de seguro los leeremos de otra manera. Y aquello que antes podía parecernos una aventura lejana hoy, de pronto, es casi una crónica íntima. Esa es la maravilla de los libros. Siempre son otros.

*Magister en Estudios Políticos y de Gobierno. Miembro del Consejo de Redacción de SIC. Coord. Gral. de la Fundación Centro Gumilla. 

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