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Por qué el pueblo no reacciona contundentemente

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¿Por qué no “baja esa gente de los cerros”?                                                                           

Miguel Matos s.j

El gobierno marcha indolente y con cínica soberbia hacia su meta única: Perpetuarse en el poder, aunque sea por encima de los cadáveres de todos los venezolanos. En muchos ambientes nos encontramos con gente que se instaló en una interpretación inducida de los hechos y allí se han blindado a cualquier otro razonamiento. Todos estos se han dejado convencer, o por lo menos se protegen, con el argumento de que todo lo que sucede en Venezuela es causado por el Imperialismo Norteamericano, la Guerra Económica y unos “vende patrias” criollos. Según esto el Gobierno y todos los venezolanos, somos solo débiles víctimas de esta agresión.

Por eso luchar contra esos enemigos les distrae de tener que enfrentar el genocidio que se está perpetrando contra la población. Distraídos en su lucha contra estos enemigos no les produce la menor indignación la grosera y endémica corrupción que sigue drenando nuestras riquezas. No les resulta insultante la forma como el Gobierno inhabilita, encarcela, tortura y amenaza a todo el que suponga algún peligro para la consolidación de su hegemonía.

Entonces repetimos la pregunta: dónde quedó esa pasión por la libertad y la justicia tan propia de nuestra idiosincrasia. Nos atrevemos a ensayar una respuesta: El Gobierno ha armado una estrategia de tratamiento programado y bien pensado, con tácticas precisas, de las penurias de la población, a base de dosificar y condicionar esas ayudas para la sobrevivencia. Se trata de mantener al pueblo dependiendo vitalmente de estas limosnas y condenados a que se les prive de la misma a cualquier gesto de disidencia. Basta con ver cómo en los momentos más precisos sale a relucir el “Carnet de la Patria”.

Eso trae consigo un sentimiento de impotencia y parálisis a lo que hay que sumarle como otros elementos que arrasan con la propia autoestima y sentimiento de dignidad. Es la estrategia del empobrecimiento crítico de la población causada por una gestión muy torpe frente a la escalada enloquecida y pavorosa de los precios, la falta de efectivo, la agresión permanente de las horas de colas, el martirio del transporte, el desmantelamiento de los servicios de salud, la intemperie ante la arremetida de la delincuencia, la brutal represión de los cuerpos de seguridad.  Todo eso lleva al pueblo, precisamente a donde quiere llevarlo el Gobierno, que es el configurar un sujeto poblacional masificado, asustado, sin líderes, silencioso y resignado ante todas las agresiones.

Una de las actuaciones más indignantes de este Gobierno es su negación a permitir un correo humanitario para atender al hambre y la carencia de medicinas que afecta a un porcentaje ya hirientemente escandaloso de la población. Esta ayuda significaría un alivio a las carencias.

Insistimos: ¿Y por qué estas agresiones no producen una reacción más contundente de la población afectada? 

A las consideraciones anteriores debemos agregarle dos datos: Uno. Nuestro pueblo en general, tiene una especie de alergia a la violencia cruenta continuada. Dos. Este pueblo ha estado durante casi veinte años cultivando a un mesías y depositando en él todas sus esperanzas. No es raro que ahora esté esperando secretamente el surgimiento de otro mesías que lo saque de este infierno. 

No quiero terminar esta reflexión sin llamar la atención sobre el hecho de que no son solo los sectores más afectados del pueblo los que nos sorprenden con ese comportamiento cercano a la resignación. Se trata del caso de alguna poca gente honesta y sincera que parece no ver la catástrofe y apoya con silencio cómplice a los causantes de este genocidio.  En algunos casos se explica su situación cuando están fuertemente atados a base de deudas, favores y compromisos. Otras veces se trata del bombardeo asfixiante del discurso oficialista que ahoga las precarias posibilidades de una comunicación sin censura que mantenga más informados a todos los sectores de la población.

Importante. Cuando nos sorprendemos ante esa falta de reacción más contundente de los sectores más agredidos de la población, no estamos pensando, ni mucho menos, en actuaciones violentas en las que sería, una vez más, del propio pueblo de donde saldrían los muertos. Todos sabemos cómo hay toda una variedad de protestas efectivas dentro del concepto de la lucha pacífica, pero contundente.

No hemos hecho alusión a otra razón de este comportamiento de nuestros sectores más populares y es el que tiene que ver con la dirección ambigua y desacertada de la dirigencia opositora que ha desconcertado y decepcionado a la población al no saber capitalizar el descontento. Lo ha dejado disolver. Lo ha desinflado.

A pesar de todo lo que hemos desarrollado en esta reflexión debemos asumir que hay todavía una serie de posibilidades de actuaciones pacíficas más efectivas de los sectores populares que contarán con el apoyo de todo el colectivo nacional.

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