Javier Contreras
La visita del Secretario de Estado de Estados Unidos a Latinoamérica ha generado muchas interpretaciones, tan disímiles entre sí como el lugar en el que se ubican sus exponentes. Para el Presidente Maduro y sus cercanos colaboradores, es una afrenta injerencista la gira del alto funcionario y las declaraciones que ofrece respecto a la situación en Venezuela. Para un sector de la oposición, es un hecho que produce cierto optimismo ya que ofrece, desde su punto de vista, una posibilidad para cercar al gobierno.
El discurso de Rex Tillerson sobre lo que sucede en Venezuela ha estado cargado de amenazas, propuestas para endurecer y diversificar las sanciones de Estados Unidos hacia el gobierno de Maduro, y reconocimiento para los Presidentes de los países del continente que se han mostrado críticos ante el régimen bolivariano. No se puede negar que Venezuela y su situación representa un punto de la agenda de Tillerson, pero no es el único punto, probablemente no sea el más importante para los intereses de Estados Unidos. No reconocer eso es ingenuo, o es tendencioso.
Para entender un poco mejor la complejidad real de la visita de Tillerson conviene señalar, al menos, tres de los países sede de los encuentros: México, Argentina y Colombia. Sobra explicar los lazos comerciales entre Estados Unidos y México, así como sobra describir la tensión histórica entre ambos países, atizada con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Argentina, desde que Mauricio Macri es Presidente, ha reconfigurado su relación con el país norteamericano, basada en intereses comerciales y algunas coincidencias de orientación ideológica, en cuanto valga el término.
Colombia, por su proceso de paz y el posconflicto que está empezando a vivir, sumado al tema del narcotráfico y la particular vinculación de Estados Unidos con ese multimillonario flagelo (es el mayor país consumidor de drogas en el mundo), es un país con el que lógicamente la administración Trump pretende estrechar relaciones.
Con cada uno de los Presidentes se trató una serie de puntos de interés bilateral, reuniones que de cierta forma son un intento del gobierno estadounidense de frenar la innegable y creciente influencia de China y Rusia en la región. Ese es el punto vital de la gira del Secretario de Estado norteamericano, y es en ese punto donde se enmarcan sus referencias sobre Venezuela, aliada, por no decir dependiente, de China y Rusia.
Magnificar la visita de Tillerson como un hito salvador de la democracia y la institucionalidad venezolana es comprar el argumento del gobierno respecto a la supuesta intención invasora de EE.UU. De la misma manera que representa una suerte de irresponsabilidad, de pretensión de transferencia a terceros de lo que representa una tarea nacional, tarea a la que están llamados todas las fuerzas vivas del país, cada una desde su especificidad y con sus haberes.
Hay que articular estrategias internas para que la presión internacional tenga sentido y efecto. Es pertinente fortalecer la presión gremial y de la sociedad organizada sin dejar de lado, bajo ninguna circunstancia, a la dirigencia político – partidista, sector que tiene ante sí el urgente desafío de eliminar las prácticas que han conducido a muchos errores, y recuperar, para redimensionarlas en función de la actualidad, sus prácticas exitosas.
Construir esperanza es un reto, casi una quimera por las circunstancias en que vivimos. Hacerlo sería producir confianza en nosotros como venezolanos, que es distinto al supuesto optimismo que se instala cuando creemos que otros harán lo que nos corresponde. La transición siempre será procesual, para ese proceso es necesaria la unidad amplia, la estrategia común y participar en elecciones, no para convalidar el totalitarismo o la dictadura, participar representa utilizar el arma de los civiles, el voto.
No siempre resulta suficiente el ejercicio del voto para dejar atrás gobiernos antidemocráticos, eso es bien sabido. Pero también es sabido, aunque no se quiera aceptar, que el voto como estrategia de participación y constancia, deja frutos valiosos, al mismo tiempo que nos consolida como una sociedad que aspira democracia, que está dispuesta a confiar en su potencial, más allá de las aberraciones de un gobierno que ha apostado por todo lo contrario, y que está dispuesto a cualquier cosa por mantenerse en el poder.