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Imperium

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Ángel Antonio Pérez Gómez

Entre supremacistas blancos

El tema del policía infiltrado en una organización criminal resulta ya un tanto manido en el cine actual. Imperium tiene la singularidad de que el agente del FBI, protagonista del film, se introduce en un conglomerado de grupos supremacistas blancos, neonazis, barbudos o cabezas rapadas que conspiran por imponer un nuevo orden en EEUU, que someta a las minorías, a negros, judíos, latinos y musulmanes a la exclusión social.

El retrato que el guion del director Ragussis pinta de estos grupos extremistas resulta más pintoresco que aterrador. Recurre a menudo a una especie de PowerPoint de fotografías de marchas, manifestaciones, quema de cruces y esvásticas, gritos y gestos nazis que nos recuerdan que tales organizaciones existen (y son toleradas) y que sin duda maquinan un golpe de efecto para hacerse oír (y «comenzar la guerra»). Ese conjunto de imágenes sacadas de la actualidad es lo más verosímil del film, pues tanto el argumento como el desarrollo del mismo dejan mucho que desear respecto a la veracidad y eso a pesar de que se dice que está inspirado en hechos reales.

La elección del actor principal no parece la más adecuada. Daniel Radcliffe, el «inolvidable» Harry Potter de la saga, portador inicialmente de sus gafas y luego sin ellas, se convierte en un cabeza rapada de medio pelo (perdóneseme la licencia), pequeñajo y desgalichado, que más parece un muerto de hambre que un ex marine deseoso de acabar con las vacilaciones del poder político imperante (recuerden que el título del film es precisamente Imperium). Tampoco su instructora y jefe de operación, Toni Collette, es un casting acertado. Más parece una bruja que una sagaz agente del FBI con mando en plaza. Tampoco el resto del reparto pasa del rango de estereotipos de trazos gruesos y escasamente convincentes.

Ragussis, en su primer largometraje, da muestras de no dominar la narrativa y el film languidece a menudo por falta de brío en la dirección. La trama, por otra parte, no acaba de superar el nivel del tópico sobre el submundo de neofascistas que hay en EEUU y los pinta más como bichos raros y un tanto folklóricos que como una amenaza real para el país. La película se terminó antes del triunfo de Donald Trump en las elecciones norteamericanas y este hecho sí que da miedo. Tal vez Ragussis fue demasiado precavido ante posibles reacciones violentas de estos grupúsculos y prefirió no provocarlos. Y eso repercute negativamente en Imperium, film francamente flojo del que no se me ocurre nada bueno que resaltar, excepto la loable intención de recordarnos que siguen existiendo grupos de semejante calaña no sólo en EEUU sino en el mundo entero. Algunos lo llaman populismo, pero no es sino fascismo redivivo. ¡Qué locura!

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