Por Rafael Duarte*
Hace 20 años, Clifford McBride (Tommy Lee Jones), una leyenda de la exploración espacial, se embarcó junto a otros hombres en una temeraria misión interplanetaria llamada: Proyecto Lima. El objetivo era claro: llegar a Neptuno con la idea de encontrar señales de vida inteligente.
Sin embargo, en algún punto de la travesía se perdió la comunicación y se dio por terminada la expedición, hasta que, una serie de descargas de antimateria llegaron hasta la tierra e hicieron pensar a la NASA que podían estar vinculadas con la extinta misión espacial.
Ante la amenaza existencial que ahora representa el inexplicable fenómeno cósmico, la agencia espacial ha decidido enviar en una misión especial al experimentado astronauta e hijo de la leyenda, Roy McBride (Brad Pitt), para descubrir si las señales tienen que ver con su padre.
Ad Astra (2019) es un filme de ciencia ficción, escrito y dirigido por James Grey que cuenta desde la figura de Roy, un solitario e impasible astronauta, cómo el ser humano desde su imparable ambición por asegurar la existencia, traspasa sus límites naturales al costo que sea.
Así, la historia pensada como una suerte de epopeya interestelar, en la que el protagonista deberá recorrer distintos planetas del sistema solar para conocer por qué se está amenazando la estabilidad humana, es también un viaje interior para entender el misterio de la vida.
Si bien, algunos críticos de cine han expresado que la actuación de Roy McBride ha sido una de las peores interpretaciones de Pitt –por quedarse anclada en una suerte de letargo melancólico–, diría que, es más bien, una construcción existencial de un hombre que ha perdido la fe en el otro.
En este sentido, el personaje de Pitt es la representación de la insensibilidad del hombre moderno que, inmerso en el individualismo que alienta el capitalismo voraz, se cansa de devorar mundos para reafirmar lo humano, alejándose irónicamente de la humanidad.
De este modo, y relatada desde una narrativa lineal, que en ciertos momentos se vale del flashback, la cinta nos va dejando icónicas secuencias que seguramente se quedarán en nuestra memoria para recordarnos quiénes somos y hacia dónde vamos como raza humana.
Más allá de las cuestiones filosóficas, en Ad Astra resalta el aspecto técnico-visual; y es que Grey combinando una fotografía oscura que se sumerge dentro del sistema solar, termina aislando el horror que genera el vacío para deslumbrarnos con una composición armónica del universo.
Así, a diferencia de títulos como: Gravedad, Misión Rescate o Interestelar, el director de Z: La Ciudad Perdida (2016), crea una atmósfera más realista sobre la conquista del espacio, en la que coloca al hombre dominando la tecnología y los viajes entre planetas.
Por estas razones, el filme consiguió el premio a mejores efectos visuales de la Asociación de Críticos de Chicago y obtuvo las nominaciones a: Mejor película en los Critics Choice Awards y Mejor película en el Festival de Venecia, sin olvidar la mención a Mejor Sonido en los Oscar de 2019.
En definitiva, Ad Astra es una película que, pensada desde una mirada fría y distante en la que prevalece el individualismo social, nos hace recordar que es por la voluntad de poder y la necesidad de reconocimiento y trascendencia, que se va definiendo nuestra naturaleza humana.
