Venezuela como país no solo está compuesta de lo hecho, de lo erigido y construido en términos de su infraestructura, sino que también está alimentada de proyectos que en algunos casos parecen utopías. Uno de los sueños que marcó a los inicios del chavismo entre 1999 y 2000 fue la quimera (no puede llamársele de otra forma) de mudar al país al sur, con el eje OrinocoApure. Se trató de un proyecto al cual el tándem Chávez-Giordani le dedicó largas horas en cadenas y alocuciones. Todo quedó en palabras.
En la revista SIC correspondiente a mayo de 2000, el arquitecto y urbanista Marco Negrón hizo un desmenuzado análisis de las implicaciones ideológicas que comprendía aquel faraónico proyecto, que en palabras oficiales podía implicar el asentamiento en el sur del país de nueve millones de personas. El texto de Negrón se tituló “El eje Orinoco-Apure: una visión reaccionaria del desarrollo”.
El autor cuestiona que comenzando el siglo XXI se insistiera en las viejas tesis “de sesgo francamente anti-urbano” que proponía la revolución territorial comunicada por el presidente Hugo Chávez, como gran novedad del gobierno que recién se estrenaba, pero que en realidad tenía como ideólogo visible al ministro de Planificación, Jorge Giordani, sempiterno en dicho cargo durante la revolución bolivariana en la era Chávez.
Para Negrón la propuesta de mudar el país al sur, que era lo que se proponía, representaba un peligro, ya que, en aras de un supuesto beneficio de lo rural por encima de lo urbano, las políticas públicas sencillamente obviaban la necesidad de afrontar el reordenamiento urbano en urbes complejas del país como Caracas, Valencia o Maracaibo.
El eje Orinoco-Apure simbolizaba en aquella etapa germinal del chavismo en el poder la necesidad de cambiarlo todo, inclusive se planteaba la necesidad de mudar la capital de la República, incluso entre quienes antes adversaban esa posibilidad como lo precisaba el periodista Roberto Giusti en un artículo publicado por El Universal el 30 de mayo de 1999. “El nuevo embajador venezolano en la India, Walter Márquez, siempre crítico mordaz del Eje Fluvial, sostiene ahora la necesidad de sacar la capital del centro del país y ubicarla en la cuenca del Orinoco”, sostenía Giusti.
En palabras del propio ex diputado que se estrenaba en funciones diplomáticas:
… propongo trasladar la capital de la República al Orinoco, como única manera de desarrollar un equilibrio geopolítico, porque mientras la capital esté en el centro, no lograremos ese equilibrio. Debemos seguir el ejemplo de Brasil y de la India, que crearon Brasilia y Nueva Delhi. Creo que a partir de un asentamiento ya existente en la cuenca del Orinoco se debe dar el primer paso en la creación de la nueva capital venezolana.
Como indica Negrón en su texto, el proyecto Orinoco-Apure constituía una “estrategia central” en el desarrollo nacional, en la naciente era bolivariana. Según palabras de Giordani, se trataba de un “proyecto bandera” y “una revolución en sí mismo”. Un aspecto que señalaba el autor, y que también el periodista Giusti recogía, era la ausencia sobre el rol que le correspondía a los centros poblados existentes en todos estos planes de grandes asentamientos urbanos.
“Son muchas las propuestas, pero ninguna de ellas debe realizarse sin previa consulta popular”, sostenía Giusti, a tono con el carácter participativo que se le daba al modelo democrático con la nueva Carta Magna. También advertía el periodista, quien estuvo algunos años como corresponsal en Moscú: “La experiencia de la ex Unión Soviética y de los Balcanes nos demuestra los desastrosos resultados de una ocupación territorial compulsiva”.
Efectivamente se hablaba de movilizar numerosa población, de un lugar a otro, tras la búsqueda de una quimera, que solo parecía compuesta de beneficios, pero sin consultar a los afectados. Finalmente, el proyecto quedó en el papel y en los discursos públicos de una época, porque incluso el propio Chávez, pasados los años, tampoco mencionó más al eje Orinoco-Apure. Fue un sueño más al que se le dedicaron recursos públicos.
*Miembro del Consejo de Redacción de SIC