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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

¡Talita, Kum!

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Alfredo Infante sj

Hoy (Mc5,21-43) nos pone a contemplar dos escenas bellísimas donde se muestra la fuerza de vida que es la fe. La primera es el encuentro de Jesús con Jairo, uno de los jefes de la sinagoga, que tiene a su hija grave, agonizando, y pide a Jesús que la sane, que la devuelva a la vida. “Aquí se muestra el valor de la intercesión porque aquel hombre pide con fe a Jesús por su hija”.

De camino a la casa de Jairo, acontece el segundo encuentro, una hemorroiza, desahuciada por los médicos, arruinada procurando un remedio, en medio de la muchedumbre que apretuja a Jesús, toca con fe a Jesús e inmediatamente se sana. La fe de aquella mujer es tal que Jesús, pese a que estaba apretujado, sintió que una fuerza se desprendía de él, y preguntó ¿Quién me toco?

Muchas veces en la vida andamos con Jesús, lo apretujamos, pero no nos relacionamos con fe, pero aquella mujer lo tocó con fe, le entregó su vida, Jesús sintió en su cuerpo, esa relación de vida. Aquella mujer estaba desangrándose, perdiendo la vida, había procurado la sanación por muchos caminos, la enfermedad la estaba arruinando y es la fe en Jesús la fuerza que la sana y libera.

Cuantas veces no andamos distraído buscando la vida por caminos equivocados, que nos enferman y confunden más, por ejemplo, el espiritismo, la santería etc. Toquemos con fe el manto de Jesús como aquella mujer, Jesús despierta en nosotros una fuerza interior que nos devuelve la vida, nos libera, nos centra. Jesús cierra este encuentro diciéndole a la mujer «tu fe te ha salvado».  Jesús no se atribuye para si el milagro, su modo de sanar y liberar es despertando y reconociendo la fe del creyente como fuerza salvífica.

Como decía el sabio San Agustín de Hipona «quien te creo sin ti, no te salvará sin ti». La fe es una relación de confianza y correspondencia fecunda porque da vida y libera. Jesús continúa su camino a casa de Jairo. Cuando entra ya están llorando a la niña, y Jesús se dirige al ataúd y dice: ¡Talita Kum! Que significa, ¡óyeme, niña, levántate! La niña se levantó.

Muchas veces hacemos de nuestra vida un ataúd, nos mata el pesimismo y la desesperanza, pero tomemos conciencia que, como Jairo, hay mucha gente que está orando e intercediendo ante Jesús por nosotros, y esa correspondencia en la fe hace que Jesús pronuncie, esas palabras liberadoras sobre nosotros ¡Talita, Kum!

A la luz de este pasaje:

1) te invito a que te coloques en las sandalias de la mujer, vive su fe, toca a Jesús, y deja que él sane tus hemorragias, todas aquellas actitudes, ideas, sentimientos, que consumen vanamente tu vida, deja que el Señor despierte en ti la fuerza sanadora, y escucha que te dice «tu fe te ha salvado».

 2) Como Jairo, ora a Jesús por tus seres queridos y por todos los que padecemos tanta injusticia hoy en Venezuela. La oración de intercesión es sanadora.

3) Identifica tus ataúdes, todo aquello que está en ti y que huele a cadáver, no te da vida, y escucha al Señor que te dice: ¡Talita, kum! Sólo él puede liberarnos.                        

Sagrado corazón de Jesús, en vos confió.

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