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¿Será sustituida la humanidad por la maquinidad?

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Por F. Javier Duplá s.j.

El progreso material

El progreso material no ha hecho más que debilitarnos; ha sustituido las fuerzas individuales con las energías sacadas de la materia. Mañana no necesitarán los hombres sumar, porque sumará una máquina; no necesitarán escribir, porque escribirá una máquina; no necesitarán masticar, ni digerir, porque masticará y digerirá una máquina; la máquina pensará, hablará y hará cuadros con ese indecente invento que se llama el daguerrotipo. Y un día desaparecerá la Humanidad y la sustituirá la Maquinidad, funcionando por medio de un sistema maquinal, parecido al de esos socialistas canallas de París. (Pío Baroja, El mayorazgo de Labraz, p. 176)

Uno lee el párrafo que antecede y no cree que haya sido escrito en 1903. Pío Baroja intuía que el progreso humano podía conducir a la deshumanización y que las máquinas sustituirían al hombre. ¿Pesimista semejante visión? Vamos a decir que ambigua, que puede efectivamente realizarse, pero que también puede ser que el hombre domine la ciencia y la técnica y la ponga a su servicio. 

La inteligencia artificial (IA) crece exponencialmente, pero la inmensa mayoría no comprendemos sus implicaciones. La consideramos creada por el hombre sí, y por tanto ajena a él y dominada por él. Pero IA también la vemos como una amenaza, porque nos sobrepasa en todo lo que tiene que ver con la cantidad y rapidez de la información, aunque no tiene conciencia de sí misma, sentimientos y libertad, que son las características más humanas de lo humano.

Enfrascados en la mirada dualista, nos hemos dado a la tarea de juzgar a la inteligencia artificial en términos competitivos, es decir, señalando lo que “nosotros” podemos hacer y “ella” no. En especial, “nosotros” tenemos emociones –lo que ahora es una virtud indiscutible– y “ella”, sin embargo, carece de esa finura de la existencia. Pero ella puede hacer otras cosas que nosotros no: multiplicar grandes cifras en un milisegundo, guardar una inimaginable cantidad de datos con precisión, hacer las cosas más rápido o tener respuestas que nosotros desconocemos. Lo que quiero decir con esto, y tiene un alcance para todo lo que existe, es que las cosas no funcionan bien o mal, sirven o no sirven, únicamente si nosotros somos el referente. (Lorena Rojas Parma, Inteligencias no humanas, SIC, Dossier, Agosto 2023).

Tres autores ven los peligros de la IA:

“Byung-Chul Han afirma que “no vivimos en un reino de violencia, sino en un reino de información que se hace pasar por libertad”. Yuval Noah Harari teme que los humanos no puedan sobrevivir a la inteligencia artificial. Para Éric Sadin, “estaremos rodeados cada vez más de fantasmas encargados de administrar nuestras vidas”. (Humberto Valdivieso, Aquellos que piensan: inteligencia artificial y lo transhumano, ibid.) 

Ciertamente, la información no sustituye la libertad, más bien amplía su campo de opciones y eso es bueno si esa libertad está fundada en valores sociales y religiosos.  Valores como el amor gratuito y generoso, el perdón y la reconciliación no pueden provenir de la IA, sino del interior de la persona bien formada en ellos.

Como dice Rafael Tomás Caldera, la realidad y la virtualidad se superponen, pero hay que apreciar la naturaleza y la comunicación interpersonal: 

Tiene por eso mucho sentido hablar de realidad segunda. Hemos ‘construido’ un ámbito donde pasamos buena parte del tiempo, superpuesto, podríamos decir, a la realidad primaria donde tenemos ser. Sin duda, las nuevas técnicas permiten dar mayor cuerpo a esa realidad superpuesta. Imágenes visuales, sonidos, acciones, todo ello con una apariencia de verdad que fascina, al mismo tiempo que confunde. Lo recibido nos envuelve de tal manera que hay reacciones afectivas innegables: desde una descarga de adrenalina ante un combate, un accidente o la aparición de alguna amenaza, a las lágrimas que pueden acompañar la narración de escenas humanas conmovedora. (Rafael Tomás Caldera, Inteligencia artificial. Sentido de realidad, ibid.)

Sin duda, lo primero será practicar la moderación. Sustraernos al embrujo de la realidad secundaria y sus nuevas maravillas. Para ello, se podría decir, es necesario redescubrir la importancia del contacto con la naturaleza, sin mediaciones electrónicas; la importancia de la comunicación amistosa, cara a cara; la primacía de la acción personal por sobre la condición de mero espectador o de ‘retransmisor’, como ese simulacro de actividad personal que consiste en reenviar contenidos en las redes sociales. (Rafael Tomás Caldera, Inteligencia artificial. Sentido de realidad, ibid.)

Estamos iniciando una nueva era, llámese electrónica, de inteligencia artificial o de globalización total. Tenemos que informarnos sobre sus posibilidades, que a veces nos parecen infinitas, pero tenemos que crecer también en conciencia del bien común, del amor a los demás y del abandono en manos de ese Creador que nos permite conocer tantos prodigios.

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