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P. JAMES MARTIN, s.j. “Parte de ser hermanos y hermanas no es simplemente cuidarnos los unos a los otros, por muy importante que sea, sino hacernos amigos”

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El director de la Revista SIC, Juan Salvador Pérez tuvo la oportunidad de realizar una entrevista al sacerdote jesuita James Martin s.j. sobre cuatro temas: La pobreza, la paciencia, la encíclica Fratelli Tutti y la oración.

El Padre James Martin s.j. es un sacerdote jesuita estadounidense, escritor y editor general de la revista jesuita America. En 2017, el Papa Francisco nombró a Martin como consultor de la Secretaría de Comunicaciones del Vaticano. Es autor de best sellers del New York Times y comentarista frecuente de la vida y las enseñanzas de Jesús, y de la espiritualidad ignaciana inspirada en la vida y las enseñanzas de San Ignacio de Loyola. Autor de numerosas publicaciones, su último libro se titula Aprendiendo a Rezar, una guía para todos (Learning to pray, a guide to everyone).

Entre sus libros en español se encuentran: La guía jesuita de (casi) todo: una espiritualidad para la vida real, Jesús: una peregrinación, Mi vida con los santos, y Tender un puente.

1.- Pobreza. La filósofa española Adela Cortina ha venido planteando con agudeza que existe una suerte de rechazo cultural a la pobreza, aporofobia (fobia – temor – al pobre) lo define ella, y nos hace una invitación a superar esta conducta excluyente y antidemocrática. ¿Cómo debemos actuar ante la pobreza? ¿Qué debemos hacer ante esta realidad?

Esa idea tiene sentido para mí. Durante las últimas décadas, hemos sido condicionados, al menos en Occidente, a ver a los pobres como amenazas más que como nuestros hermanos y hermanas necesitados. En Estados Unidos, por ejemplo, los ricos han convencido a la clase media de que los pobres son sus enemigos, dispuestos a quitarles cosas que supuestamente los pobres no merecen. Es lo mismo en todo el mundo, con personas que ven a los refugiados y migrantes, nuevamente, no como personas necesitadas, sino como amenazas, como personas a las que temer, como el “otro”.

Todo esto se opone al mensaje de Cristo, que no sólo era pobre, sino que también se ocupó de los pobres y específicamente nos pide, nos exige, cuidar de los pobres. Me asombra escuchar a los políticos occidentales ignorar o negar este hecho: parte de ser cristiano es cuidar de los pobres.

Quizás la mejor manera de ablandar los corazones y lograr una conversión entre las personas es presentándoles a los pobres, ya sea uno a uno o mediante historias. Esto es parte de la “cultura del encuentro” de la que habla el papa Francisco. Es mucho más difícil etiquetar a alguien como indigno o como una amenaza si conoces su historia. Es incluso mejor si puedes escucharlo contar sus historias cara a cara. Hay una razón por la que Jesús enseñó en parábolas, es decir, en historias: tienen la capacidad de convertirnos.

2.- Paciencia. Hoy la humanidad atraviesa tiempos duros. Los tiempos duros demandan actitudes virtuosas y entre esas virtudes se destaca la paciencia. “Patientia” viene del latín “patis“, sufrir. Hoy la entendemos como la capacidad de soportar adversidades. ¿Qué nos exige ser pacientes en nuestras circunstancias actuales? ¿Cuánto de sufrimiento hay en ser paciente?

Pasamos la mayor parte de nuestra vida esperando. Podríamos decir que la mayor parte de nuestras vidas no la vivimos en el espantoso terror del Viernes Santo o en la suprema alegría del Domingo de Resurrección, sino en algún punto intermedio. La mayor parte de nuestra vida, entonces, la pasamos en Sábado Santo: esperando, anhelando, preguntándonos. Esperamos que las cosas mejoren. Esperamos que la vida cambie. Esperamos una vacuna. Parte de esta espera es la paciencia.

La espera cristiana es más que una simple espera ciega, como si no supiéramos lo que sucederá o si todo dependiera del destino. La espera cristiana supone esperanza. Confía en que el cambio siempre es posible, que siempre hay nueva vida en el horizonte y que nada es imposible para Dios. Como descubrieron los discípulos el Domingo de Pascua.

3.- Fratelli Tutti. Todos hermanos, un par de palabras que definen la propuesta del pontificado de S.S. Francisco. Esta encíclica es un llamado urgente a la fraternidad y a la amistad social como medios de reconstrucción, de sanación, de un mundo herido. ¿Cómo realmente nos hacemos hermanos? ¿Cómo concretamente nos hacemos hermanos? ¿Cuándo somos verdaderamente hermanos?

Éstas son preguntas importantes. Para mí, podría resumirse la gran encíclica del papa Francisco Laudato Si, sobre la creación, con una frase poderosa que él usa: “Todo está conectado”. Y quizás una forma de resumir Fratelli Tutti es con la frase “Todos están conectados”.

Parte de ser hermanos y hermanas no es simplemente cuidarnos los unos a los otros, por muy importante que sea, sino hacernos amigos. ¿Y qué significa eso? Significa tomarse el tiempo para escucharnos, unirnos a los demás en tiempos difíciles e incluso llorar con ellos. ¡Y reír también!

Una de mis expresiones favoritas sobre este punto proviene de un jesuita profesor de teología moral en el Boston College, James F. Keenan, SJ. Es brillante su definición de misericordia, pero también puede usarse como una definición de amistad y de ser hermano o hermana de alguien. Dice que es la “voluntad de entrar en el caos de la vida de otra persona”. Eso es lo que se necesita.

4.- Oración. Usted recientemente publicó un libro (lo define como un manual) para Aprender a Rezar.  El momento es preciso, porque la situación borde como la que vivimos con la pandemia, nos llevó a todos (de una forma u otra, creyentes o no) a encontrarnos íntimamente con nuestros temores y nuestras preguntas. Algunos años atrás el Cardenal Carlo María Martini s.j. y Umberto Eco, reflexionaron epistolarmente sobre ello, y quisiera retomar este tema ante estas circunstancias: ¿En qué consiste la oración del que no cree? ¿Y en qué consiste la oración del que cree?

¡Esas son preguntas difíciles! Creo que podría estar en desacuerdo con algunas personas que dicen que el no creyente puede orar. En su lugar, podría usar la palabra “meditar”. Ciertamente, un no creyente puede meditar, y muchos lo hacen. Pero si la persona se resiste por completo a la idea de Dios, entonces sería difícil “orar”. Porque la oración tiene un objeto, y ese objeto es Dios.

Pero incluso si hay un poco de curiosidad sobre la posibilidad de la existencia de Dios, ¡entonces creo que Dios puede trabajar con eso! Así que el agnóstico, o el que duda, o el que busca seguramente puede orar.

En ese caso, una de las cosas más importantes es que el que busca reconozca que el mismo deseo por la oración proviene de Dios. Es decir, muchas de estas personas que buscan sienten que están orando simplemente por curiosidad. Pero a menudo les digo: “Así es como Dios los está atrayendo”. ¿De qué otra manera haría Dios eso? Una pequeña placa en una casa de retiro resumió esto para mí: “Lo que buscas te está buscando”.

¿Cómo ora el creyente? Bueno, ¡de tantas formas! (Esa es una de las razones por las que escribí mi nuevo libro). Pero en el fondo, él o ella ora honestamente, con confianza y luego con aceptación. Y de la forma que desee. Y no hay formas incorrectas de orar. Cualquier camino que te acerque a Dios es el camino correcto para ti.

Por Juan Salvador Pérez

Director Revista SIC

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