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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.
FOTO F_LUISA PERNALETE

Por Luisa Pernalete / @luisaconpaz*

Los venezolanos estamos llenos de problemas, de antes de la cuarentena y los que vinieron después. El primer paso para resolver cualquier problema, es reconocer que lo tenemos. Por otro lado, solos no podemos salir de problemas que afectan a la mayoría. Hay que reconocer al otro, al que piensa distinto a nosotros. Sobre la necesidad urgente de reconocer y de reconocernos, escribo

Si usted sufre de gastritis, y peor, cree que su malestar es porque comió algo en mal estado, no enfrentará debidamente su enfermedad. Reconocer esa dolencia adecuadamente, es el primer paso.

Si su hijo, adolescente, anda con “malas juntas”, y usted disfraza la situación y dice que sólo son “antipáticos”, y no reconoce el riesgo, su hijo puede terminar mal. Lo primero es reconocer que esas amistades son peligrosas.

Los venezolanos tenemos que reconocer que muchos de nuestros problemas: hiperinflación, inseguridad alimentaria, colapso de los servicios públicos, la escasez de gasolina, por mencionar algunos, estaban instalados en la sociedad venezolana antes de decretarse la cuarentena, y están afectado a una buena parte de la población y no a usted solo, aisladamente.

Y si hablamos de educación, la alteración de la rutina escolar, entendiendo por esta: clases todos los días, horarios iguales, maestros en cada aula, asistencia regular de los estudiantes, ya lleva varios años, no arrancó con la cuarentena. Cada vez tenemos más renuncias de maestros, por ejemplo, la falta de alimentación en los hogares y la no garantía de alimento en la escuela, influía en la inasistencia, por mencionar uno de los factores señalados por la Encovi hace más de un año… Eso hay que conocerlo y reconocer: saber que es parte de la Educación en Emergencia. Si se reconoce que uno de los factores principales de las renuncias es el bajo salario de los docentes, y se reconoce la inflación –la más alta de América Latina y una de las más alta del mundo–, entonces hay que enfocarse en el cuidado de los maestros.  Si no se reconoce que los docentes no tienen suficientes herramientas para educar a distancia y, por el contrario, se dice que “todo está perfecto” y que los maestros no necesitan acompañamiento y formación, los problemas generarán más problemas, probablemente muy poco aprendizaje, posiblemente más abandono escolar y… más renuncias.

Si con la cuarentena prolongada, prolongadísima, no reconocemos nuestros sentimientos y emociones, la angustia, la rabia no comprendida que a veces se dispara, el fastidio de los chicos por la educación a distancia, no siempre entendida, ni útil, no haremos nada o haremos poco por administrar esas emociones. O sea, hay que utilizar lo que yo llamo “el detector de verdades”: espejito, espejito, ¿dime como me siento hoy y dime por qué me siento así?

Si usted reconoce los problemas, tal vez reconozca también la necesidad de buscar ayuda, habilidad que, es bueno decirlo, es señal de inteligencia.

Haga su lista de problemas en el hogar: materiales, de trabajo, de relación con los hijos, de relación con los vecinos… Póngale nombre y tal vez, jerarquice: cuáles son graves, cuáles leves, cuáles le afectan más… Ese será el primer paso para enfrentarlos.

Además de estos problemas y otros que usted y yo conocemos, tenemos estas salidas inadecuadas como “sálvese quien pueda”, o sea: cada quien, por su lado, a pesar de ser problemas comunes, o la dificultad en reconocerse y entenderse de los diferentes actores políticos, que impide acuerdos nacionales antes problemas nacionales, que nos mantiene con el juego trancado.

Reconocer al diferente, proponer conversar, no significa “traicionar” ni dejar de ser lo que se es. Tampoco significa “borrón y cuenta nueva” y olvidar que ha habido violaciones a los DDHH, incluso crímenes de lesa humanidad. Como se desprende de la encíclica Fratelli Tutti, del papa Francisco, aceptarnos como hermanos no supone que aceptemos que el otro nos ofenda, nos maltrate. Tampoco nadie puede ignorar que hay extremistas de lado y lado, pero también hay quienes buscan entenderse, como lo hizo Mandela cuando le tocó ser presidente en un país lleno de problemas y acumulación de heridas y, sin embargo, evitó una guerra civil. Se sentó no con quien quería, sino con quién debía hacerlo. Nadie dice que sea fácil, pero creo que es peor este sufrimiento prolongado y que se acrecienta día a día.

Hay grupos en el país buscando “entendimiento”, por dar un ejemplo, la gente de Diálogo Social, integrado, entre otros, por Dale Letra, Cepaz (Centro de Justicia y Paz), Sinergia, Observatorio Global de Comunicación y Democracia, que hablan de la necesidad del reconocimiento del otro, de una negociación, de un entendimiento para llegar a acuerdos… Por supuesto, los entendimientos nacionales deben tener el marco de la Constitución.

En todos los casos, el primer paso es reconocer que “el otro” existe, y que solos, aislados, no salimos de esta crisis. *Educadora – Fe y Alegría. Activista y defensora de DDHH.

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