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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Los convidados: “discernir tu invitación en medio de tanto ruido”

Venezuela
Foto: Archivo Web

Por Alfredo Infante sj 

El escenario del evangelio de este domingo es un banquete, una mesa compartida, esa que es tan difícil tenerla hoy en Venezuela. Uno de los comensales está tan agusto en ese encuentro con Jesús que exclama «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino!» Algo así como, parafraseo, «¡si la estamos pasando bien aquí compartiendo esta mesa cuánta más dicha será compartir el banquete del reino!».

El sabio Jesús aprovecha esa oportunidad para contar una parábola sobre el reino. Nos dice que un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente, «venid que ya está preparado», pero los primeros invitados a la hora de la chiquita, tenían muchos compromisos, muchas cosas importantes que hacer y se excusaron. El banquete les resultaba irrelevante, de poca monta ante tantos asuntos serios por hacer y se autoexcluyeron; uno dijo «he comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame por favor.» y así uno tras otro fueron evadiendo la invitación y despreciando con diplomacia al dueño de la fiesta; pensarían «para qué perder el tiempo en un banquete habiendo tantas cosas importantes y serias por hacer» y despreciaron al señor de la fiesta.

Entonces el dueño de la fiesta mando a sus servidores a las calles y plazas públicas a invitar a todos aquellos que el mundo ha excluido y no tienen «tantos asuntos serios» y se llenó la casa porque estos se regocijaron con la invitación; aquella invitación era lo más grande, hermoso y bello que les había pasado en su vida. Es decir, la dicha del reino no está sólo en el banquete sino en la libertad y disposición de corazón de quien acoge y entra al banquete; estos últimos que terminan siendo los primeros en disfrutar el banquete, son dichosos porque su corazón no está asfixiado por los banquetes del mundo.

Estos últimos excluidos del mundo son los primeros para Dios y la invitación y amor del Señor es su mayor amor y su mayor llamado. Estos son los que cantan ¡Que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!

Hoy en Venezuela la distracción no sólo es tentación para quienes tienen grandes negocios, para la mayoría la vida se ha elementarizado a tal extremo que se corre el riesgo de perder la sensibilidad por el encuentro fraterno, pulmón posibilitador de la esperanza y la transformación. Para el pobre y el de la clase media es el agua, el gas, la bolsa de comida, la cola del transporte, el miedo a enfermarse, etc; tantas cosas que nos distraen y fragmentan nuestro corazón.

El desafío está en ver cómo en medio de semejante vorágine podemos mantener la libertad de corazón y no perder la sensibilidad interior para captar la invitación al banquete; cómo mantener la libertad de corazón para no perdernos en las añadiduras y centrarnos en lo que verdaderamente nos humaniza y humaniza a los demás; cómo no caer en las redes y cadenas de las excusas y autojustificaciones; cómo descubrir lo valioso de la llamada y del convite del Señor.

Oremos Señor danos sabiduría para discernir tu invitación en medio de tanto ruido y preocupaciones. Que la elementarización de nuestra vida no sea una excusa para dejar de encontrarnos con la verdad, la belleza y el bien que nos ofrece tu convite.

Sagrado corazón de Jesús, en vos confío Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega. Caracas-Venezuela.

Fuente: Alfredo Infante

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