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La verdad nos hará libres

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Mirla Pérez

En mi artículo publicado el 7 de septiembre sobre la soledad y el totalitarismo, presenté en qué consiste el poder del sistema que nos domina. El colapso como política de estado y el consecuente aislamiento. En la desarticulación y fragmentación ellos son fuertes, por eso constantemente golpean el fundamento cultural del pueblo y las élites. Saben hacia donde deben enfilar el golpe.

Ahora bien, las tres cosas que el sistema sabe que son efectivas, y por tanto las aplican, dan una apariencia de poder y control. El golpe constante a las estructuras de convivencia, los mecanismos de coacción y la comunicación que les presenta como el único poder posible, levantan sobre nosotros un monstruo todopoderoso; sin embargo, a pesar de todo esto, digo en una sola voz: nos permitimos dudar.

Dudo porque lo que veo a diario es un pueblo luchando contra la hegemonía. Para que haya control debe haber docilidad, obediencia y resignación. Yo no la veo.  Veo sobrevivencia, ocupación en los asuntos básicos, pero también, incredulidad en la conveniencia de las políticas del régimen y la certeza, en la gente, que desde Miraflores se busca sistemáticamente hacer daño. No hay confianza en el régimen, el pueblo siente que todo el sistema está soportado en la mentira.

Esto último es muy poderoso para una representación de la debacle del sistema porque la gente tiene una alta valoración de la verdad; este es uno de los atributos fundamentales que el pueblo busca en un líder. Cuando en un estudio de opinión pides que enumeren lo que más valoran del liderazgo, lo primero que aparece es la verdad asociada a la sinceridad, sigue la valentía, la constancia y el sacrificio.

Estas cualidades son atribuidas a ciertos líderes de la oposición, no al gobierno. En este sentido, es lo que se espera, valora y se requiere, incluso, por encima de la unidad. Si nos centramos en la percepción de la gente, el régimen es débil, una expresión que lo resume: “no lo quiere nadie…”, “están solos…” Para la gente la soledad y el aislamiento son cualidades que acompañan a la dictadura.

Vamos a hacer el ejercicio de pensarnos desde el poder que poseemos como pueblo y el valor político de la articulación. Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, en Venezuela se han registrado 8.372 protestas en lo que va de año. ¡No es poca cosa!

En un sistema totalitario la toma del espacio público ya es un acto de resistencia y rebeldía suprema. No hay lugar en este país en el que no haya algún movimiento socio-político contra hegemónico. Nos encontramos con un pueblo no apaciguado, pero con una parte de la dirección política opositora que sí lo está.

En este marco voy a decir algo que quizás suene odioso a los oídos de algunos opositores timoratos: no es el momento de liderazgos únicos, sino de líderes que hablen con la verdad, que estén comprometidos con la causa de la gente, que hagan del acompañamiento popular su principal bandera.

El proceso de liberación culminará, porque ya empezó, cuando la élite política logre entender que tienen que dejar de mirarse el ombligo y empezar a mirar al que está al lado. El pueblo que está en la calle sin convocatoria partidista, pero con una clara vocación política de lucha sin resignación.

Se necesita más que la mera articulación política entre los factores partidistas, toca acompañar y favorecer las redes comunitarias que permitan el doble movimiento: resistir y enfrentar. Somos testigos de cómo la trama solidaria constituye un punto de reinvención, apoyo mutuo y lucha. Rebeldía instalada en el sentido de solidaridad y convivencia de las comunidades populares.

Si parte de esa élite política opositora deja de creerse el centro del mundo podrá entender que el poder no reside en ellos y su articulación o consensos en torno a sus ideas, sino en la real capacidad de escucha y liderar una lucha popular basada en la verdad y en la empatía de esfuerzos.

El camino está por hacerse, pero ya las comunidades han dado el primer paso. Cierro con dos párrafos representativos de lo que la gente siente y se repite constantemente:

“Claro, nosotros necesitamos creer en alguien, necesitamos de verdad un líder. Pero un líder honesto… alguien que diga la verdad, que se pare allí y le duela… que sea alguien que se mantenga… que sea constante.”

“Porque… necesitamos que ese alguien de verdad nos demuestre que vive lo que nosotros estamos viviendo.”

La empatía y el reconocimiento del otro que conduce a esta afirmación: “la honestidad es más importante que la unidad…” es el sentido político de nuestros tiempos.

Fuente: http://efectococuyo.com/opinion/la-verdad-nos-hara-libres/

 

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