Por Víctor Álvarez R. | @victoralvarezr
La Comisión Nacional de Primarias (CNP) de la Plataforma Unitaria anunció que la elección de su candidato a las Presidenciales de 2024 se realizará el 22 de octubre de 2023.
Aquellos partidos políticos que cuestionaron las condiciones electorales, llamaron a la abstención y desconocieron los resultados de las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias, finalmente decidieron retomar la ruta electoral. Esta decisión de participar en las Presidenciales de 2024 es un paso importante en la reorientación de la estrategia de la oposición radical que ha retomado la vía de una solución política, electoral y pacífica del conflicto venezolano.
La elección de un candidato único y unitario tiene un potencial de convocatoria electoral que puede arrasar en las Presidenciales de 2024. Pero esto representa una amenaza que el régimen no se puede permitir. El oficialismo tiene claro que, de perder el poder, al día siguiente se desataría la cacería de Nicolás Maduro y sus principales colaboradores, cuyas cabezas tienen una jugosa recompensa. Por eso el oficialismo apostará a atizar las contradicciones internas y la división de la oposición.
El deterioro de las condiciones electorales será la estrategia premeditada en la que la oposición no debe caer nuevamente para justificar la abstención, que facilite al Gobierno convertir en mayoría su decadente apoyo electoral. Solo si sus rivales se presentan divididos y sin opción es que el Gobierno aceptará mejorar las condiciones electorales. Al oficialismo le interesa celebrar unas elecciones que sean reconocidas nacional e internacionalmente, pero sin poner en peligro su continuidad en el poder.
Si no se liberan los USD 3.200 millones congelados en el sistema financiero internacional que serían destinados a los programas sociales, el Gobierno no volverá a las negociaciones en México y será muy difícil lograr el canje de flexibilización de sanciones por mejores condiciones electorales. Así, los abstencionistas tendrán renovados pretextos para llamar nuevamente a no participar en las Presidenciales de 2024, lo cual es totalmente funcional al objetivo del Gobierno de preservar el poder.
Los partidos que forman parte de la Plataforma Unitaria han exacerbado sus contradicciones. El episodio más reciente fue la disolución del gobierno interino en medio de un fuego cruzado de acusaciones de corrupción que llevó a la defenestración de Juan Guaidó. La Plataforma Unitaria tiene un equilibrio muy precario y cualquier desencuentro puede descalabrar esa frágil unidad. La alta conflictividad entre la dirigencia opositora hace difícil la elección de un candidato único y unitario. En el caso de los partidos que integran la Alianza Democrática –tan denostada por la Plataforma Unitaria– preferirán seguir siendo oposición en otro Gobierno de Nicolás Maduro, a ser excluidos y castigados por colaboracionistas y alacranes en un eventual gobierno de la Plataforma Unitaria, tal como ya lo hizo el G-4 en la Asamblea Nacional del 2015.
La mayoría de los partidos de la Plataforma Unitaria postularon su respectivo precandidato. Y entre los partidos de la Alianza Democrática u otros que no forman parte de ninguna de estas coaliciones, y decidieron no participar en las primarias, se cuentan al menos: Alianza del Lápiz, Acción Democrática, Avanzada Progresista, Copei, Cambiemos, Primero Venezuela, Movimiento Democracia e Inclusión (MDI), Soluciones y Unión y Progreso.
Por presiones externas, la CNP decidió que las inhabilitaciones políticas impuestas por la Contraloría General de la República no serán un obstáculo para postularse en las primarias. Pero de ganar un pre candidato inhabilitado, el Gobierno impedirá su inscripción en las Presidenciales de 2024. Entonces, ¿De qué sirve una elección primaria si al día siguiente inhabilitan al candidato que la gane?
Si la primaria es para elegir un candidato que no pueda competir y así tener el pretexto de insistir en la misma política abstencionista y de desconocimiento del resultado electoral a la que se apeló en las Presidenciales de 2018 y en las Parlamentarias de 2020, esto no hará otra cosa que prolongar la crisis de gobernabilidad. Los partidos políticos que inscribieron precandidatos inhabilitados serán corresponsables de una nueva frustración del país descontento que verá cómo se aleja la posibilidad de una solución política, electoral y pacífica del conflicto venezolano.
El gran reto es elegir a un candidato que pueda competir y motive una masiva participación del electorado. Pero la CNP está sometida a fuertes presiones por quienes pretenden perforar su autonomía para imponer una elección primaria a la medida de una estrategia política particular. El presidente de la CNP, Jesús María Casal, advirtió que “hay temas álgidos aún pendientes por decidir”. Uno de estos sigue siendo el alcance de la cooperación del Consejo Nacional Electoral (CNE): ¿Se limitará solo al uso de los centros electorales? ¿Se utilizará el Registro Electoral Permanente? ¿Se utilizarán las máquinas de votación o el voto será manual? ¿Se procederá sin el apoyo del CNE?
Los elementos más sensibles que pueden facilitar o entorpecer la buena marcha de las primarias son la confianza en el CNE, en el Registro Electoral Permanente y en las condiciones electorales. Al CNE le critican el retraso en las depuraciones del Registro Electoral Permanente (REP) y lo acusan de permitir que en Venezuela voten hasta los muertos. Los rezagos relacionados con las depuraciones por defunción, reubicaciones por cambio de domicilio, migrantes y registro de nuevos votantes dan pie para cuestionar al CNE y esto genera desconfianza en el elector. Quienes se oponen a la asistencia técnica del CNE siembran dudas sobre el carácter secreto del voto, advierten sobre retaliaciones una vez que la identidad del elector sea revelada, y esto puede tener un efecto contraproducente al inducir una alta abstención que favorezca al oficialismo.
En dependencia de cómo se resuelvan los asuntos álgidos que están pendientes, se puede producir una implosión interna que desemboque en el lanzamiento de varias candidaturas desde la propia Plataforma Unitaria. Si a estos candidatos se suman los de la Alianza Democrática, una oposición dividida y descalificándose entre ella misma desestimulará a los electores y provocará una gran abstención que pondrá a ganar al candidato del Gobierno.
Por eso, más allá de las esperadas maniobras del Gobierno para dividir y debilitar a sus adversarios, la mayor amenaza que tiene un cambio político en Venezuela se origina en las contradicciones, odios y divisiones dentro de las propias filas opositoras. El torneo de insultos entre los principales líderes de la oposición que se acusan de colaboracionistas, alacranes, corruptos y falsa oposición es totalmente funcional y útil al Gobierno, que atravesará todos los obstáculos para evitar que sus rivales se presenten con un candidato único y unitario que pueda capitalizar electoralmente el descontento nacional para provocar un cambio en el mando político del país por la vía democrática, electoral y pacífica.
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