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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Cuando la crisis sirve de pivote nos reinventamos

Solidaridad Zulia
Foto: cortesía Jeannette Makenga.

Por Jeannette Makenga*

Parece que el mundo se ha detenido con la COVID-19. Sí, se ha detenido nuestro mundo loco que iba a un ritmo vertiginoso. Cuando sigo y veo las noticias del mundo, en un momento siento que se ha parado el movimiento planetario.

Los colegios se han vuelto virtuales, con tareas vía internet. De alguna forma, los estudiantes aprenden a investigar junto a sus padres. Los trabajos se hacen desde las casas y las reuniones laborales por videoconferencia. Las iglesias se volvieron domésticas. No podemos acercarnos mucho, el distanciamiento social es salud. El tacto es, dicen los expertos, aquello que se pierde en el penúltimo lugar de nuestra existencia. El último es el aire.

Y en esta realidad mundial, se nos ha impedido celebrar ese sacramento de la despedida definitiva: el tocarse. Tocar contamina. ¿De qué contamina? ¿De cariño? ¿De seguridad? ¿De acompañamiento? ¿De solidaridad? ¿De placer? ¿De felicidad? … Y en todo esto Dios está presente. Así lo siento. Él está en medio de su pueblo y se manifiesta de diferentes formas. Sólo hay que verlo. Hay que experimentarlo. Lo palpo aquí en nuestra misión, en la experiencia diaria.

¡Dios camina con nosotros! ¡No estamos solos! Él nos inspira y nos ayuda a reinventarnos en medio de esta crisis que nos ha pillado por sorpresa. La crisis nos sirve de pivote para girar hacia la solidaridad entre hermanos. Dios da la cara por nosotros, ¡estamos alegres!

Desde hace un año, estamos trabajando de la mano con UNICEF en Etnia Guajira, un barrio de Maracaibo al noroeste de la ciudad, donde el 99% de la población es de la etnia Wayuu. El Centro de Promoción Integral del Niño (CEPIN) junto a UNICEF está ejecutando un proyecto en los siguientes ejes: nutrición, educación, protección y WASH, que es el saneamiento de agua o agua segura para las comunidades.

Se formaron 42 promotores comunitarios, que son los líderes que hacen el diagnóstico y el seguimiento a los niños con déficit nutricional. Nuestras actividades se extienden a 25 comunidades. En el programa hay dos médicos y dos nutricionistas. Antes de la pandemia realizábamos jornadas médicas en cada comunidad. Atendíamos hasta 800 personas en cada una. Todos los sábados íbamos a un sector diferente. Las comunidades, al ver eso, se sumaban, nos traían sus censos. Ha sido un efecto onda expansiva. Nuestra atención ha alcanzado a un total de 12 mil personas, incluyendo mujeres embarazadas y lactantes.

UNICEF nos suministra insumos para la implementación del proyecto en sus diferentes ejes. Con su apoyo, hemos recuperado a más de 100 niños que estaban en estado de desnutrición agudo y moderado. Dios se hace presente en medio de su pueblo y más aún en este tiempo de la crisis humanitaria compleja que vive Venezuela.

Foto: cortesía Jeannette Makenga.

También contamos con el apoyo de la Fundación Isabel Martín que nos financia el proyecto de huertos familiares y ha hecho que los beneficiarios se sientan empoderados y con independencia económica. En estos tiempos difíciles, ellos siguen cultivando, consumiendo y vendiendo sus productos. Hemos desarrollado capacidades y se está notando en la comunidad. Gracias a Dios, han sido muchas familias beneficiarias de este proyecto. La ayuda de la Fundación Isabel Martín alcanza y sostiene al CEPIN desde hace 6 años. Y seguimos con su apoyo, con un pozo de aguas profundas.

La llegada del coronavirus nos tomó por sorpresa. No sabíamos que iba a llegar hasta aquí, pero llegó. Nos prohibieron las grandes aglomeraciones, pues nuestras jornadas reunían a mucha gente. Nos pidieron usar las mascarillas para no contaminarnos y empezamos a usarlas. Luego, tuvimos que parar una semana para ver qué y cómo íbamos a hacer para reinventarnos ante los niveles de riesgo por la gran cantidad de gente que atendemos.

Durante esa semana estuvimos reflexionando: ¿Qué hacer realmente para responder a este desafío? ¿quedarnos en casa? ¿confinarnos? Fue una semana de reflexión, meditación y discernimiento. Decíamos: los niños no pueden venir al CEPIN, no podemos realizar las jornadas… hay mucha hambre, hay muchos niños desnutridos en nuestras comunidades, ¿qué hacemos? ¿los dejamos morir? ¿o buscamos responder con precaución a lo que nos toca vivir? El mundo ha cambiado, ¿cómo podemos seguir en la evangelización? ¿Nos quedamos en casa? ¿o buscamos cómo aportar solución a este problema? ¿cómo utilizamos la crisis como pivotaje para llegar a nuestra meta?

Decidimos seguir en el servicio de los más pequeños y comenzamos a atender a los niños, pero con la modalidad de recogida de comida. Los representantes pasarían a buscar la comida, no los niños, por prevención. Pusimos puntos de lavado de manos del método tippi tap.  Aprovechamos de dar las charlas a los padres y madres que acudían sobre el lavado de manos, la higiene corporal y el ambiente, el tratamiento del agua, la protección y los derechos del niño. Nuestra atención ahora llega a ellos de manera directa. Dios actúa y hace posible la realización de nuestros proyectos.

Con esta nueva modalidad, la primera semana atendimos a 450 personas. La segunda, entre 600 y 700 personas. Y las semanas siguientes hasta más de mil personas. A Dios gracias, UNICEF ha reconducido el proyecto. Ahora es para alimentación a niños, mujeres embarazadas, lactantes y personas mayores en estado de alta vulnerabilidad. Varias empresas, así como personas que nos conocen nos están ayudando, porque ven que aquí no nos hemos parado, que estamos dando respuestas a la situación actual.

Proporcionamos alimentación a las comunidades que ahora no tiene cómo tener y no nos damos abasto. Sin embargo, no tenemos miedo. Es como si escucháramos la voz de Jesús en este momento: “No tengas miedo, yo estoy contigo…”. Es tiempo de servir, seguir adelante, recrear, acompañar, escuchar, recibir al Señor que está padeciendo y confinado, sin comida en las casas de nuestra gente.

Quizás hemos vivido juntos por mucho tiempo sin conocernos. Este es el momento de hacerlo. Es momento de solidaridad, de cercanía y cariño, de mirar a los ojos a los hermanos, de derribar las barreras imaginarias que construimos en tiempos pasados. Es tiempo de caminar con la gente y de dejarnos sorprender por lo que tienen para ofrecernos.

Un aprendizaje fundamental para nosotros ha sido visibilizar la realidad que nos rodea más allá de nuestras fronteras. Otro, ser testigo del fortalecimiento de la identidad y el empoderamiento de los promotores con sus comunidades. Se nota en ellos mayor seguridad y compromiso en el servicio comunitario. También es significativo, el nivel de responsabilidad de los padres y madres en la educación de sus hijos.

Una barrera que se ha roto es la solidaridad entre promotores con sus comunidades para atender el problema de la desnutrición, muy a pesar de su cultura en la que la desnutrición puede ser producto del mal de ojo y no una causa estructural ligada a factores políticos, económicos y sociales.

El trabajo ha sido duro, sin embargo, podemos ver frutos, aunque todavía muy pequeños. Una pregunta que nos asalta frecuentemente es si es posible seguir por mucho tiempo ofreciendo esta ayuda. En particular, no lo sé, pues vivo cada día con serenidad y veo que los demás colaboradores también lo están llevando con tranquilidad. Parece mentira, ya van más de tres meses y aquí seguimos animando, ayudando y acompañando.

Estamos trabajando para que nuestra gente fortalezca su dignidad. Les estamos aportando capacidades y competencias para que tomen las riendas de sus vidas. El Estado está llamado a cambiar esta situación, generando mejores condiciones de vida para la población. Sin un cambio real en la forma de gobierno o un cambio político, las cosas seguirán empeorando. Nosotros estaremos aquí al lado de la gente, como Iglesia, para seguir mostrándoles que no están solos, que pueden salir adelante.

*Hermana Misionera de Cristo Jesús. Directora General del CEPIN

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