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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Cristo Rey su bandera ha levantado

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“Y quiere todo el mundo conquistar. Nos invita a luchar siempre a su lado. A
seguirle, cruzados, a triunfar”. Ese era (o es) el himno de la Cruzada Eucarística
que aprendí cuando era un niño de 12 años. Presenta un concepto de la realeza
de Cristo muy distinto del que hoy tenemos muchos en la Iglesia. ¿Cuáles son las
diferencias? El himno presenta un rey batallador, conquistador por la fuerza, como
lo hicieron hace bastantes siglos los cruzados, que querían rescatar los Santos
Lugares del dominio de los musulmanes. Es el empleo de la fuerza como símbolo
principal de la realeza. Hoy entendemos la realeza de Cristo de un modo
totalmente distinto. Lo expresa muy bien José Antonio Pagola:


Jesús no es rey. Y Dios no es rey. Jesús revela a Dios más que nunca cuando se
pone a lavar los pies (yo, el maestro y el Señor), y más aún cuando muere
despreciado y “vencido” en la cruz. Dios es así, lo vemos en Jesús. Dios es el que
da la vida por las ovejas. La imagen del Todopoderoso, Rey de reyes y Señor de
señores, Altísimo, Señor de los ejércitos, Gobernador del Universo, nos interesa
poco. Nos interesa lo que hemos visto de Dios en Jesús. Y hemos visto a Dios
enamorado, trabajando por sus hijos, capaz de dar la vida, puesto al servicio.
Mientras no nos cambiemos al Dios de Jesús, estamos lejos del Reino. El Reino
de Dios está dentro, no fuera, está en la disposición de servir, está en la
necesidad de agradecer el bien recibido”.


“Cristo tiene que reinar, es decir: las personas humanas tienen que ser liberadas
del mal, tienen que vivir como hijos, tienen que conocer a su padre. Podremos
poner una estatua de Cristo rey coronando nuestras ciudades, podremos
entronizar a Jesucristo en nuestras casas cuando no haya pobres entre nosotros,
cuando vivamos respetando la naturaleza, cuando los gobernantes sean pastores
que se preocupan del pueblo, cuando nuestras relaciones se basen en el respeto
y en el perdón. Ése es el reino que está por construir.”


La historia de la Iglesia nos presentó durante siglos un reinado de Cristo al modo
de las realezas humanas y por eso los Papas tuvieron territorio, ejército, corte
papal. Gracias a Dios eso ya es historia pasada. Los últimos papas han tenido
gran autoridad moral por ser imitadores de Jesucristo despreciado por los grandes
de este mundo, desposeído de fuerzas militares, constructores de la paz.
El reinado de Cristo en Venezuela está lejos, muy lejos. Como los
contemporáneos de Jesús, muchos pensaron que un gobierno fuerte puede
edificar una mejor sociedad. Pero no es así y nunca ha sido así. Hacer trampas
para enriquecerse, obligar a pensar de la misma manera, meter en la cárcel a
menores de edad, no tener trabajo digno, ha obligado a millones de venezolanos a
emigrar. Si hoy viviera Jesucristo como hace dos mil años, sería un emigrante más o estaría en la cárcel. Sería crucificado de nuevo, como lo expresó Nikos Kazantzakis en una famosa novela.


Con la fiesta de Cristo Rey culmina el año litúrgico y comienza el Adviento en
preparación de la Navidad. Dios se hace niño, necesitado de cuidados, desterrado
a Egipto, admirado por su sabiduría y su compasión sanadora, perseguido,
ajusticiado y muerto en la cruz. Es un periplo vital que poco tiene que ver con las
vidas de los reyes, pero que quiere conducir a una sociedad fraterna, donde no
haya ricos desmedidos y pobres de todo. ¿Escucharemos ese grito que clama por
una mejor Venezuela?

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