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Cristo Rey , masacre en Icabarú

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Por Monseñor Felipe González González

Eran las tres de la tarde cuando Cristo agonizando en la cruz exclamó aceptando la voluntad del Padre: “Todo se ha cumplido. En tus manos, Padre, encomiendo mi Espíritu”.

Era la ante víspera de la fiesta litúrgica de Cristo Rey.La hora del poder de las tinieblas en la que se comenzaban a libar amigablemente los primeros “palos” para celebrar el fin de semana. A esa hora llegó la banda de zamuros a Icabarú a “limpiar” el pueblo. Lamentablemente no lograron su objetivo, sino que lo enlodaron más con la sangre de los asesinados.

Vaya mi oración al Dios Bueno por el descanso eterno de los fallecidos y mis sentimientos de condolencia y acompañamiento a los familiares y allegados de los difuntos.

El Reino de Cristo es el reino de la paz, de la justicia, de la verdad, de la libertad, del servicio, del amor. Todo discípulo de Cristo maestro debe acatar estas normas y tratar de cumplirlas. ¿Quién es el rey escondido de estos “valientes encapuchados” que da las órdenes para tal limpieza?

¿Quiénes son estos asesinos que acatan estas órdenes inhumanas?

Estamos terminando el año y van tres situaciones de este tipo con saldos de asesinados, perseguidos y desaparecidos en el Vicariato del Caroní, Gran Sabana: en Enero en Canaima. En Febrero, en Cumaracapai-Santa Elena y ahora, Noviembre en Icabarú. En las tres situaciones se atisban y presumen los mismos componentes: unas cabezas de autoridades gubernamentales que dan órdenes desde la oscuridad, unos ejecutores armados, vestidos de verde o de capucha y unos indígenas pemones indefensos masacrados por protestar u ocupar espacios inadecuados que interfieren el dominio de los poderosos. ¿Hasta cuándo este abuso?

¿Qué dice la partida de defunción de los fallecidos? ¿Qué dice la autopsia? ¿La muerte fue causada por un paro respiratorio? ¿Qué ha sido de los culpables intelectuales y materiales?

Es oportuno exigir a las autoridades competentes nacionales y regionales que se avoquen a revisar y solucionar estos casos con justicia y con verdad sin buscar chivos expiatorios a quien echarles la culpa para quedar bien con el “yo no fui, fuiste tú”.

Es muy bonito hablar de paz y de alegría en estos días, próximos a la Navidad. Hasta es posible que a alguno de los familiares de los fallecidos le llegue un aguinaldo extra con el carnet de la patria o un pernil. Pero esto ¿puede suplir el hueco del hijo, del esposo, del papá que no está en la noche de Navidad o de Año Nuevo?

Desde aquel “exprópiese” hasta el actual “la culpa la tiene el Imperio”, la situación no ha mejorado a Venezuela, lo cual se confirma en las carpas brasileras de Pacaraima llenas de emigrantes venezolanos buscando cómo entrar legalmente en Brasil porque en Venezuela no pueden vivir. La población de Venezuela sigue disminuyendo. Sólo crecen las colas inmensas de gándolas que cruzan la frontera. ¿Qué traen, qué llevan? ¿A dónde van? ¿Quién se beneficia con ese tráfico y ese negocio? Con el paso de las gándolas crecen los huecos de las carreteras, pero no mejoran las siembras en las haciendas venezolanas para que Venezuela vuelva a ser la exportadora de perniles, de pollos, de arroz, de azúcar, de maíz, de café… y los venezolanos produzcan aquí sin tener que ir a sembrar y cosechar para otros países.

Se pide diálogo. Para haber diálogo tiene que haber paz. Para que haya paz debe haber: justicia, verdad, libertad y amor. (San Juan Pablo II. Mensaje para el día de la Paz).

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