Por Ariel González | Todo Noticias
Nicolás Maduro resiste pero hay crecientes señales de un progresivo resquebrajamiento dentro del gobierno bolivariano entre los partidarios de la continuidad y aquellos que buscan una salida negociada a la profunda crisis política, social y humanitaria. Sin embargo, el país caribeño no tendrá una salida ni rápida ni fácil.
Más allá de las discusiones sobre el rol de Estados Unidos, Rusia y China en la crisis venezolana, la razón principal de la crisis es la implosión del sistema económico y social gobernado por el Partido Socialista Unido de Venezuela. La producción petrolera, principal fuente de ingresos y exportaciones, cayó alrededor de 50% en comparación con 2009, con niveles de precios internacionales bastante inferiores. Además, la creciente presión contra el sector privado del proceso económico bolivariano terminó reprimarizando la economía. Venezuela terminó dependiendo cada vez más de productos manufacturados de origen extranjero, especialmente en el área de alimentos y bienes de consumo masivo.
La economía eclosionó, así como las principales variables de desarrollo humano. De acuerdo con la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) de la Universidad Católica Andrés Bello, en términos de esperanza de vida, los venezolanos viven 3,5 años menos en 2018 comparando con 2011 debido al incremento de la mortalidad infantil y la inseguridad alimentaria. Una tragedia de la cual se necesitará por lo menos una generación para revertir. Argentina necesitó 20 años para incrementar en ese número la esperanza de vida. Ni que hablar en materia de seguridad. Desde 2018, Venezuela es el país más violento de América Latina.
La semana pasada tuve la posibilidad de recorrer puntos críticos en Cúcuta y la frontera colombo-venezolana como parte de una actividad organizada por la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES), el Servicio Jesuita a Refugiados y la Fundación Stanley. El panorama en la frontera es caótico. Los puentes fronterizos se encuentran atravesados por restricciones en las últimas semanas luego del intento fallido de ingresar ayuda humanitaria.
Más desesperante es la situación en las trochas o vías ilegales dada la precariedad y los riesgos a los cuales se exponen a cruzar diariamente miles de personas ya que los flujos son controlados por grupos vinculados a colectivos bolivarianos o agrupaciones armadas irregulares. Cruzar no es gratis. Los pasos irregulares –desde el sector venezolano– tienen un costo basado en las características de la persona, la mercadería que acarrea o su necesidad específica. Los indocumentados abundan.
Miles de venezolanos cruzan la frontera diariamente no sólo para poder vender productos que le permitan sobrevivir o conseguir alimentos de difícil acceso en los comercios de sus ciudades, sino que tratan de acceder a servicios públicos negados por el deterioro generalizado como salud o educación. En dichos pasos, es muy común ver personas de edad avanzada o con enfermedades graves que se dirigen a los abarrotados hospitales públicos colombianos. El mismo caso se da con mujeres con embarazos avanzados, lo que ha puesto en crisis a los servicios de neonatología.
A la migración pendular de la frontera, se agregan aquellos que deciden irse de Venezuela definitivamente y que se enfrentan a una gran vulnerabilidad por los límites de las capacidades estatales –en este caso de Colombia–, que son suplidas parcialmente por la tarea de organismos no gubernamentales y agencias de ayuda humanitaria. En base a cálculos de organismos multilaterales, se calcula que este año, los migrantes superarían los 5 millones y llegarían a 9 millones en 2021, proyectando refugiados regulares e irregulares. Sin duda, Argentina continuará recibiendo miles de venezolanos mensualmente.
El deterioro que ha sufrido el país durante estos años ha sido tan profundo que requerirá un gran esfuerzo colectivo revertir la tragedia humanitaria. El rumbo del régimen de Maduro no sólo ha sido errado, sino que ha demostrado ser lesivo al respeto por la dignidad humana como lo ha afirmado Cáritas Venezuela. Esta situación, inaudita en América Latina, interpela tanto a los líderes regionales como a la sociedad civil para desarrollar respuestas conjuntas frente a la crisis venezolana, más allá de las condenas retóricas al régimen de Maduro.
Fuente: https://tn.com.ar/opinion/venezuela-sin-respiro-entre-la-tragedia-humanitaria-y-la-tension-politica_959567