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Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur

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Por Luis Ovando Hernández, s.j.

El futuro tiene una función determinante en nuestras vidas. En buena medida el “todavía no” que representa el futuro, mantiene encendida la llama de la esperanza por lo que de positivo nos depare el mañana, completamente diferente a lo que podamos estar atravesando hoy día.

En segundo lugar, los seres humanos solemos dar una mano al “todavía no” del futuro, porque anhelamos convertirlo en un “sí”.

Con otras palabras: el futuro despierta la esperanza y la mantiene espabilada. El futuro pide le echemos una mano, para trocar en presente. Hay algo de “gracia”, de regalo; y hay algo de compromiso, de tarea.

Algo de lo apenas dicho está reflejado en el Evangelio de Lucas del domingo, cuando afirma que “vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios”. Es una frase conclusiva. Veamos lo que la precede.

Jesús no detiene su camino a Jerusalén

Lo que le depara el futuro a Jesús, está en Jerusalén. Él se encamina a su futuro, para adelantarlo, para hacerlo presente. Mientras se dirige a Jerusalén, Jesús no deja de cumplir su misión: va por ciudades y aldeas enseñando el Reino de Dios.

En este contexto, un anónimo le pregunta si todos se salvarán. Jesús responde con la parábola de la puerta estrecha: en un momento determinado, el dueño de la casa cerrará la puerta, dejando fuera a algunos, quienes pedirán entrar alegando que comieron juntos y que incluso el dueño predicó en sus plazas. Pero no es suficiente, pues el dueño no quiere a su lado a quienes operaron iniquidad, es decir, no practicaron la justicia.

La puerta

La imagen de la “puerta” es bien llamativa. Representa la “separación” de los espacios “interno” y “externo” con relación a ella; se dice después que la puerta es “estrecha”: transitarla, atravesarla, no es cosa fácil. Pasar por la puerta estrecha tiene sus exigencias.

La “puerta de Lucas” difiere de la de Juan, donde Jesús afirma ser Él la puerta: sus ovejas entran y salen libremente. Quien entra por la puerta que es Jesucristo, se salva, tendrá vida abundantemente.

En Lucas, en cambio, pareciera que se da un “peaje a pagar” para pasar por la puerta: practicar la justicia. Ésta se convierte en el parteaguas, en la “conditio sine qua non” para “entrar” o quedarse “fuera”.

Esto último no encuentra demasiados simpatizantes hoy día, donde se promueve y se nos empuja a la cultura del happy end, donde el “principio misericordia” será aplicado para todos por igual, independientemente de cómo hayamos actuado especialmente con respecto a los demás, nuestros semejantes.

No me queda la menor duda de la infinita misericordia de nuestro Padre Dios, así como nos lo mostró Jesús. En sus paternales manos depositamos nuestras existencias hasta el último día aquí, en este lado de la puerta. Asimismo, tampoco me queda la menor duda de que debemos promover una cultura de “rendición de cuentas”, de poder decirnos y decirle a Él cómo hemos usado de los bienes recibidos, favoreciendo la abundancia de vida del prójimo.

Vendrán de todas las partes

El evangelio dominical se cierra con dos ideas. La primera es la conjunción de la humanidad, que proviene de los cuatro puntos cardinales para sentarse en el banquete que es el Reino. Esto es futuro. Esto es esperanza y compromiso.

La segunda idea tiene que ver con “la lógica del Evangelio”, donde los primeros son últimos, y los últimos primeros. Esta lógica no significa que se voltee la tortilla, sino que tiene que ver con la equidad. Es decir, hacer justicia a todos aquellos a quienes esta historia ha tratado injustamente. No es afirmar a unos, negando a otros. Es afirmar a todos, empezando por los anónimos, excluidos, sin enchufes ni colores partidistas. Es afirmar a aquellos a quienes “otros” sistemáticamente han deshumanizado, esquilmándolos para provecho propio.

Nicaragua

Me permito una palabra de solidaridad a favor del pueblo nicaragüense, especialmente por su Iglesia, hoy perseguida injusta e inmisericordemente por parte del Gobierno.

La fotografía de Mons. Álvarez, arrodillado, orando a Dios Padre, rodeado por las fuerzas de seguridad, es una imagen que llama a la reflexión. ¡Qué la Iglesia sepa acompañar a sus últimos, en estos tiempos tan inciertos para la mayoría del pueblo nicaragüense!

Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur
Crédito: Diario Las Américas
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