La diplomacia de paz constituye una labor valiosa para la humanidad, aspira reducir la conflictividad y promover condiciones para la paz y la convivencia. No es tarea fácil y, por lo general, está cargada de polémica. En estos momentos destacan, entre otros, la labor del presidente Recep Tayyip Erdogan de Turquía, y sus esfuerzos de mediación en el conflicto de Ucrania, la diplomacia de paz de la monarquía de Catar, los históricos esfuerzos del reino de Noruega y de la diplomacia del Vaticano.
Decimos que es una labor polémica, pues en algunos casos la promueven actores con expedientes complejos en materia de derechos humanos –actualmente, es el caso del presidente Erdogan de Turquía o la monarquía Al Thani de Catar–. Adicionalmente, la negociación por lo general implica la participación de alguna parte que goza de rechazo en la opinión pública, como han sido, entre otros, los casos de los talibanes de Afganistán, Hamás de Palestina o los grupos irregulares en Colombia, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Por otra parte, un punto neurálgico en la diplomacia de paz tiene que ver con la necesaria concesión de beneficios entre las partes. Sin concesiones recíprocas no hay negociación. Por lo general, la construcción de equilibrios en la negociación genera resistencias; es usual que las partes asuman la negociación como un juego de suma cero, donde cada uno quiere obtenerlo todo, asumiendo que la contraparte debe firmar un armisticio y aceptar las condiciones de la rendición.
Asumir la negociación como un escenario de armisticio significa que no existe disposición para negociar y, por otra parte, mantener el conflicto en el tiempo, situación que puede beneficiar a una de las partes –en el caso de Ucrania pareciera beneficiar a Rusia–, en el fondo conlleva a un desgaste para todas las partes, particularmente para la población civil e incluso para la humanidad en su conjunto.
Cuando no existe voluntad de negociar, la mediación y la diplomacia de paz no pueden hacer milagros; empero, incluso en condiciones adversas resulta conveniente activar la diplomacia de paz, toda vez que puede contribuir a explorar condiciones y realizar aportes que faciliten la búsqueda de los equilibrios que hagan posible la negociación.
En estos momentos, la diplomacia de paz del presidente Erdogan se acaba de anotar un éxito al realizar la mediación para el canje de presos entre Occidente y Rusia, que se ha materializado en el aeropuerto de Enseboga en Ankara, el pasado 1 de agosto. El intercambio de prisioneros, calificado como el más importante después de la Guerra Fría, incluyó a 26 personas que llegaron de forma simultánea a territorio turco, y luego salieron 10 para Rusia y 16 para Occidente (12 para Alemania y 4 para Estados Unidos).
Es cierto que no se trata de primer canje de prisioneros entre ambas partes, pero el número de involucrados es significativo y el contexto en el que ocurre le asigna especial significado por la sensibilidad que reina en el ambiente, producto, entre otros, de la invasión de Rusia a Ucrania, las amenazas rusas a otros vecinos como Moldavia y el permanente chantaje nuclear frente a la OTAN. En tal sentido, el esfuerzo realizado fortalece el papel del presidente Erdogan en el contexto internacional.
Adicionalmente, debemos recordar que la diplomacia de paz turca registra otros importantes esfuerzos y algunos resultados concretos. En el caso de Ucrania, ha logrado concretar la única tregua efectiva de una semana, en el mes de diciembre del 2023. Y se anotó otro éxito importante, con la mediación para la suscripción de un “acuerdo de cereales” que, con el apoyo de las Naciones Unidas, permitió mantener abierto el mercado de cereales con el mundo, en especial con países de África, desde julio del 2022, hasta el retiro de Rusia el 17 de julio del 2023.
En estos momentos que el presidente Zelensky enfrenta un escenario poco favorable, tanto en el terreno de la guerra, donde Rusia está logrando avances; como en el contexto internacional, la diplomacia de paz del presidente Erdogan se plantea nuevas oportunidades.
Cabe destacar que en el plano internacional Ucrania está perdiendo apoyos, con la preocupante perspectiva de que el expresidente Donald Trump y J.D. Vance su compañero de fórmula a la vicepresidencia, en el proceso electoral en pleno desarrollo en Estados Unidos, han expresado su rechazo a la participación de su país en el conflicto.
Con un panorama cargado de incertidumbre, el presidente Zelensky ha entendido que ha llegado el momento para la negociación y está tratando de crear condiciones favorables. Al respecto, ha propiciado la celebración de reuniones técnicas con países aliados de Occidente para ir conformando un plan de paz; tal es el caso de Copenhague (24/06/2023), Yeda (08/08/2023), Malta (29/10/2023) y Davos (14/01/2024) en la que se presentó el plan de 10 puntos para la paz.
En ese contexto, la primera cumbre para la paz en Ucrania se efectuó en Stansstad, Suiza el 16 de junio del presente año, con la participación de 93 países. Cabe destacar que en todos los encuentros mencionados Rusia ha estado ausente.
Pero el presidente Zelensky persevera y en su agenda contempla efectuar otra reunión técnica en Catar, en este mes de agosto y una segunda cumbre en Canadá, en el mes de septiembre, escenario en el cual aspira una labor protagónica de la diplomacia de paz del presidente Erdogan a los fines de garantizar la participación de una delegación rusa.
Como se puede apreciar el presidente Erdogan está desarrollando muy hábilmente una diplomacia de paz, aprovechando sus excelentes vinculaciones con las potencias en el contexto internacional, un país bisagra, miembro de la OTAN y buen amigo tanto de Rusia como de China.
Un conjunto de condiciones que el presidente Erdogan está logrando capitalizar con su política de softpower y diplomacia de paz. Ahora bien, no podemos desconocer el negativo expediente sobre los derechos humanos que afecta a su gobierno, objeto de especial atención. tanto por los órganos de la Unión Europea, como de las Naciones Unidas encargados del seguimiento de tales materias. Para los críticos del presidente Erdogan, que no son pocos, la diplomacia de paz busca lavar su cara en el contexto Occidental, frente a la tendencia autoritaria que caracteriza su gestión de gobierno.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en TalCual Digital.