Por Luis Ugalde, s.j.
La clave del éxito de esta elección primaria no está en que un nombre o un partido triunfen sobre los otros. Ganaremos si escogemos un candidato con cualidades para asumir el inmenso descontento nacional y unirnos en un pacto nacional a millones de venezolanos, chavistas y no chavistas, civiles y militares, que hoy estamos sufriendo el desastre y tememos que se perpetúe. El deterioro es tan grave que este Gobierno fracasó y el siguiente parece condenado al fracaso, si no hacemos el milagro de aunar al país para el cambio decidido a la democracia y al rescate de instituciones y de productividad económico-social hoy en ruinas.
Para ello necesitamos un candidato que sea claro, firme y esté concentrado en el difícil renacer nacional, y al mismo tiempo abierto a todo el que quiera sumarse para el éxito de ese pacto nacional. Su misión no es la de excluir y vengar, sino encarnar la respuesta al inmenso malestar y conducir a la nación para renacer, aprendiendo de las transiciones que resultaron exitosas gracias a sus inclusiones sorprendentes. Muchos creían que la dirigencia democrática chilena, al incluir en el cambio al dictador Pinochet al frente de las Fuerzas Armadas, traicionaba a miles de compañeros asesinados perseguidos y exiliados. No pocos pensarían en Sudáfrica que Nelson Mandela era un insensato al pactar para que fuera vicepresidente suyo Frederick de Klerk jefe del partido rival que lo tuvo preso durante más de veinte años y defensor del racista régimen del apartheid que ninguneaba la población negra arrolladoramente mayoritaria. Lo mismo se diga de España donde un falangista en el poder como Adolfo Suárez parecía pactar “ingenuamente” con el jefe comunista Santiago Carrillo, que a su vez traicionaba a miles y miles de sus camaradas que murieron en la guerra civil, sufrieron el inhóspito exilio o agonizaron en las cárceles franquistas. Todo lo contrario, los éxitos obtenidos dicen que gracias a estas “ingenuidades” y complicidades con el “enemigo”, Patricio Aylwin, Adolfo Suárez y Nelson Mandela, fueron padres del renacer de Chile, Sudáfrica y España en libertad y democracia. Pero hay que tener como ellos valor moral, gran visión y mucho amor a la patria para caminar la transición del brazo con el “enemigo” hacia el rescate del país, cargando con las acusaciones de traidores y vendidos, que vienen de su propia familia política. ¿Tenemos en Venezuela ese político “traidor” y ese movimiento social arrollador, dispuestos a movilizar millones al encuentro de los adversarios para juntos recrear el país? Porque sin eso no tenemos salidas. La elección primaria es para buscar ese candidato, recuperar la esperanza y lograr la unión básica para lograr un país exitoso, que no sea simple rechazo y reflejo visceral del estrepitoso fracaso del “socialismo del siglo XXI”.
A dónde miremos encontraremos una tragedia muy dolorosa: millones de niños sin escuela y cientos de miles de maestros muriéndose de hambre, los servicios públicos de salud desmantelados y millones sin acceso a ellos; una economía agonizante que para renacer requiere de una rápida respiración artificial de miles de millones de dólares, promovida por empresarios audaces, que abren oportunidades generando alianza y empleo con millones de trabajadores, hoy en la miseria. Resurgir de instituciones públicas democráticas, con separación de poderes públicos y alternancia en el poder frente a la perpetuación dictatorial con el poder secuestrado. Regreso a la libertad de presos políticos, exiliados y perseguidos, y liberación de la mordaza de la libertad de expresión y de los medios de comunicación social. Todo en medio de esta espantosa corrupción donde vemos a funcionarios “revolucionarios” robando miles de millones de dólares, que son la vida del pueblo.
Afortunadamente ningún partido tiene la capacidad de hacer por sí mismo esta formidable transformación, pero la sociedad venezolana la tiene si elegimos a alguien que no se encierre en apocados partidos políticos y sea capaz, de persuadir a sus rivales en la primaria electoral, de sumar, de entusiasmar a millones de escépticos, e incluso atraer a tantos que de buena fe creyeron en esta lamentable aventura histórica que deja a Venezuela en agonía tras un gigantesco salto atrás.
Evidentemente, la Fuerza Armada para ser defensora de una Venezuela viva debe redimirse apoyando de manera decidida y entusiasta este cambio a la democracia que juraron ante la Constitución, que sus autores la proclaman verbalmente y la violan.
Como nunca antes en nuestra historia necesitamos la solidaridad internacional, pues no podemos levantarnos, ni caminar, sin su mano amiga. Esa solidaridad implica la total superación de las sanciones internacionales, que fueron respuestas a políticas destructivas y antidemocráticas que implantó el régimen. Es Maduro quien tiene la clave para acabar con las sanciones y abrir la puerta a las solidaridades democráticas.
Para lograr todo esto hace falta que renazca la confianza y la economía social de mercado herida de muerte por la puñalada del “exprópiese” y la prédica tenaz de que toda empresa privada es explotadora de los trabajadores y sedienta de su sangre. Ideas y prácticas autoritarias que han ahuyentado del país a millones de personas y a miles de millones de dólares, que hoy necesitamos para ponernos en marcha.
La elección primaria es mucho más que una votación, es una movilización que además de poner en marcha a los desesperanzados va a obligar a quienes aspiran a ser elegidos candidatos a renacer desde la agonía hacia una unidad superior. Necesitamos que cada candidato entre a competir “contra los otros” y esté decidido a salir a trabajar “con los otros”.