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¿De verdad se quiere una ley del Trabajo?

José Ignacio Arrieta sj

En 1999 se aprobó la Constitución vigente y en ella (disposición transitoria 4, 3) se exigía que en un año a partir de la instalación de una nueva Asamblea Nacional, se reformaría la Ley del trabajo. Dos aspectos se señalaron a ser reformados: un nuevo esquema de cálculo de prestaciones sociales al fin de la relación laboral, que fuera similar al anterior a la reforma de 1997, tomando como referencia el salario devengado en el último mes de dicha relación laboral, y la reducción progresiva de la jornada de trabajo.

El tiempo trascurría y la reforma no llegaba dado que intervinieron elementos no racionales presentes en el apresuramiento de esta disposición. Por ello fue ubicada entre las disposiciones transitorias y no en el cuerpo de la constitución. Lo ideológico y los intereses subalternos se sobrepusieron al análisis adecuadamente racional y dialógico que requería el tema.

Mucha tinta en periódicos y revistas se gastó con el tema de las prestaciones sociales. Muchas discusiones entre los actores del sistema de relaciones laborales del país se desarrollaron. Fue necesario que se hicieran cortes de cuentas para que bajo el señuelo del dinero cercano se aceptara el nuevo esquema en 1997. Todavía hay pasivos laborales sin honrar.

También se dijo en aquella oportunidad que si existiera un justo y equilibrado sistema de seguridad social quizás el problema de las prestaciones sociales sería mucho más manejable. El resultado es que ni prestaciones sociales ni seguridad social hoy, a pesar de las proclamas del gobierno revolucionario, dan vida y honran la dignidad y estabilidad de los trabajadores.

El Tribunal Supremo de Justicia desde su sala constitucional llamó la atención a la AN por su situación de inconstitucionalidad y el 15 de Junio de 2004 le apretó a la AN para que en seis meses hiciera verdad su acción legislativa frente a las dos exigencias de la Constitución. Todo en vano.

El tema de las Prestaciones Sociales sigue siendo el nudo problemático para empresarios públicos y privados. La ola de expropiaciones y nacionalizaciones en que se ha embarcado el ejecutivo lo hacen más difícil por el aumento de mano de obra estatal.

La reducción de la jornada sin especificar en qué se va a utilizar el tiempo libre tampoco ayuda a encontrar salidas airosas. En tiempos en la que la productividad se hace imperiosa y que la racionalidad de costos luce empeñativa, los dadores de trabajo no están en disposición de abrir nuevos turnos ni pagar horas extras a los mismos empleados, quienes serían los primeros en querer usufructuar con ingresos adicionales la reducción de la jornada. Por otro lado, si el interés de la mayoría dominante es la indoctrinación e ideologización, todavía la aceptación de la reducción por los patronos privados se hace más difícil.

Las dos exigencias de la constitución se convierten en nudos problemáticos y quizás sea una de las causas de la inoperatividad en la reforma de la ley.

Como no se ha podido reformar, en la actualidad se maneja la idea de una nueva ley del Trabajo. Se rechaza la reforma así como lo aprobado en la 1ª discusión en la AN (en un lejano 17 de junio de 2003). Ahora se inventan 24 ejes temáticos que serían los que conducirían las discusiones y diálogos. Misión imposible

¿Piensan por ej. sobre el movimiento sindical el sindicalismo deseable (eje 1) lo mismo Chávez y su PSUV que la CTV, C-Cura o la novísima solidaridad laboral?

En cada uno de los 24 ejes ¿será posible instaurar el diálogo si no hay una predisposición a escucharse y a cambiar posiciones y ver lo primero el país y no las propias posiciones ideológicas cualquiera sea el bando al que se pertenezca?

El país y especialmente el mundo académico y laboral se están moviendo en foros, talleres, diálogos sobre la ley, reforma o código del trabajo. Universidades, centros de investigación, movimientos laborales van a discutir cada vez más sobre ello. Y ello es importante. Pero es necesario escucharse y tener como patrón guía: la dignidad del trabajador y sus autónomas decisiones, su seguridad, su familia, el papel de la mujer y de la igualdad y democracia sociales, la lucha contra la explotación y subcontrataciones y la del mundo informal y sobre todo la autonomía y libertad de las organizaciones laborales .

No se pueden poner límites de tiempo y espacio, cuando lo que se busca es el bien de una Venezuela mejor donde quepamos todos desde la unidad y la pluralidad. Ojalá

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