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Mujer y desigualdad en el mundo del trabajo

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En todo el mundo, demasiadas mujeres y niñas dedican un número excesivo de horas a las responsabilidades del hogar; habitualmente, destinan a estas tareas más del doble de tiempo que los hombres y los niños. Ellas cuidan a sus hermanas y hermanos más jóvenes, a sus familiares ancianos, a las enfermas y los enfermos de la familia, y realizan las labores del hogar, escribe Phumzile Mlambo-Ngcuka[1] desde Nueva York.

En muchos casos, esta división desigual del trabajo tiene lugar a expensas del aprendizaje de las mujeres y las niñas, y de sus posibilidades de obtener un trabajo remunerado, hacer deporte o desempeñarse como líderes cívicas o comunitarias. Esto determina los patrones de desventajas y ventajas relativas, la posición de las mujeres y los hombres en la economía, sus aptitudes y lugares de trabajo.

Este es el mundo inmutable del trabajo sin recompensa, una escena familiar de futuros desolados en todo el mundo; las niñas y sus madres sostienen a la familia con trabajo sin paga y su trayectoria de vida es muy distinta de la de los hombres del hogar.

Queremos construir un mundo del trabajo distinto para las mujeres. A medida que crecen, las niñas deben tener la posibilidad de acceder a una amplia variedad de carreras, y se las debe alentar a realizar elecciones que las lleven más allá de las opciones tradicionales, en las áreas de servicio y atención, y les permitan conseguir empleos en la industria, el arte, la función pública, la agricultura moderna y la ciencia.

Tenemos que iniciar el cambio en el hogar y en la etapa escolar más temprana, para que no haya ningún lugar en el entorno de una niña o un niño donde aprendan que las niñas deben ser menos, tener menos y soñar a menor escala que los varones.

Esto exigirá ajustes en la crianza, los programas de estudios, los ámbitos educativos y los canales que transmiten los estereotipos cotidianos como la televisión, la publicidad y los diversos tipos de espectáculos. Asimismo, requerirá dar pasos decididos para proteger a las niñas pequeñas de las prácticas culturales nocivas, como el matrimonio a temprana edad y todas las formas de violencia.

Las mujeres y las niñas deben estar preparadas para formar parte de la revolución digital. Actualmente, solo 18 por ciento de los títulos de grado en ciencias de la computación corresponden a mujeres.

En todo el mundo se necesita un cambio significativo en la educación de las niñas, que tendrán que cursar las asignaturas troncales (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) si han de competir con éxito por los “nuevos empleos” bien remunerados. En la actualidad, las mujeres representan únicamente 25 por ciento de la fuerza laboral de la industria digital.

Según el análisis del Grupo de Alto Nivel sobre el empoderamiento económico de las mujeres del Secretario General de las Naciones Unidas, para lograr la igualdad en el lugar de trabajo será preciso ampliar las oportunidades de empleo y de trabajo decente.

A tal fin, los gobiernos deberán hacer esfuerzos concertados para promover la participación de las mujeres en la vida económica; los colectivos importantes, como los sindicatos, tendrán que prestar su apoyo; y se deberá dar cabida a la voz de las propias mujeres para generar soluciones que permitan superar las barreras actuales a la participación de las mujeres.

Hay mucho en juego: si se logra avanzar en la igualdad de género, podría darse un impulso al PIB mundial de 12 billones de dólares de los Estados Unidos de aquí a 2025.

También es preciso actuar con determinación para eliminar la discriminación que las mujeres encuentran en múltiples frentes, que convergen más allá del tema del género: la orientación sexual, la discapacidad, la edad avanzada y la raza.

Estos factores contribuyen a la desigualdad salarial: la brecha salarial de género es, en promedio, de 23 por ciento, pero se eleva a 40 por ciento en el caso de las mujeres afroamericanas en los Estados Unidos. En la Unión Europea, las mujeres de edad avanzada tienen 37 por ciento más de probabilidades de vivir en la pobreza que los hombres del mismo rango de edad.

Debemos lograr que funcionen mejor para las mujeres aquellas áreas de actividad donde ya están excesivamente representadas pero reciben una baja remuneración, además de contar con escasa o nula protección social.

Se trata, por ejemplo, de que exista una economía del cuidado sólida, que responda a las necesidades de las mujeres y las emplee a cambio de una remuneración; de que se apliquen condiciones de trabajo igualitarias para el trabajo remunerado o no remunerado de las mujeres; y del apoyo a las mujeres empresarias, que abarque su acceso al financiamiento y a los mercados.

Las mujeres que trabajan en el sector informal también necesitan que se reconozcan y protejan sus contribuciones. Ello requiere políticas macroeconómicas propicias que contribuyan a un crecimiento inclusivo y posibiliten una aceleración considerable del progreso, en beneficio de los 770 millones de personas que viven en la extrema pobreza.

Para hacer frente a las injusticias se necesita resolución y flexibilidad por parte de quienes emplean tanto del sector público como del privado. Será preciso ofrecer incentivos para contratar y retener a las trabajadoras; por ejemplo, una ampliación de las prestaciones por maternidad para las mujeres con objeto de apoyar también su reincorporación al trabajo, la adopción de los Principios para el empoderamiento de las mujeres y la representación directa en los niveles de toma de decisiones.

Junto con esto, se necesitan cambios importantes en las prestaciones para los padres recientes, además de cambios culturales que hagan de la aceptación de la licencia de paternidad una opción viable y, por lo tanto, un beneficio real para toda la familia.

En medio de esta trama compleja se necesitan también algunos cambios sencillos pero de gran envergadura: que los padres se ocupen de la crianza, que las mujeres participen y que las niñas tengan la libertad de crecer en pie de igualdad con los varones.

Es preciso que todas las partes hagan ajustes si se desea aumentar el número de personas que puede obtener un trabajo decente, lograr que ese conjunto de personas sea inclusivo y hacer realidad los beneficios para todas y todos que prevé la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, con la promesa de un mundo igualitario.

[1] Este es un artículo de opinión de Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres. Forma parte de una cobertura especial de IPS con motivo del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo

[2] Revisado por Estrella Gutiérrez

Fuente: http://periodistas-es.com/mujer-desigualdad-mundo-del-trabajo-82851

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Crédito: François Gérard

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