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Me fio de ti

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Por Juan J. Mora Valladares* 

Señor, me fío de ti, en ti confío; es la combinación que abre la puerta del hombre a la verdadera felicidad, ya aquí en la tierra.

Este pasado domingo, 11 de abril (primer domingo después de Pascua), la Iglesia Católica en todo el mundo ha celebrado “La Fiesta de la Misericordia Divina”. Dicha festividad fue instituida ese día en particular por San Juan Pablo II, debido a la revelación que le hiciera Nuestro Señor Jesucristo a Santa Faustina Kowalska: “Hija Mía, di que esta Fiesta ha brotado de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero”. La Iglesia católica ha establecido, por medio de decreto de La Penitenciaría Apostólica del 29 de junio de 2002, poder ganar la Indulgencia Plenaria, según los preceptos allí prescritos.

El católico debe dar el salto sustantivo de simplemente tener la estampita o el afiche de la Divina Misericordia, a perseverar en la vivencia basada en la misericordia y en el fiarse de Dios, que no es más que el abandonarse en los brazos amorosos del Creador. Abandonarse es aceptar humildemente sus tiempos y sus formas ante los problemas y dificultades que nos presenta la vida, entendiendo aquella frase que dice: “Dios escribe derecho en renglones torcidos”. El Santo Padre Francisco ha dicho en un tweet: “no perdamos nunca la confianza en la paciente misericordia de Dios”.

Debemos pasar de lo teórico a la acción, lo ritual hacerlo carne. A que en nuestra vida ordinaria hagamos el deber ser –sin sobrepasar los límites humanos, sin agobiarnos– entendiendo que el resto, lo que falta para que las cosas se den, si es el caso, o no se den, ya dependerá del Señor. A partir de esa línea tenue que es trazada por haber dado lo mejor de nosotros, comienza a actuar el gran arquitecto del universo; quien tiene diseñado desde que hemos sido engendrados una ruta de amor para cada ser humano, hasta nuestro último suspiro. 

En esta aventura del abandono total a la Divina Voluntad de Dios, lo único que Él no está dispuesto a violentar es nuestra libertad particular o libre albedrío; por eso lo fundamental de actuar correctamente, de acuerdo a Su Santa Voluntad. Nuestro libre albedrío debe estar gobernado por la Ley de Dios y nuestro actuar diario basado en virtudes. Este proceder nos lleva de inmediato a caminar al lado de Jesús, nuestro modelo humano a seguir, y si por alguna circunstancia, desfallecemos, caemos, siempre la Misericordia Divina está allí presente, para a través del sacramento de la reconciliación, volver a estar en estado de gracia, junto al Señor.

En la aventura sobrenatural del abandono en Dios, lo único que nos puede quitar nuestra paz interior, es perder el estado de gracia, y para eso Jesús resucitado, soplando sobre los discípulos, les dijo:  “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados. A quienes los retuviereis, les serán retenidos” (Juan 20,22-23). De esta manera el Dios Amor instituía el sacramento de la reconciliación o confesión. 

En una oportunidad le escuché decir al obispo Emérito de la diócesis de Maracay Mons. Rafael Conde: “el mayor acto de misericordia que podemos ejecutar como Iglesia es administrar el sacramento de la reconciliación lo máximo posible”.

La humanidad se encuentra atravesando una de las mayores crisis sanitarias que esta generación haya conocido, la pandemia debida al COVID-19. Ante tal situación el Papa Francisco ha instruido a la Penitenciaría Apostólica a beneficiar con la Indulgencia Plenaria a los fieles, lo cual representa un extraordinario acto de misericordia. 

Desde inicios de la pandemia hasta la fecha, dicha Penitenciaría ha promulgado tres decretos en esta materia. El primero de ellos el 19 de marzo de 2020, “Indulgencias Especiales”, dirigido a beneficiar pacientes de COVID, agentes sanitarios, familiares y todos aquellos que, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano y exponiéndose al riesgo del contagio, cuidan de los enfermos de esta enfermedad.

El segundo decreto fue emitido el 22 de octubre a favor de las almas del purgatorio. En el mismo se conmutaron las obras piadosas a realizar para poder aplicar la indulgencia plenaria en la fecha del 2 de noviembre de 2020, conmemoración de “Todos los fieles difuntos”. 

Así mismo, el 8 de diciembre en ocasión a la convocatoria para celebrar el 150 aniversario de la proclamación de San José como patrono de la Iglesia universal, el Santo Padre estableció durante todo un año, hasta el 8 de diciembre 2021, que se celebre un “Año Especial de San José”. Durante el mismo, cada día, se puede aplicar la Indulgencia Plenaria a un fiel difunto, según las condiciones habituales a cumplir que establece la Penitenciaría Apostólica y las propias del referido decreto.

Todas estas han sido y siguen siendo oportunidades para beneficiarnos de la Misericordia. La humanidad, y muy particularmente los venezolanos, debemos fiarnos de quien sabemos no nos va a traicionar, de quien es la verdad misma. Detrás de todo mal o tribulación hay un gran bien. Los instrumentos de Misericordia que la Iglesia ha puesto a nuestra disposición no pueden ser desechados.

Que en los venezolanos triunfe la Misericordia Divina, porque nos sometamos humildemente a imagen de la Santísima Virgen María a la voluntad de Dios. Sigamos adelante, no nos paralicemos.

 “Señor, me fio de ti”.


*Franciscano de María.

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