(Jn 8, 31-42)
Alfredo Infante sj
El pasaje del evangelio de Juan, nos presenta un diálogo entre Jesús y los judíos que han creído en él. Como Jesús no es populista, ni busca seguidores sin ton ni son, les aclara que creer es un camino discipular de búsqueda personal y comunitaria de la verdad. Discípulo es quien escucha la palabra y la discierne para hacerla vida, praxis, en la búsqueda de la verdad. Creer no es, pues, un acto mágico. Es un camino en el cual el principio y fundamento es la dialéctica palabra-oído. Como decía el teólogo jesuita Karl Rahner ser discípulo es, sobre todo, ser «oyente de la Palabra».
Y, como apunta la carta a los hebreos (4,12-23) «La palabra de Dios es viva y eficaz» y acogida con fe, ilumina la consciencia y el corazón para discernir y hallar la verdad y sólo «La verdad nos hace libres». Por eso, Jesús insiste: “si permanecéis en mi palabra». No basta un sí efervescente, una búsqueda momentánea, se trata de permanecer. Él conoce nuestro corazón, nuestra inconsistencia, sabe que, en medio de las adversidades de la vida, nos distraemos, nos dispersamos, nos desligamos de él y descuidamos la búsqueda de esa verdad que nos hace libres. Esa verdad la encontramos en él, es él, y su paso discernido en cada momento histórico es lo que el Concilio Vaticano II ha definido como «discernir los signos de los tiempos».
Pero esta afirmación de Jesús es tremendamente controversial para los judíos que están queriendo seguirle, porque ellos tienen autoconciencia de que por el hecho mismo de ser judíos son hijos de Abraham y Moisés, y, en consecuencia, personas libres. Jesús les confronta desde dentro porque él también es judío, y les aclara que ser hijo de Abraham no es un derecho adquirido por la pertenencia de una raza o nación, sino que tal legado se adquiere por la decisión personal de vivir de fe. Vivir de fe es la gracia de reconocer que todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre, y ésta es la verdad que nos revela Jesús; verdad que es buena noticia y nos hace libres pero que entra en conflicto con los intereses de los poderes del mundo y, también; con muchos dinamismos de muerte al interno de nuestro corazón. Su palabra nos libera y nos da vida.
Hoy, en nuestro país, entre tanta palabra hueca, palabrerío, y entre tanto dinamismo que atentan contra la vida, la dignidad y la fraternidad, necesitamos abrirnos y acoger la palabra que nos libera, discernir los signos de los tiempos, y construir y hallar la verdad que haga relucir nuestra dignidad de hijos y hermanos. No es fácil. Necesitamos la unión de propósito para rehabilitarnos y liberarnos como país.
Tenemos que anteponer el país a los intereses individuales y de grupos, y éste es un camino arduo de conversión. Hay un 75% de descontento al régimen que ha destruido al país. Pero es un 75% fragmentado y atrincherado en su parcela.
Necesitamos trascender nuestras parcelas, encontrarnos no con nuestra pseudo verdad, sino con la verdad del país, que ésta nos atraiga, nos una, y nos ayude a superar los egos que nos llevan al despeñadero.
Oremos Señor, danos sabiduría para discernir y hallar la verdad que nos hace libres, y nos libera de nuestras mezquindades y egolatrías.
“Sagrado corazón de Jesús, en vos confió”
Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.
Caracas-Venezuela.