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La política divorciada de lo social

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Foto: Felipe Abondano

Se ha visto el tránsito de la política alejada de las necesidades del ciudadano, hoy organizaciones y sus líderes se han enfocado más en desplazar al chavismo-madurismo del poder, sin construir una base sólida enfocada en las necesidades ciudadanas.

Por Rafael Curvelo*

En el último tiempo hemos visto como los servicios públicos en Venezuela se han ido deteriorando de manera acelerada, reduciendo la calidad de vida de millones de ciudadanos y poniendo de manifiesto la incapacidad gubernamental para lograr resolver la ausencia de agua, luz y gas en los hogares.

Se siente una impotencia enorme y algunos buscan cómo resolver para tener unas mínimas condiciones básicas y sentir que viven cómodamente. Además, no hay dónde hacer un reclamo ante la ausencia de servicios, o con quien desahogarse; parece que existe una ausencia del liderazgo político ante los múltiples problemas.

Las protestas en el territorio nacional van en aumento, la gente tranca las calles porque necesita que se vea lo que padece: no hay agua, la “ida y venida de luz” daña los electrodomésticos, no llega el gas y las bolsas CLAP se reciben incompletas. Existen hoy muchas más razones para reclamar, pero estas son las más evidentes. Según los datos del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social en el mes de abril ocurrieron en el país 716 manifestaciones, esto significa que hubo veinticuatro protestas al día. También destaca que, a pesar de la cuarentena, la gente no se inhibe a salir a la calle a reclamar por sus carencias.

Ante este panorama que se plantea vale la pena hacerse la siguiente pregunta: ¿Dónde está el liderazgo político que se opone al régimen de Nicolás Maduro? En otros años los líderes de las diferentes organizaciones políticas hacían referencia a las deficiencias en los servicios públicos, ya que de esta manera visibilizaban la ineficiencia oficial. Hoy dan por hecho que un alto rechazo al Gobierno se traduce en un apoyo automático a la oposición.

Lo que reflejan las encuestas son números preocupantes para el mundo de la política: un 58,3 % de las personas no se identifica con ningún bloque, contra el 27,3 % que se define como opositor y un 9,1 % como simpatizante del sector oficial. El rechazo a la gestión de Nicolás Maduro se encuentra en un 76,7 %, mientras que la evaluación negativa a Juan Guaidó alcanzó el 61,6 % (Datanálisis, mayo 2020). Según estos datos, las personas sienten desconexión en el liderazgo político, así como una total desconfianza, producto de la ineficiencia y la palabra incumplida.

Parece que los actuales líderes han olvidado los aprendizajes del pasado, de cómo las viejas organizaciones lograron construir base y lograron no solo ser referencia, sino también acceder al poder, todo eso gracias a la conexión que tenían con lo social y a su capacidad de entender el momento que vivían.

Construyendo bases políticas

Venezuela entró tarde al siglo XX. El descubrimiento del petróleo no fue suficiente para dar el salto tecnológico y social, tenía que llegar la muerte de Juan Vicente Gómez a finales de 1935, para que la sociedad comenzara a tener un despertar en muchos aspectos. La discusión política tuvo una renovación, con el dictador no solo se iba el caudillismo, también se enterraban los ideales de los viejos partidos Conservador y Liberal, sustituyéndose por otros mas acordes a las nuevas exigencias.

Aunque la organización sindical tuvo sus orígenes en la dictadura gomecista, comenzó un resplandor en la etapa de López Contreras al frente del gobierno. Los comunistas fueron los primeros –posteriormente lo hizo Acción Democrática (AD)– que enfocaron sus esfuerzos orgánicos en los sindicatos: fundaron y organizaron muchos de esos espacios con el fin de generar una estrategia social en el corto plazo y política para el mediano y largo plazo.

Los “adecos” fueron más allá, buscando también organizar diferentes gremios y comités de base con el fin de mostrar una realidad de Venezuela que sus propios ciudadanos desconocían. La visión policlasista de Rómulo Betancourt contribuyó a que AD superara a los comunistas en la organización sindical, logrando constituir a lo interno de su propio partido un buró obrero que inclinaba las decisiones más transcendentales.

Otras organizaciones copiaron el modelo de AD en la búsqueda de igualar el éxito en las bases sociales. El único que logró tener algo de rédito político sin llegar a igualar a los socialdemócratas fue Copei, que hizo un trabajo formidable a nivel de gremios profesionales y en espacios estudiantiles. Los partidos entendían y la propia dinámica los obligaba a organizarse en torno a los diferentes grupos con objetivos distintos al político; contribuía mucho que los periodos electorales estaban definidos en lustros, lo que ayudaba al enfoque del liderazgo en problemas más cercanos a la cotidianidad del ciudadano.

El partidismo venezolano tuvo su contribución en la organización de espacios que se enfocaban en temas sociales, muchos sindicatos y gremios, a pesar de ser cercanos al gobierno de turno, se enfrentaron al mismo por sus reinvindicaciones. También en las bases de los partidos los líderes comunitarios y sociales se centraban en los problemas de sus propios vecinos, aun cuando los mismos chocaran con los intereses del liderazgo político. Se respetaba la diversidad de la lucha del día a día y el debate entre los diferentes dirigentes era amplio, buscando los puntos comunes de cara a una estrategia coherente.

Con el pasar de los años, otros aprovecharon los espacios que iban abandonando los partidos, ante su aburguesamiento en el poder. Es por eso que en los años 80 surge en el estado Bolívar un movimiento denominado los Matanceros, conformado por militantes de La Causa R, comenzando a ganar las elecciones sindicales en Sidor, siendo una de las experiencias interesantes en el país, ya que se consideraba una renovación dentro del movimiento sindical venezolano.

Gracias a la labor dentro de los sindicatos de Sidor por parte de La Causa R, logran imponerse en las elecciones a gobernador de Bolívar en 1989, generando un recambio en la política ante el surgir de nuevos rostros y formas distintas de hacer las cosas. Para los partidos políticos el sindicalismo fue su punta de lanza al momento de conquistar espacios y organizarse para procesos más largos que buscaban tomar el poder.

La lucha social en la etapa del chavismo

La llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, sobre un discurso que reflejaba la desigualdad social creciente, desnudó el aislamiento que tenían los partidos políticos en relación a los problemas que afectaban al ciudadano. El discurso contra el chavismo mostraba más fondo político que social y en la primera parte del nuevo gobierno, el sector oficial tenía el pulso sobre la gente mucho más cercano.

A Chávez le toco enfrentar su primera crisis producto de un decreto que tocaba el área educativa. El conocido 1011 generó malestar entre docentes, padres y representantes, así como en los directivos de las instituciones tanto públicas como privadas. Una oposición nacía y crecía vertiginosamente, usando como bandera el futuro de la niñez.

Ante lo que muchos consideraban la ideologización educativa, hubo una respuesta de las organizaciones civiles que comenzó a generar todo un movimiento en contra del gobierno. Posteriormente las acciones oficiales derivaron en un enfrentamiento con Fedecámaras y la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), una Ley Habilitante hizo que desde Miraflores se promulgaran una serie de leyes que provocaron el rechazo de sindicatos y gremios.

Todo un movimiento civil se transformó en político y llevó a la oposición a convocar diferentes paros en 2002 y 2003. También se dieron los hechos de abril de 2002, que produjeron la salida del poder de Hugo Chávez por unas horas. La desconfianza en los políticos generó los errores que condujeron al fracaso de sacar del gobierno al chavismo.

Aun cuando el sector más político de la oposición tomo la vanguardia de la lucha para hacer frente al Referéndum revocatorio, la posterior derrota electoral y la abstención en las elecciones parlamentarias de 2005, provocan un cisma del que se recuperan las fuerzas democráticas en la consulta de la Reforma constitucional de 2007.

Últimos años de lucha

A partir de 2007, tras el cierre de RCTV y el triunfo en el referéndum de ese año, se dio una renovación en la forma de hacer política por parte de la oposición: el movimiento estudiantil tomaba la batuta y sus líderes ocupaban sitios claves dentro de los partidos políticos. Clausurar espacios para la denuncia, reconectaba por un periodo corto lo político con lo social.

Los siguientes años, aunque hubo capítulos centrados en los temas sociales, el debate era copado por la política, no había otro objetivo que sacar a Hugo Chávez del poder. Las campañas presidenciales de 2012 y 2013 se enfocaban en la corrupción creciente del gobierno o la falta de garantías democráticas, en muy pocos espacios se hablaba de la problemática de los servicios públicos o el inicio del deterioro en la vida de muchos venezolanos.

La llegada de Nicolás Maduro al poder y el inicio de la grave crisis, hizo que hubiera un enfoque distinto en lo político. Las elecciones de 2015 mostraban a una oposición hablando de algunas cosas transcendentales como la escasez de alimentos o los bajos salarios. Las promesas eran más hacia decisiones ejecutivas que legislativas: dolarización del salario o el fin de las colas en los negocios. Al final ninguna se cumpliría en lo inmediato y llevaría a otra frustración colectiva.

La instalación de la Asamblea Nacional, a partir de 2016, evidenció una carencia: la gran mayoría de los diputados electos no vivían en sus circuitos o no tenían afinidad con el estado que representaban. Desde el primer discurso parlamentario, por parte de Henry Ramos Allup, se mostraba el objetivo de la mayoría parlamentaria: Miraflores, lo que originaba un conflicto de poderes y dejaba de lado las necesidades de millones de venezolanos.

En esta última etapa, hemos visto cómo lo político no le lleva el ritmo a lo social: son demasiadas las carencias y muy pocos líderes, de partido o diputados, que se enfocan en eso. La prioridad para ellos es otra y luego de cesar la usurpación habrá tiempo para atender las necesidades de la gente. Han perdido esa conexión necesaria, esa que los ayudó a llegar a un curul y que puede contribuirles a permanecer en el mismo.

En las diferentes comunidades se reclama por un cambio ante la deficiencia de los servicios, pero no hay atención por parte de las autoridades: ¿Será que nuestros líderes políticos comienzan a atender ese llamado?


*Político y analista. Miembro del Consejo de redacción de la revista SIC.

Fuente: Revista SIC 825 | Junio 2020

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