Antonio Pérez Esclarín
Hay hombres que sembraron sus vidas en tierra fértil y la abonaron con servicio y entrega. Por ello, fueron capaces de levantar grandes cosechas en el corazón de multitudes. Uno de esos hombres fue el Padre José María Vélaz, el Fundador de Fe y Alegría, que este 4 de Diciembre hubiera cumplido los 104 años. Vélaz fue durante toda su vida un soñador, un constructor de sueños y un sembrador de sueños. Fe y Alegría fue su sueño más importante que lo sembró en el corazón de muchas personas generosas y hoy es una realidad que ha llevado sus banderas educativas de esperanza y amor a los rincones más apartados y necesitados de Venezuela, América y África.
Fe y Alegría nació el 5 de marzo de 1955 en un rancho cedido por sus dueños, Abrahán Reyes y su esposa Patricia, en lo que hoy es el 23 de enero de Caracas. Cien alumnos sentados sobre el piso, pues no tenían ni pupitres ni mesas, fueron sus primeros alumnos. Dos muchachas del barrio que sólo tenían quince años y el sexto grado de primaria, las primeras maestras. Hoy, Fe y Alegría es un Movimiento de Educación Popular y Promoción Social presente en 20 países de América Latina y África.
Desde los inicios, el Padre José María Vélaz optó por la educación por considerarla el medio más idóneo para combatir la exclusión, la violencia y la miseria, y hacer de las personas sujetos dignos, productivos, fraternales. Pero tenía que ser una educación de calidad, pues no se podía aceptar que la educación de los pobres fuera una pobre educación. Si la educación no es de calidad para todos, en vez de contribuir a democratizar la sociedad, contribuye a agigantar las diferencias.
Hombre siempre en búsqueda, apóstol incansable de la educación popular, el Padre José María Vélaz, nunca se contentaba con los logros alcanzados. Pronto descubrió el inmenso potencial de los medios de comunicación y soñó una red de emisoras educativas que llevaran educación a las zonas más apartadas del país y del continente, y fueran voz del pueblo sin voz. Si la primera escuela había nacido en un rancho, la radio permitiría convertir cada rancho en una escuela. Luego, temiendo que Fe y Alegría se limitara a una serie de escuelas tradicionales, desgajadas del mundo del trabajo y de la producción, cultivó el sueño de impulsar la educación técnica y productiva que culminara en buenos institutos universitarios, donde los muchachos y muchachas aprendieran a trabajar, a valorar el trabajo y al trabajador, y salieran con un corazón bien fogueado para el servicio desinteresado
Una vez que consideró que el proyecto de una educación técnica y productiva estaba consolidándose, sus sueños indomables lo empujaron llano adentro y se estableció a orillas del río Masparro, en el corazón de Barinas, a soñar toda una red de escuelas agropecuarias y forestales, que rescataran de la miseria a los campesinos, los más pobres entre los pobres. Tenía ya 75 años, varios infartos encima, una operación a corazón abierto, y la recomendación de los médicos de que volviera a operarse pues tenía las venas taponadas. Vivió sus últimos años y allí también murió en un cuartucho entre herramientas y sacos de cemento, alejado de todo rastro de civilización, pues el teléfono más cercano quedaba a 90 kilómetros.