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JGH visto por el Padre Virtuoso

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Por Alfredo Infante, s.j.

El pasado 26 de octubre conmemoramos la festividad de nuestro beato José Gregorio Hernández (JGH) y seis días antes, el 20 de octubre, fuimos sorprendidos por la noticia de la muerte del padre Francisco José Virtuoso (FJV), amigo, compañero de camino y rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) quien, como historiador, católico y apasionado por Venezuela, entre otras muchas cosas, asumió la tarea de mostrar la importancia de la figura de JGH para la Venezuela actual.

Ahora bien, antes de ver lo que pensaba el padre Virtuoso sobre el significado del médico trujillano y su relevancia para el país y la misión de la Iglesia hoy, subrayemos por lo menos tres curiosidades que unen a estos dos insignes conciudadanos y un punto de trascendental coincidencia:

La primera es que ambos personajes llevan el sello de la transición. La vida de José Gregorio Hernández se inicia en la segunda mitad del siglo XIX (octubre de 1864), en un país diezmado, destruido por las guerras y una Iglesia perseguida, y concluye al final de la segunda década del siglo XX (junio 1919), cuando se está transitando hacia la modernización del país y la restauración de la Iglesia, pero en un contexto político de dictadura. Por su parte, la biografía del padre Virtuoso va desde la segunda mitad del siglo XX (septiembre de 1959), cuando se está estrenando la democracia, y cierra su ciclo vital al inicio de la tercera década del siglo XXI (octubre de 2022), aunque como le escuché decir algunas veces:

Con el salto histórico hacia atrás que hemos dado con este régimen, si no fraguamos un cambio político que nos ponga a la altura de los tiempos, será muy doloroso pertenecer a una generación que nació en el siglo XX y morirá en el siglo XIX, en una suerte de barbarie, en una Venezuela que ya creíamos superada…

La segunda es la sangre trujillana. JGH fue un migrante trujillano que se asienta en La Pastora, Caracas, mientras el padre FJV fue un pastoreño, nacido en el barrio El Polvorín, hijo de doña Antonia Arrieta, trujillana de pura cepa. Cuando vivió en Caracas, la vida de JGH transcurrió geográficamente entre lo que son hoy las parroquias La Pastora y Altagracia, mientras el padre Virtuoso dedicó 32 años (1988-2022) a acompañar pastoralmente a la comunidad del barrio Quebrada de Catuche, en La Pastora. Además, trabajó hasta 2010 en el Centro Gumilla, ubicado en la parroquia Altagracia.

La tercera curiosidad que quiero mencionar es que José Gregorio Hernández forma parte de la generación que se tomó en serio la restauración de la Iglesia y la modernización del país desde las aulas de clase, la academia, las ciencias, el laboratorio y la clínica hospitalaria; el padre Francisco José Virtuoso fue un hombre de Iglesia, que luchó hasta su último aliento desde la academia, las comunidades populares, la organización social y la política, con el objetivo de que las conquistas humanizadoras en nuestro país resistieran el deslave institucional, por lo que fue un luchador incansable por la democracia y el reencuentro de los venezolanos.

Más allá de estas curiosidades, la coincidencia trascendental que une a estos dos hijos ilustres de Venezuela es la fe en Jesucristo y su amor por el país y la Iglesia vivido desde la opción preferencial por los pobres, lugar desde donde atrajeron voluntades de todos los sectores sociales, más allá del credo religioso que profesaran. Ambos fueron hombres de diálogo y trabajaron en equipo con creyentes de otras religiones, con agnósticos y ateos, porque fueron grandes seres humanos.

Ahora sí, veamos algunos énfasis que el padre Virtuoso subrayó sobre JGH, a partir de declaraciones y artículos de opinión que escribió sobre el tema:

En este momento tan aciago de nuestra historia, en este momento tan duro en el que los venezolanos estamos pasando tanta y tanta necesidad, esta noticia nos llega como agua caída del cielo, nos llega como viento fresco, nos llega para alimentar nuestra esperanza de que Dios está con nosotros y tenemos ciertamente un camino a seguir1.

Fue un hombre que puso su conocimiento y su ciencia al servicio del país junto a los mejores hombres de aquel tiempo. José Gregorio Hernández es sendero para la unión del país… José Gregorio Hernández atendió a todos, fue el médico de los pobres. José Gregorio Hernández siempre fue un hombre solidario y atento. Ese venezolano es el que hoy necesitamos2.

Creo que en José Gregorio hay algo más que ha cultivado el imaginario popular y es la valoración de un símbolo del proyecto de la modernidad deseada y no alcanzada en las realizaciones prácticas ejecutadas en los dos últimos siglos en Venezuela3.

José Gregorio es el científico y el médico moderno, emblema de lo que admiramos, pero orientado por una moral de servicio y responsabilidad, de entrega y compromiso, de abnegación y servicio desinteresado, que dotaba de sentido a la modernidad naciente para los más pobres y excluidos, que eran y siguen siendo la gran mayoría. José Gregorio hace de la modernidad una bendición para los pobres, una promesa de salvación4.

Estas son algunas pinceladas con las que el padre Virtuoso pintó a JGH. Hay más, pero este espacio tiene sus límites. Solo me queda concluir diciendo que cuando José Gregorio Hernández murió, Venezuela gritó: “¡El doctor Hernández es nuestro!”. Salvando las distancias, podemos decir también, con dolor, que con la muerte de Francisco José Virtuoso –Joseíto, como muchos le decíamos– también muchos gritamos “¡se nos fue un hermano, amigo, compañero, un soñador, un insigne venezolano!”.

JGH y FJV coinciden en ser emblema de la república civil, esa cuyo recurso es la palabra, la ley y las instituciones, y cuyo móvil es el amor por la gente, especialmente los más pobres.


Notas:

  1. El Ucabista (2020): Rector de la UCAB: “José Gregorio Hernández es sendero para la unión”. 19 junio de 2022. Disponible en línea.
  2. Ídem.
  3. Runrun.es (s.f): José Gregorio Hernández, por Francisco José Virtuoso. Disponible en línea.
  4. Ídem.

Fuente:

  • Este artículo ha sido originalmente publicado en el Boletín del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco N° 162, 21 al 27 de octubre de 2022.
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