Jesús María Aguirre
Corría el año 1972, cuando se celebró el I Encuentro de Teología de la Liberación en el Escorial (Madrid). Asistí como estudiante de teología, que cursaba la carrera en la Facultad de Deusto (Bilbao). Ahí tuve la fortuna de conocer al P. Gustavo Gutiérrez, quien acababa de publicar el volumen Teología de la Liberación (Ed. Sígueme).
En el panorama teológico se habían impuesto dos modas, una de corte anglosajón, influida por el giro lingüístico y por el secularismo ambiental, que fue tipificada como teología de la muerte de Dios (Robinson, Van Buren, Vahanian…), y otra de fuerte influencia alemana, alimentada por la filosofía de la esperanza de Ernst Bloc y la recuperación del Jesús histórico con una vertiente protestante (teología de la esperanza de Möltman) y otra católica (Teología política de Metz).
La presencia del pensamiento teológico latinoamericano en medio de ese congreso internacional fue para mí un descubrimiento, que me abrió un horizonte nuevo en mi progresión espiritual y académica. Los aportes de Juan Luis Segundo, Gustavo Gutiérrez, Segundo Galilea, Enrique Dussel, Juan Carlos Scannone y otros no solamente visibilizaron la apuesta reflexiva de la Iglesia latinoamericana, despertada de su mimetismo teológico en la II Conferencia de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, sino que abrieron un puente de interlocución con otras teologías continentales.
Tras el encuentro de El Escorial, mi compañero Pedro Trigo s.j., quien culminaba sus estudios teológicos de postgrado en Comillas (Madrid) y yo solicitamos continuar nuestros estudios en Lima, inscribiéndonos en los cursos que dictaba el P. Gustavo Gutiérrez en el Pontificia Universidad Católica de Lima y en la Facultad de Teología Santo Toribio de Mogrovejo. Aún conservo los apuntes de aquellos seminarios enjundiosos dirigidos por Gustavo sobre temas fronterizos como Fe y Política, Epistemología marxista y pensamiento cristiano, etc. en un ambiente caldeado por la política del general Velasco Alvarado.
De todos son conocidos los vaivenes de la Teología de la Liberación y del P. Gustavo ante el dicasterio de la Doctrina de la Fe, entonces dirigida por el cardenal Joseph Ratzinger, y las advertencias de de Juan Pablo II, así como los ataques contra su pensamiento, acusado por estar inficionado de marxismo.
Cierta perspectiva histórica y el decantamiento del tiempo han ido reconociendo cada vez más la contribución del P. Gustavo Gutiérrez, que primero fue reconocido en el ámbito secular por el Premio Príncipe de Asturias de las Humanidades junto Kapucinsky, y hoy recibe este espaldarazo personal con la carta del Papa Francisco. Gracias, Gustavo, por tu fidelidad a los pobres y a la Iglesia.