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Fiesta en Miraflores

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Por José Guerra

Este artículo originalmente se iba a denominar Fuego Cruzado, para reflejar la pólvora que estamos recibiendo de la extrema izquierda y la extrema derecha. Por una parte, el fuego incesante y sostenido de los voceros más conspicuos del extremismo izquierdista hoy en el poder y, por la otra, una derecha que coincide con el régimen en la necesidad de destruir una alternativa sensata de salida a la actual crisis. Ambos coinciden por aquello de que los extremos se tocan. En el caso del régimen, toda la maquinaria de los medios públicos y privados al servicio de la destrucción del liderazgo de Juan Guaidó y del otro extremo, un conjunto de recursos puestos a la disposición para el mismo fin, creyendo que hay que arrasar con todo, incluyendo a quienes le hemos hecho frente al chavismo desde el primer día.

La escena les sirvió de manera propicia con dos eventos lamentables que ocuparon la atención de la opinión pública. El primero, la destitución del embajador en Colombia Humberto Calderón Berti y la posterior elevación del volumen a su comparecencia en los medios. Teniendo razón en algunas cosas, Calderón olvidó que los embajadores son nombrados, no electos y así como se nombran se remueven. Sus declaraciones fueron usadas de manera oportunista por el régimen para desnaturalizar la lucha que hoy llevamos a cabo. El segundo, fue el reporte del portal Armando Info donde evidencian una trama para lavarle la cara a la quintaesencia de la corrupción más reciente en Venezuela, relacionada con la importación de los alimentos a través de las cajas CLAP. Fueron señalados diez diputados de distintos hechos que involucran la emisión de cartas de buena conducta a corruptos connotados, viajes al exterior pagados por acusados de corrupción, entre otras cosas.

La respuesta fue inmediata. En el caso de Primero Justicia, se excluyeron de su fracción parlamentaria a tres diputados señalados y la suspensión de las filas partidistas. Por su parte, la Asamblea Nacional hizo lo correcto al intervenir la Comisión de Contraloría y nombrar una comisión especial para analizar los hechos y determinar responsabilidades. Es la primera vez en muchos años que no opera aquello de la solidaridad automática para encubrir, que tanto daño hizo en el pasado y que hoy signa al régimen. Cada señalado usó su tribuna para acusar y hundirse él mismo. Entre tanto, sitios en la red, cadenas de mensajes, noticas falsas y acusaciones sin base, todo articulado con la estrategia de destruirnos, hicieron posible que en Miraflores hicieran fiesta con nuestra desventura transitoria. La esperanza está viva y el cambio vendrá.

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