Javier Contreras
Si algo queda claro ante la realidad venezolana, es que todas las regiones comparten las mismas dificultades respecto a los temas políticos, sociales y económicos, situación que emparenta más allá de la ubicación geográfica. Lo que diferencia a unos estados de otros, es el peso con el que la crisis ha cargado comparten las mismas dificultades respecto a los temas políticos, sociales y sus espaldas, haciendo que algunas de sus demandas tengan características tan locales que, en muchas ocasiones, no sean entendidas por los habitantes de otros lugares, especialmente los del centro del país.
Temas como la ineficiencia e irregularidad de servicios eléctricos e hídricos, aunados a la dificultad para adquirir gas y la enorme complicación que supone surtir con gasolina los vehículos particulares y de transporte público, forman parte de la cotidianidad de las personas que hacen vida en el interior de Venezuela, agravando la situación conforme se distancian espacialmente de Caracas.
En este contexto se enmarcan las expectativas que sobre los procesos de diálogo se generan en las regiones del país. Esto lo saben quienes representan, o dicen representar, los intereses de grupos humanos que creen quedar por fuera de los posibles grandes acuerdos que tiendan a mejorar las condiciones de vida de las mayorías. El peligro es entonces la manipulación y la interpretación maniquea de un legítimo sentir, que más que desconocer la importancia de lo macro, quiere hacer ver el valor de lo micro, y lo conveniente de no perderlo de vista como un elemento de la reconfiguración del horizonte venezolano.
Hay que estar muy atentos a llamados destemplados que, tras el disfraz de pretendidas reivindicaciones regionales, intenten crear conflictos con sellos locales para posteriormente buscar condiciones de expansión. Suficiente ha sido el abandono que han sufrido las regiones, así que vale la pena decirle dirigentes del PSUV y de la MUD que no las quieran utilizar, precisamente ahora, como bandera de intereses mezquinos. El interior importa por su gente, no por ser un bastión de ninguna parcialidad política.
