Alfredo Infante sj
En este país la propaganda oficial invierte importantes sumas de dólares para cambiar las narrativas. Muere un joven con el pecho destrozado en una protesta e inmediatamente el gobierno se exculpa acusándolo de su propia muerte. Independientemente de la razón, si fue una bomba de la represión o la manipulación inexperta de un mortero de la resistencia; murió un joven protestando, mientras otros reprimían.
En un país normal el joven estaría en un aula de clases, en una cancha deportiva, en un café, en una plaza con su novia, soñando… murió violentamente porque se enfrentaba a una pesadilla que arrebata sus sueños de futuro.
En un país normal tendría en sus manos un poema o una flor para su amor, no un escudo y mucho menos una molotov o un mortero.
¡Por donde se mire, el gobierno es culpable! No hagamos de nuestras víctimas, victimarios. Que se investigue, sí, pero sea cual sea la versión final de los hechos el Estado es responsable de la muerte del joven y también de los soldados y guardias. La misión del Estado es garantizar la convivencia pacífica y democrática entre hermanos y si esto no ocurre, quien administra el Estado no está cumpliendo con su misión.