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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Creímos por eso hablamos

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Alfredo Infante sj

San Pablo (2 Cor 4,23-5,1) nos dice «creí por eso hablé» «creímos por eso hablamos». Pablo es consciente de que la fe salva, moviliza, despierta la conciencia, es un «fuego que enciende otros fuegos». Quien vive de fe, jamás se resigna. Y es que, ante una situación adversa y contraria que niega y aplasta la vida, nos puede venir la tentación de pensar que todo está perdido, que el mal y el pecado son absolutos y triunfan.

Nuestras energías sicológicas son limitadas y nos quemamos saturados ante tanta muerte injusta en medio de una cotidianidad asaltada por el caos. Y nos sentimos impotentes cuando los poderosos con su ironía se ríen en nuestra cara y danzan sobre nuestro dolor para hacernos creer que triunfaron. Pero no somos los únicos que vivimos situaciones adversas, de duelo, de violación sistemática de derechos humanos individuales y colectivos, no somos los únicos burlados sádicamente por el poder. Hay muchas experiencias de liberación que muestran sin duda que la fe mueve montañas y que el mal, aunque real, no es eterno. El poder con sus ritos e ideologías, miente, se engrandece para no mostrar su desnudez, su mentira es atemorizar.

En medio de situaciones como la que vivimos, hay muchos testimonios que muestran que la fe libera, porque es una fuerza interior que resiste a la envestida del poder despótico, se acrisola en el fuego, como el oro. La palabra de fe sobre la realidad exorciza los demonios del poder y pone en evidencia que «el rey está desnudo», que su fuerza no es tal, que es relativa y se reviste de «absolutez» para desmovilizar, paralizar y fragmentar.

San Pablo no se resignó a la prevalencia de la muerte sobre la vida, era un convencido del triunfo de la vida, de la dignidad de hijos y hermanos, de la fraternidad en Cristo resucitado. Desde ese horizonte de vida hablaba, su palabra era luz, por eso insiste: «creí y hablé», «creímos y hablamos».

Es hora de la palabra de fe, movilizadora, liberadora, sanadora, fortalecedora. No podemos dejar que el poder nos lleve a su terreno, nos desmovilice, y nos configure con su temor. Decía Pablo, «Si estamos con Cristo, quién contra nosotros». «vencer el mal a fuerza de bien». Que nuestra palabra, sea una palabra de fe sobre la realidad convencidos de que «en Él existimos, nos movemos y somos».

Sagrado corazón de Jesús, en vos confío

Parroquia San Alberto Hurtado. Parte Alta de La Vega.

Caracas-Venezuela.

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Crédito: François Gérard

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