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COVID-19: ¿Cómo será nuestra vida próxima?

Personas forman una fila para recibir alimentos de una organización benéfica, en Carapita, un barrio pobre de la capital, durante la cuarentena debido al brote de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), en Caracas
Foto: Manaure Quintero | Reuters

La pandemia declarada por el Coronavirus que arropa al mundo desde el pasado mes de marzo ha representado un cambio de vida para la humanidad: las relaciones globales se han visto afectadas y nuevas medidas sanitarias han sido impuestas por los gobiernos para proteger a sus ciudadanos “puertas adentro”, prevenir el contagio y contener la propagación del virus. Entretanto, entre lecciones, proyecciones y preguntas sin respuesta transita la “cuarentena”.

Por Julio Castro Méndez*

El inicio del año 2020 nos sorprende con la noticia de una epidemia respiratoria en el continente asiático con potencial de transmisión para el resto del globo terráqueo. Para el momento de escribir esta nota ya sobrepasamos la línea de los tres millones de personas infectadas y más de 210 mil fallecidos, casi no hay país en el mundo que no haya reportado casos de coronavirus. Si bien es un fenómeno global, también es un hecho real que la epidemia tiene diferentes matices y diferentes momentos en cada una de las regiones por donde ha pasado.

Se pueden identificar al menos tres momentos diferentes de la epidemia, el primero sería el caso de China, el segundo sería el momento europeo donde destacan las epidemias en España e Italia y el tercer momento sería el momento de América. En este punto específico habría que diferenciar, a su vez, el momento de Norteamérica y el momento de Latinoamérica como momentos diferentes de la evolución de la epidemia; queda, finalmente, en la última parte de la epidemia, la distribución de casos en África que muy probablemente sea paralela con buena parte de América Latina.

¿Qué hemos aprendido de la epidemia?

Para los momentos actuales, resulta bastante obvio que el elemento principal de la epidemia es que hay una transmisión muy eficiente de persona a persona, con un porcentaje importante de pacientes que, aun teniendo el virus y no teniendo sintomatología alguna, mantienen la transmisión de la epidemia (transmisores asintomáticos). Este hecho tiene relevancia dado que al ser casi imposible detectarlos, la progresión de transmisión del virus ocurre a pesar de las mejores estrategias para contenerlo. Se piensa que el final de la epidemia esté relacionado con dos eventos que parecen estar distantes en el tiempo actual; el primero de ellos sería que el 80 %, o algún número parecido, de la población se infectara y, por ende, generara anticuerpos, y el segundo que apareciera la vacuna contra el virus. Sin embargo, ninguno de estos dos escenarios parece estar en el futuro cercano (próximos cuatro o seis meses), por lo tanto, es fácil suponer que en nuestra realidad mediata estará la epidemia de alguna manera marcando pauta en nuestras vidas de forma importante.

El segundo aspecto que hemos aprendido de la epidemia es que las medidas de contención social, cuarentena, o el distanciamiento, han logrado contener o minimizar el impacto de la epidemia sobre los seres humanos, pero de alguna manera paradójica, como explicamos en el párrafo anterior, la epidemia solamente va a acabar cuando se tengan anticuerpos en la mayor parte de la población, lo cual implica infección. Con base a estos elementos surge una pregunta muy importante: ¿cómo hacemos para que las personas se infecten progresivamente y el impacto sobre la salud, la sociedad y la economía producto de la cuarentena no sea masivo, tal como ha sido hasta ahora? Para los momentos actuales no tenemos una buena respuesta para este equilibrio, pero pareciera, por las informaciones disponibles, que buena parte de los países van hacia un esquema de cuarentena simplificada en el cual el contacto persona a persona debería disminuirse, lo que significaría un compás de actividad a algunas formas de comercio, algunos tipos de trabajo y algunas formas de actividades académicas. No pareciera ser un escenario posible el hecho de que tengamos una vida comunitaria o una vida social similar a la que teníamos en diciembre de 2019, al menos para el 2020 y el 2021, por lo cual debemos pensar en la posibilidad de unos formatos de restricción del contacto entre las personas, en particular en aquellas actividades que implican gran número de ellas reunidas.

¿Qué todavía no sabemos?

Para el momento actual, en el cual todavía estamos en el cuarto mes de la epidemia, hay algunos aspectos que son críticos para saber cómo va a ser el futuro que no tenemos claro. El primero de ellos es la posibilidad de generar anticuerpos o, lo que es lo mismo, quedar protegido posterior a la infección por el virus; todavía los datos son muy preliminares y pareciera que una buena parte de las personas infectadas generan anticuerpos (generando protección), los cuales pareciera que van a durar aproximadamente y como mínimo un año. Si esto es así, el escenario es bastante promisorio porque se mantiene la tesis de que la mayoría de las personas probablemente se infectarían en el curso de este año.  En caso de que no fuera así, la situación (no generar anticuerpos y, por ende, no estar protegidos) es mucho más complicada porque existiría la posibilidad de infecciones recurrentes, lo cual no es nada común para las infecciones virales que conocemos hasta el momento.

Otro aspecto importante que no conocemos es la proporción de personas que se están infectando en esta primera ola. Si la proporción de personas que se infecta con la primera ola es muy pequeña, es muy probable que volviera una segunda ola posterior a abrir las medidas de cuarentena o en un futuro mediato, o en los próximos meses. En términos generales, se considera que hasta que no esté infectada o con anticuerpos aproximadamente el 80 % de la población general, siempre existe la posibilidad de un segundo brote o una segunda ola. Todavía no conocemos el posible efecto que tengan las medidas farmacológicas, esto quiere decir la posible efectividad de los medicamentos sobre la evolución de la misma; esta información va a estar disponible en los próximos meses en la medida que los trabajos científicos vayan arrojando luz sobre la posible efectividad de alguno de estos medicamentos.

Otro elemento que no conocemos y sobre el cual no tenemos mucha información es la posibilidad de nuevos brotes al disminuir las medidas de cuarentena o las medidas de distanciamiento social; es posible que en lo que se incremente el número de actividad comunitaria o contacto social se puedan producir nuevos brotes. En aquellos países donde se están implementado estas medidas es algo que debe irse midiendo en tiempo real para poder hacer los ajustes necesarios. Es muy probable también que estas medidas de relajamiento de cuarentena o distanciamiento social tengan diferentes formas de expresión, dependiendo de algunos elementos de gobernabilidad; por ejemplo, en aquellos países con alto desarrollo tecnológico es plausible que la liberación de la cuarentena esté asociada al proceso de tecnología, por ejemplo, uso de teléfonos celulares, códigos digitales o algún tipo de selección de las personas que pueden tener una condición más abierta de distanciamiento social, mientras que en los países con menos desarrollo tecnológico es probable que las medidas del  ámbito social vayan acompañadas de alguna forma de segmentación de los grupos humanos según su tipo de trabajo o número de identificación personal.

¿Cómo va a ser nuestro futuro cercano en relación a la epidemia?

Dado el grado importante de incertidumbre que tenemos en relación a cómo va a ser el comportamiento del virus en los próximos meses no es fácil pronosticar cómo va a ser nuestra vida, pero de alguna manera se puede prever que el virus va a estar durante todo lo que queda del año 2020 y buena parte del 2021. Eso tendría algunas implicaciones directas sobre algunos grandes aspectos de la movilidad social. El primero de ellos es que no pareciera lógico que se reanudaran actividades donde concurran grandes grupos de personas, esto implica: deportes con asistencia de fanáticos, conciertos, actividades de calle con gran cantidad de gente en sitios confinados y otras formas de agrupamiento social que implique unión de más allá de 150 o 200 personas. Por otra parte, las actividades académicas en sus diferentes niveles probablemente sufran una de las modificaciones más importantes que veremos en los últimos tiempos, y es muy posible que tengan que sustituirse por algún tipo de actividades digitales o entrenamiento a distancia, cosa a la cual estamos poco acostumbrados, en particular en los países en vías de desarrollo.

Sobre estos aspectos surgen grandes interrogantes como, por ejemplo, el acceso a la tecnología (Internet), no solo en cuanto a su calidad, sino también en cuanto a su accesibilidad; sobre la capacidad de los instructores para adaptarse a nuevas formas de enseñanza a distancia… En definitiva, todos estos son retos muy importantes en los países en desarrollo y en los grupos con menos acceso a la tecnología. Es muy probable que en los próximos meses, aún a pesar de la medida de relajamiento de distanciamiento social, sea necesario la implementación de algunas formas de protección personal tales como el uso de mascarillas, máscaras protectoras u otro tipo de aditamentos que permitan crear una barrera física entre aquellos que pueden estar contagiados y aquellas personas que son susceptibles. Por ello, es importante que nuestras comunidades vayan familiarizándose con el uso correcto de estos aditamentos en buena parte de su actividad diaria y probablemente tengan que destinar parte de su presupuesto familiar a garantizar que estas medidas puedan ser cumplidas. Algunos aspectos importantes de la vida ciudadana, como el uso de los medios de transporte masivos, muy probablemente vayan a tener algún tipo de modificación debido a la gran concentración de personas que se reúne al usar estos medios. De igual forma, las medidas de cortesía respiratoria que implican el “no ir a trabajar” o “no ir a la escuela”, para aquellas personas que tengan síntomas respiratorios, deben ser garantizadas de manera mucho más estricta a como lo veníamos haciendo históricamente. Es posible que se diseñen estrategias para tratar de identificar posibles casos a la entrada al trabajo o a las escuelas (test rápidos, medidas de higiene específicas).

El riesgo de transmisión sigue siendo alto aún, a pesar de que buena parte de los países ya haya disminuido o haya pasado los momentos más álgidos de la epidemia. Es fácil predecir que todavía hay un número importante de ciudadanos que no ha tenido contacto con el virus y, por lo tanto, sigue siendo susceptible. El cuidado preferencial a los grupos vulnerables (tercera edad, presencia de otras enfermedades, etcétera) debe ser una constante y a la vez un reto para las comunidades, esto implicaría medidas de distanciamiento social de larga duración, pero garantizando sus necesidades mínimas.

Es momento de pensar en las respuestas sociales con valores transversales a la sociedad completa; superaremos esta amenaza, sin duda, pero la forma de superarla dejará mejores lecciones si van acompañadas de reflexiones sobre nuestras acciones como humanos.

*Médico internista infectólogo. Profesor IMT UCV.

Fuente: Revista SIC 824

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