Jesús María Aguirre sj
Aunque no tengo la seguridad de que Scorsese someta a todos los actores de sus películas a la técnica Stalinawski, no me cabe duda de que en el caso de la película última Silencio se guió por dicho “Método” es decir: “El arte que sale del espíritu y el corazón del artista, permite actuar con el máximo de eficacia en el espíritu y el corazón del espectador, enriqueciéndole el alma y formando su inteligencia”, lejos del diletantismo o de las rutinas de actuación.
Recuerdo cómo el Rector de la Basílica de S. Pedro Claver de Cartagena de Indias, ciudad escenario de algunas secuencias de la película La Misión de Roland Joffé (1986), me contaba la anécdota de que el actor Jeremy Irons -no me consta de Robert Niro- realizó una experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio para empaparse de la espiritualidad jesuítica de los roles protagónicos.
También en nuestro medio teatral y cinematográfico, la directora de teatro universitario Virginia Aponte, ha incluido este método en la formación de sus actores de Teatro UCAB o Ago-teatro y en la preparación de dramas religiosos-políticos. Ejemplo de ello fueron los retiros espirituales realizados por los estudiantes ucabistas para empaparse de la sensibilidad carmelitana para representar la obra Diálogo de Carmelitas de G. Bernanos.
No nos sorprende por ello la noticia de que para prepararse para la adaptación de Martin Scorsese al cine de la novela católica Silencio, los actores Andrew Garfield (Hasta el último hombre, The Amazing Spider-Man) y Adam Driver (Star Wars: El despertar de la Fuerza) hicieron algunos deberes adicionales y se apuntaron a un retiro en silencio de siete días en una casa jesuita en Gales del Norte. En la película, los dos actores interpretan a misioneros jesuitas y, para poder aportar autenticidad a sus papeles, Garfield y Driver se empaparon de espiritualidad jesuita.
Según cuentan los actores durante un retiro en St. Beuno’s (lugar donde el poeta británico y sacerdote jesuita Gerard Manley Hopkins vivió durante tres años), los actores usaron su tiempo para entrar en completo silencio y ser guiados a través de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Los actores se tomaron en serio el retiro y entre ellos únicamente se saludaban con la mano para respetar el silencio.
Con cierta picardía, según Vogue, Scorsese quedó impresionado con la dedicación de Garfield. “He hablado con personas que trataron de seguir esos ejercicios y solo duraron tres días (…) ¡Este joven los ha completado todos!”.
Además, según declaró Garfield al New York Times, además del retiro, pasó todo un año preparándose espiritualmente para el papel e incluso contrató a un director espiritual, el padre James Martin, SJ. Se reunían vía Skype y para cuando terminaron con su formación, Garfield manifestó haber quedado “totalmente embelesado por todo lo referente a la espiritualidad jesuita” y estaba tan inmerso que durante el rodaje solía provocar pausas diciendo: “Un jesuita no diría eso”, y luego ofrecía sugerencias para el guión.
Como colofón de esta experiencia y próximo a estrenarse la película el Silencio nos complace escuchar el testimonio de Garfield al Time de que: “Mi experiencia fue muy personal. Con suerte, morimos en la cruz cada día y cada día somos resucitados en una forma más auténtica. Para mí esa es la idea; la del viejo yo deshecho para que emerja un yo más verdadero”, frente a tanta campaña insidiosa que divulga el cliché de que los Ejercicios son un “lavado de cerebros”.
Para disfrutar el film el Silencio, sin duda hace falta hacer un silencio interior, para adentrarse en la soledad sonora de un diálogo interior con uno mismo y con Dios.