Revista SIC 801
Enero – Febrero 2018
Una elección que nos define
La primera tarea, impostergable, que tenemos la mayoría de los venezolanos es la de cómo vivir humanamente sin comer completo. No tener lo suficiente para comer da ansiedad vital, angustia. Y, si nos dejamos llevar por ese estado de ánimo, la tendencia es a salir del paso como podamos, en el entendido de que ante una situación que a la larga pone en riesgo la vida y a la corta su desempeño normal, no hay reglas que valgan y que uno tiene que hacer todo lo que pueda para comer completo.
Si seguimos esa tendencia, dejamos de lado nuestra dignidad ya que nos entregamos a nuestras pulsiones más elementales, con lo que nos vamos desestructurando, hipotecamos la libertad y el resultado es que nos deshumanizamos.
La pregunta que no podemos dejar de hacernos, si queremos vivir responsablemente, es si lo absoluto es la vida o la humanidad. Porque no hay dos absolutos. Cada quien tiene que responder a esta pregunta. Y de hecho cada quien responde, aun el que no se la quiere plantear. La respuesta real no es la verbal sino la de los hechos, la de cómo nos comportamos.
Si nos atenemos a los hechos, habría que decir que bastantes venezolanos viven aprovechándose de la situación, planteándose únicamente qué hacer para tener cómo vivir, aunque sea vendiéndose al Gobierno o a costa de los demás, muchas veces tan pobres como ellos o más.
Pero también es un hecho que bastantes se plantean hacer todo lo posible para vivir, tanto ellos como los suyos, aguzando el sentido práctico y el sentido de la oportunidad, pero sin hipotecar su dignidad por nada del mundo. Y lo hacen con el convencimiento de que, mal que bien, siempre se las arreglarán para tener cómo sin sacrificar su conciencia.
Esa elección, que hoy no podemos no hacer, porque la escasez presiona para poner la vida y en concreto el comer completo en primer lugar, esta decisión que, de hecho, estamos haciendo todos los venezolanos, nos define.
En definitiva, es la elección por definirnos como individuos, que absolutizamos nuestro ser único, en definitiva, nuestro ser corporal, nuestra vida, o por definirnos como personas, es decir, por las relaciones fraternas que nos unen con todos desde nuestra genuinidad.
Vivir para nosotros mismos o como hijos y hermanos
Para los que nos llamamos cristianos es la elección entre vivir como imágenes del Dios que nos reveló Jesús o del dios que nos hacemos como proyección al infinito de nuestros anhelos y nuestras ansias.
El dios que sale de nosotros es nuestro yo absolutizado, que todo lo pone en función de sí, que sacrifica todo y a todos, a los que haga falta, a él mismo, para perdurar en la existencia.
El Dios de Jesús, por el contrario, son “relaciones subsistentes”, que es la definición acertadísima que da santo Tomás, de las personas divinas. Esto significa que lo que tiene más realidad en Dios no son las substancias, que simbólicamente llamamos Padre, Hijo y Espíritu, sino las relaciones, que a la vez diferencian (tres personas distintas) y unen (un solo Dios verdadero). Es decir, que la misma relación hace que el Padre sea Padre y el Hijo, Hijo.
Si somos imágenes de este Dios, esto implica que yo no soy persona si absolutizo mi yo. Solo lo soy, si actúo con tanta asiduidad mi condición de hijo de Dios en el Hijo y de hermano de los demás, en Jesús, el Hermano universal, que llego así a ser persona, poniendo mi yo y mi condición de sujeto en función de esas relaciones.
No preocuparnos para ocuparnos fecundamente
¿Cómo se aplica esto a nuestra situación? Si yo vivo realmente como hijo de Papadios, si confío en que su relación conmigo es la vida de mi vida, podré dejar el ansia y vivir la escasez en paz, trabajando en paz para obtener recursos.
Al no preocuparme, porque confío en Papadios, que es la fuente de la vida, podré gastar todas las energías en ocuparme creativa y fecundamente. Así podré dedicarme a vivir como hermano desde la escasez. Trabajando con los demás para obtener recursos y para mejorar la situación y para crear una situación más fraterna. Y compartiendo también lo conseguido para que alcance a unos y a otros.
Como se ve, esto nada tiene que ver con profesar una doctrina o con convencerse uno a sí mismo o con un acto de voluntarismo. Todo se centra en actuar en profundidad esas relaciones hasta vivir desde ellas y, en definitiva, de ellas. En el entendido de que, al actuarlas desde mi yo más genuino, desarrollo lo mejor de mí mismo y llego ser un verdadero sujeto.
Hoy existen ambientes humanos
Este es el reto que tenemos planteado, pero, más profundamente, este es el reto que han asumido bastantes venezolanos y, porque lo practican con asiduidad, aguzando el ingenio, en medio de este orden social, verdaderamente de lobos porque el Gobierno solo vive para atornillarse en el poder, fomentando y diseminando la corrupción para tener muchos cómplices y aliados, en esta situación en la que con impunidad casi absoluta se perpetran las mayores injusticias y atropellos sin que nadie ponga remedio, en medio de esta situación, esas personas que viven como hijas de Dios y como hermanas de los demás crean ambientes humanos, en los que en medio de tanta escasez, se vive la polifonía de la vida, se convive, se trabaja con las uñas creativamente, se comparte y, por todo eso, no se vive en trance sino, aunque parezca mentira, con paz de fondo, con cordialidad, y hasta con alegría.
Porque la alegría no es incompatible con el dolor, ni con la escasez, ni con el esfuerzo desmedido; solo es incompatible con dejarse llevar por la tristeza o con el reconcomio y la amargura o con la actitud de entregar las riendas de la vida y hacerse dependiente o, por otro lado, con la satisfacción egoísta que da el autocentramiento que consigue sus metas a costa de los demás.
Esa es la alegría de la que habla Jesús, de la que dice que el mundo, en el sentido preciso del orden establecido injusto, no puede dar, pero tampoco puede quitar. Ese es el secreto de una parte considerable de nuestro pueblo, del que participan también personas de otros sectores sociales, cuando dejan de estar todo el rato maldiciendo de la situación y de quienes la causan, y cuando no sucumben a la consigna ambiental de sálvese quien pueda, en el entendido de que todo está permitido para salvarse.
La fraternidad actuada, alma de la alternativa superadora
En esta situación de hambre, decretada por el Gobierno, que prefiere apoyar su dominio en la dependencia del pueblo hambriento, antes que rectificar el rumbo, la condición de posibilidad para poder pergeñar y construir una alternativa superadoraesapostar por la dignidad desde la condición de hijo y hermano.
Tenemos que convencernos cada uno y tenemos que inculcarlo ambientalmente. Tenemos que convencernos que aceptar que solo somos individuos, como nos propone el neoliberalismo que domina al mundo y que nos ha precipitado en la situación más inequitativa de la historia, no es ninguna alternativa superadora sino el otro polo de lo mismo, tan inhumano como el que padecemos en nuestro país.
Solo desde la actuación creativa, consecuente y responsable de la fraternidad, podremos unir la libertad y la igualdad, y superar la libertad vacía del liberalismo y la igualdad impuesta del socialismo estatista. Dios quiera que nos hagamos cargo y nos aboquemos a la tarea, de modo que tanto dolor no haya sido en vano.