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Venezuela entre Parménides y Heráclito

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Por Juan Salvador Pérez

Nada va a cambiar hasta que todo cambie

Les preguntaba en estos días a unos jóvenes estudiantes universitarios, si pensaban participar en las elecciones presidenciales de 2024. La primera respuesta fue sencilla: “No, porque no estamos inscritos en el CNE”.

Por supuesto insistí. Les hice la pregunta obligada que surge de la respuesta anterior: ¿Y por qué no están inscritos en el CNE?

“Porque votar no sirve para nada, no cambiará nada”.

Entonces comprendí lo que dicen los estudios de opinión; todos pensamos que nada va a cambiar en Venezuela, pero al mismo tiempo queremos que todo cambie. ¡Menudo dilema!

Viéndolo así, podríamos decir en una manera exageradamente simple y por supuesto reducida, que el país se encuentra entre las concepciones de Parménides y Heráclito.

La visión polémica que estos dos filósofos presocráticos tenían sobre la vida, sobre el devenir, sobre la posibilidad o no del cambio, nos será de utilidad como punto de partida en el análisis de la situación actual en Venezuela. Heráclito afirmaba que todo fluye, todo cambia; mientras que Parménides aseguraba que el movimiento y el cambio son imposibles.

Pareciera, pues, que lo venezolanos nos encontramos en este dilema, insisto, reducido casi al absurdo.

Que nada cambie, ni que me cambien

Desde Miraflores, la posición, más que evidente, es obvia: los que están allí se quieren quedar allí. Es lo que se entiende por status quo, el término latino que se traduce como mantener el estado de las cosas como se encuentran en un momento específico [1].

Desde el Palacio de Gobierno por supuesto saben que la situación es apremiante para la población, y seguramente quieren (¡confiemos en que así sea!) que todo mejore, que la gente viva mejor, que el sistema funcione. Pero cada vez que intentan realizar algún cambio para ello, la maquinaria cruje, comienzan los temores internos y, ante la duda o el peligro de que esos cambios necesarios impliquen amenazas de perder “la silla”, todo se detiene y se deja quieto. Nada cambia, pero sí todo empeora.

 Sin mí nada cambia

Hay otro grupo que asume con gallardía casi épica – y estridencia– una postura que supera la simple posición de oposición, para colocarse en las antípodas del status quo. Para ellos, la única manera de que las cosas cambien en Venezuela es desapareciendo del mapa todo rastro de chavismo y madurismo. El cambio supone barrer al otro, y así sólo ellos –como una suerte de casta de hombres y mujeres preclaros y principistas– echar a andar al país ¡ahora sí! en la senda correcta.

De esta postura asusta –y mucho– el parecido con la oferta que en el 98 hiciera el entonces hombre preclaro y principista que propuso barrer con todo lo anterior. Y aquí estamos hoy.

El cambio es posible… si me dejan

Hay un tercer grupo que también pide cambio. Ya lo dijimos al inicio, en realidad todo el país pide cambio. Sin embargo, este grupo de liderazgo opositor, en línea con lo que J.J. Linz define como las oposiciones leales [2], está dispuesto a propiciar los cambios bajo las condiciones que establezca el régimen. Esto supone participar en elecciones en los términos propuestos desde Miraflores, aceptar resultados y, de ganar, compartir espacios de poder. Desde allí, propiciar los cambios.

Esta postura sin duda menos pintada de guerra, adolece de un solo problema: que no sólo ellos sean “leales”, sino que necesariamente Miraflores también lo sea.

 Y ante esto ¿qué dice SIC desde el Centro Gumilla?

Por supuesto que también queremos y creemos en los cambios. Es indispensable y urgente que lleguen. Pero no se trata sólo de pedir cambios, sino de hacer propuestas serias, concretas y viables para que los cambios ocurran.

Los venezolanos necesitamos entrar en un verdadero debate nacional, en un diálogo reflexivo sobre el país que debemos construir, Venezuela requiere propuestas y visiones.

Por ello hoy, desde la Fundación Centro Gumilla, estamos trabajando en eso y pronto presentaremos al país nuestra propuesta de alternativa superadora y democrática, que permita la transformación de Venezuela desde sus propias raíces en una sociedad más justa y humana.

Notas:

  1. En su origen, el término completo era más específico “status quo ante bellum” y se utilizaba luego de un conflicto bélico, cuando regresaban las tropas, para indicar que la situación volvía al inicio como era antes de que comenzara la guerra.
  2. El sociólogo español J.J. Linz planteó el término “oposición leal” dentro de regímenes democráticos, lo cual no es estrictamente el caso venezolano, pero el concepto nos sirve en este caso para ilustrar la idea.
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