“Después de la ciudad, de la urbe, viene el orbe de la Tierra, el llamado tercer grado de la sociedad humana: el hogar, la urbe y el orbe, en una progresión ascendente. Aquí ocurre como con las aguas: cuanto más abundantes, tanto más peligrosas”.
San Agustín, La Ciudad de Dios, Libro XIX, Cap. 7.
El contexto global se presenta retador para Venezuela, en momentos en los que toda la atención está puesta en la elección del Gobierno nacional para el sexenio 2025-2030. En principio, este tendrá que concentrarse en abordar una agenda doméstica cargada de temas complejos. Sin embargo, para poder dar una respuesta asertiva a esos requerimientos internos –algunos muy urgentes–, debe dedicarse tiempo y recursos para la planificación y ejecución de una nueva política exterior. Al respecto, se necesitarán navegantes dotados de mucha inteligencia y sagacidad para poder cruzar un mar internacional proceloso, donde habrán de identificarse socios y fuentes de cooperación, responderse a amenazas y riesgos, mientras se construyen gradualmente oportunidades y fortalezas para el país. Especial cuidado debe tenerse con los sesgos cognitivos, porque el Mundo ya no es el que era en la década de 1990.
Ahora nos encontramos en un “interregno” entre órdenes internacionales, lo cual permite explicar la coyuntura global inestable, tensa y confusa que abre numerosas interrogantes sobre el futuro de la política, la seguridad y la economía internacionales. Para Edward H. Carr, un interregno es un marco temporal durante el cual existe un “equilibrio inquietante” entre fuerzas, ideas y actores en pugna, que por definición tiende a ser de corta duración1. Se trata entonces de un tiempo discontinuo y tumultuoso, con lógicas y trayectorias singulares, sin liderazgos legítimos; el cual se encuentra signado por el “regreso de la historia”2 –que en realidad nunca se fue–, la “venganza de la geografía”3 y la contestación al orden liberal internacional, y aderezado además por una oleada populista y nacionalista, los desarrollos de la Cuarta Revolución Industrial, la amenaza persistente del terrorismo y una crisis climática preocupante.
Antonio Gramsci llegó a definir interregno como una situación en la que “lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer”, donde “se verifican los fenómenos morbosos más variados”4. En particular, en cuanto a los muertos, tenemos el fin del orden internacional edificado después del Muro de Berlín y de la hiperglobalización de corte neoliberal; mientras entre los nacidos y renacidos, destaca el ascenso de China, la inteligencia artificial generativa, las “guerras de conectividad”5 y la nueva hiperglobalización securitizada, el retorno de la competencia geopolítica entre las potencias y la vuelta de formas proteccionistas y neomercantilistas en la gestión del capitalismo, basándose en consideraciones tanto económicas como de seguridad y hasta climáticas.
¿Cómo llegamos al interregno global?
La erosión de la hegemonía de EE. UU. y la consecuente contestación del orden liberal internacional, tienen su origen en dos dinámicas.
En primer lugar, las dos décadas de lucha contra el terrorismo que siguieron al ataque del 11-S en general, y el unilateralismo e intervencionismo en el Medio Oriente de la Administración Bush (hijo) en particular, desgastaron las capacidades materiales y el prestigio de EE. UU. en el Mundo. El fortalecimiento de Irán en el Medio Oriente –tras la destrucción de Irak en 2003 que le contrapesaba, en nombre de la eliminación de unas armas de destrucción masiva que no tenía– y la caótica retirada de la Administración Biden de Afganistán en agosto de 2021, constituyen los últimos actos de esta tragedia geopolítica.
En segundo lugar, la Gran Recesión en el Atlántico Norte en el período 2007-2013 dejó al descubierto los beneficios desiguales de la hiperglobalización de corte neoliberal; la cual hizo posible además que China se convirtiera en la segunda economía mundial sin que se produjera su democratización –como auguraron los profetas liberales de moda en la década de 1990. Este evento de gran magnitud geopolítica pasó inadvertido para EE. UU. al estar concentrado en Medio Oriente.
Por otra parte, la severa crisis económica exhibió desigualdades sociales en las democracias desarrolladas, caldo de cultivo de la oleada populista nativista y antiglobalista que ha afectado la calidad e imagen de las mismas, con la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) en junio de 2016 y la toma del Capitolio de EE. UU. en enero de 2021 como hitos relevantes.
En consecuencia, puede afirmarse que, con mucha perspicacia, el papa San Juan Pablo II se adelantó a su tiempo al publicar la encíclica Centessimus annus en mayo de 1991, en el marco del centenario de la encíclica Rerum novarum del papa León XIII, donde advirtió de los peligros de la afirmación peregrina de que la derrota del comunismo dejaba al capitalismo neoliberal como única solución y donde subrayó además la vigencia de la Doctrina Social de la Iglesia.
La nueva era de competencia entre las grandes potencias
En los días en los que la hegemonía de EE. UU. se encontraba en su cénit, las aproximaciones ideológicas sesgadas parecían plausibles como ocurre con los espejismos. Además, las relaciones entre las potencias globales permanecían bajo control. No obstante, cuando la crisis tocó la puerta y la brecha de poder empezó a cerrarse, las ilusiones liberales se esfumaron rápidamente y la competencia entre las grandes potencias volvió a desencadenarse.
En 2017, considerando el cambio geopolítico, EE. UU. decretó que habíamos ingresado en una “nueva era de competencia entre grandes potencias”6. A partir de allí, la America First de la Administración Trump adoptó una línea dura hacia China, cuestionó el valor de alianzas tradicionales de EE. UU. como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y trató a la Rusia de Putin con deferencia, lo cual respondió tanto a la apuesta estratégica de intentar separarla de China como a simpatías hacia los líderes fuertes. Además, convirtió a EE. UU. en un disruptor del orden liberal internacional, con decisiones polémicas como el retiro estadounidense del Acuerdo de París, del Consejo de Derecho Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), del Acuerdo de Asociación Transpacífico y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Incluso llegó a proponer un polémico “plan de paz” para Israel-Palestina contrario a las resoluciones de la ONU y llegó a sancionar a la entonces fiscal de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda, por abrir investigaciones por presuntos crímenes cometidos en Palestina y Afganistán. En palabras de Barry Posen, Trump impulsó “una estrategia totalmente nueva para EE. UU.: la hegemonía iliberal”7.
La America is Back de Administración Biden no ha cambiado la lectura de la geopolítica global. Empero, considerando la guerra de Ucrania iniciada en febrero de 2022, ha adoptado un empaque ideológico con regusto a Guerra Fría, al definirla como una “lucha entre autocracias y democracias”. Los sesgos cognitivos de un Presidente Biden que creció en los primeros años de la Guerra Fría y admira al Presidente Truman, pudieron haber jugado su parte en esto. Empero, esta definición resulta problemática, como queda en evidencia al echar un vistazo a la controvertida lista de invitados a la Cumbre por la Democracia celebrada virtualmente en diciembre de 2021. Además, enmarcar la contienda geopolítica de esta manera puede reunir a los demócratas y aliados de EE. UU., pero limita el apoyo en el resto del Mundo.
Por otra parte, la Administración Biden volvió a respaldar un orden liberal internacional en crisis, revirtiendo muchas de las decisiones polémicas de la Administración Trump que debilitaron el multilateralismo. Empero, el apoyo a Netanyahu en la sangrienta invasión de Gaza como respuesta desproporcionada al ataque horrendo de Hamas en octubre de 2023, incluso llegando a cuestionar las recientes órdenes de arresto emitidas por el fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, no han abonado en favor del fortalecimiento del orden liberal internacional ni del prestigio de EE. UU. en el Mundo.
En cualquier caso, Venezuela ya ha venido experimentado impactos de la competencia entre las grandes potencias. Entre 2019 y 2020, se hizo sentir la presencia de la Administración Trump y la Rusia de Putin, en el marco de la situación de “soberanía múltiple” que se presentó con Juan Guaidó. Además, en enero de 2022, en la antesala de la guerra de Ucrania, el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov, declaró que no podía “ni confirmar ni negar” posibles despliegues militares en Cuba y Venezuela si las tensiones con EE. UU. seguían aumentando. Desde esta perspectiva, la política de re-engagement de la Administración Biden ha buscado alejar al Gobierno de Maduro de la Rusia de Putin, lo cual se tradujo en la apertura de negociaciones bilaterales discretas en Qatar, el intercambio de prisioneros, la flexibilización parcial de sanciones y la firma del Acuerdo de Barbados –hoy bajo presión–.
Más allá del interregno global: revisando pronósticos geopolíticos
La díada EE. UU.-China constituye el elemento estratégico más importante de las relaciones internacionales en la actualidad. A partir de allí, la competencia entre estas dos potencias ha sido entendida por Graham Allison como una “trampa de Tucídides”8; esto es, la clásica lucha del ocaso entre el hegemón declinante y la potencia ascendente, como ocurrió con Gran Bretaña y Alemania en la antesala de la Primera Guerra Mundial. Es decir, estaríamos inmersos en una transición de poder peligrosa, que si no se gestiona adecuadamente puede arrojar al Mundo al abismo: una tercera guerra mundial9. Ello obliga a tener en cuenta los riesgos de guerras regionales que no tienen en estos momentos un final a la vista como la guerra de Ucrania o la guerra de Gaza, las cuales pueden terminar escalando a una guerra general, tal como ocurrió con el conflicto de los Balcanes y la Primera Guerra Mundial. También advierte sobre la necesidad de considerar la situación de la Rusia de Putin, que se encuentra en un declive peligroso como el de la otrora Austria-Hungría. Ergo, se ha vuelto imperativo tener muy presente la analogía de “Sarajevo 1914”. Incluso, el papa Francisco ha afirmado en varias oportunidades que estamos viviendo una “tercera guerra mundial combatida por partes”10.
Por si fuera poco todo lo anterior, todo esto nos invita a reflexionar sobre el viejo problema del cambio pacífico. Aquí el dilema estratégico para EE. UU. implica bien construir una coalición para frenar el ascenso de China y mantener a raya a Rusia como potencia revisionista, o bien hacer concesiones para acomodarlas en el orden internacional vigente. Es decir, entre ensayar una reedición de la Guerra Fría con una política de doble contención o ensayar una política de apaciguamiento al menos hacia una de estas dos potencias. Dado que esto último es satanizado por la retórica ideológica sin ningún sentido de los límites del poder y la importancia de mantener la paz, apelando alegremente a la analogía de “Munich 1938” y citas descontextualizadas de Churchill, EE. UU. –lamentablemente– ha optado por el primer curso de acción. De Trump a Biden, EE. UU. ha mantenido una guerra comercial y tecnológica con China, ha impulsado las alianzas asiáticas y el lanzamiento de la “Estrategia Indo-Pacífico” para contener a Beijing. La Guerra de Ucrania llevó a la Administración Biden a completar el cuadro de la doble contención.
Por ello, Robin Niblett habla de una Guerra Fría 2.011, aunque aclarando que “no se parecerá en nada a la anterior”. Destaca dos grandes diferencias: el grado de interdependencia económica entre las dos potencias, que ya en el pasado ha llevado a muchos expertos a hablar de “Chimerica”; y el hecho de que esta contienda es “mucho menos binaria” porque hay otras grandes y medianas potencias, por lo cual señala que la nueva Guerra Fría se ganará en este terreno. Es decir, resulta clave la influencia sobre los nuevos “no alineados” que se encuentran en el Sur Global, aunque estos últimos buscarán mantener la autonomía estratégica, aprovechando las ventajas que puedan extraer al apoyar caso por caso a uno u otro bloque. En contra de este pronóstico, podemos decir, que la entente China-Rusia es bastante laxa y pragmática en comparación con el antiguo bloque soviético y el portafolio actual de alianzas de EE. UU.; y que tampoco se observa a China con voluntad de exportar un modelo político-ideológico concreto.
Empero, esta narrativa ha recibido una recepción bastante fría tanto en la Unión Europea, que se encuentra más preocupada por el irredentismo de la Rusia de Putin y por las pulsiones neoaislacionistas en EE. UU. a las que ha dado forma Donald Trump, que por el ascenso de China, por no hablar de los beneficios económicos de su relación con Beijing; como en el Sur Global, donde se recuerda bastante bien lo que aquello significó en términos de soberanía limitada, intervencionismo, conflictos importados y postergación de sus anhelos de desarrollo.
En cambio, Henry Kissinger señaló la necesidad de acomodar a China y negociar una paz con Rusia en Ucrania en el marco de un nuevo equilibrio de poder que satisfaga los intereses de todas las potencias, así como una negociación sobre las reglas que definan un nuevo marco de legitimidad. En resumen, la construcción de un nuevo Concierto Global de Potencias similar al Concierto Europeo de 1815, el cual responde mejor a una distribución de poder cada vez más multipolar12.
Sin embargo, aquí también se presenta el problema del excepcionalismo de EE. UU., el cual le lleva a no ponderar los límites de su poder y le hace sentir incomodo en un orden internacional donde sería un primus inter pares. Por tanto, la mayoría de expertos y funcionarios en Washington se inclinan por una Guerra Fría 2.0 donde “EE. UU. lidere nuevamente al Mundo Libre”. Reinhold Niebuhr advirtió muchas veces en contra esta consciencia mesiánica que lleva a la política exterior de EE. UU. a caer en los pecados de la vanagloria y la arrogancia13.
En otro pronóstico, Ivan Krastev, Mark Leonard y Timothy Garton Ash14 han postulado que nos dirigimos a un Mundo à la carte, en el que las grandes y medianas potencias no occidentales hacen alianzas transaccionales, a veces alineándose simultáneamente con diferentes socios en diferentes ámbitos. Por ejemplo, combinan una relación económica beneficiosa con China y una relación de seguridad estratégica con EE. UU. Este análisis va en contra de la noción de un nuevo “eje de autoritarismo” rígido entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte. Aquí la propia palabra eje implica algo así como una alianza en tiempos de guerra, ya que hace eco del “Eje” original de la Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón imperial en la Segunda Guerra Mundial. El afamado historiador británico Niall Ferguson ha dicho recientemente que “ha surgido un Eje autoritario amenazador” generando una “sensación desagradable a la década de 1930”15.
El meollo de tal analogía histórica, tal como lo ha expuesto Hal Brands16, es que las potencias del Eje que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial “comenzaron como un trío de lucha vagamente conectado por la primacía en regiones clave que se extendían desde Europa hasta Asia”. Solo después sus esfuerzos por dominar sus propias regiones se fusionaron en un desafío superpuesto al orden internacional existente. En este caso, lo que los unía no eran sus sistemas políticos iliberales sino más bien su sentido común de agravio contra un orden internacional que les relegaba a un estatus de segundo nivel.
En contraste, para Amitav Acharya, el orden global emergente debe entenderse con un “Mundo Multiplex”17, es decir, un Mundo multipolar, pluralista y complejo, con mayor protagonismo de los regionalismos y con órdenes internacionales yuxtapuestos, con diversidad ideológica, política y cultural, interdependencia global y presencia de actores transnacionales. Esta es la prospectiva preferida, hoy por hoy, en las instituciones de la Unión Europea.
En otro orden de ideas, la historia también nos ha enseñado que debemos tener en cuenta la interacción entre estructuras y procesos profundos, por un lado, y la contingencia, la voluntad colectiva y el liderazgo individual, por otro. Nuestro tiempo ofrece ejemplos importantes de ambos tipos de fuerza histórica. La forma en que la acumulación de efectos no deseados de las actividades humanas está transformando peligrosamente la biósfera, a través del calentamiento global, la reducción de la biodiversidad y la escasez de recursos, es uno de esos cambios estructurales profundos. De ahí que algunos autores caractericen nuestra época como “Antropoceno”18 y la raison d’être de la encíclica Laudato si’ publicada por el papa Francisco en mayo de 2015. Por otra parte, el acelerado desarrollo de la tecnología es otro cambio estructural. Kissinger advirtió que las aplicaciones militares impredecibles de la inteligencia artificial podrían eventualmente socavar incluso la mínima estabilidad de la disuasión nuclear entre EE. UU., China y Rusia19. Pero si alguna duda cabe respecto a que la contingencia y los individuos también importan, puede mirarse a febrero de 2022, el cual no puede explicarse sin los errores de cálculo de Putin y la determinación de Zelensky.
Esto nos lleva al último punto importante. La cacofonía interpretativa identificada es sintomática de que estamos en un interregno global, es decir, en la antesala de un nuevo capítulo de la historia global al que todos los actores buscan dar sentido. El orden internacional de la pos Guerra Fría (¿lo llamaremos después período entreguerras frías?) terminó con la invasión rusa de Ucrania. En la historia, los comienzos importan. Lo que las potencias globales hicieron en los cinco años posteriores a 1945 dio forma al orden internacional durante las cuatro décadas siguientes. Así que lo que hagan ahora, será crucial para determinar el carácter de la próxima era.
En este sentido, las elecciones europeas celebradas entre el 6 y el 9 de junio de 2024 han sido importantes, ya que de ellas ha emergido una Unión Europea más polarizada y fragmentada. El Partido Popular Europeo (EPP) ha obtenido la victoria, los socialdemócratas (S&D) se han mantenido como segunda fuerza, pero se ha producido un hundimiento de liberales y verdes. Además, hubo un aumento sin precedentes de las fuerzas populistas y nacionalistas, las cuales propugnan la llamada “Europa de las Naciones”, es decir, “menos poder en Bruselas”, protagonismo de los Estados y “fronteras fuertes”, mostrándose, además –a nivel general–, más preocupadas por frenar la inmigración que por la guerra de Ucrania.
En cualquier caso, la X Legislatura (2024-2029) del Parlamento Europeo es la más escorada hacia la derecha en 40 años. En clave europea, aunque ya está planteada la posibilidad de una reedición de la “gran coalición” entre populares, socialdemócratas y liberales garantizando la gobernabilidad en las instituciones comunitarias; probablemente habrá un endurecimiento en materia de migración y una mayor cautela sobre la aplicación del llamado “Pacto Verde Europeo”. Empero, en clave nacional, se ha producido un terremoto político en Francia (con la victoria de Le Pen y la convocatoria a elecciones legislativas anticipadas) y en Alemania (con la derrota del Partido Socialdemócrata en el gobierno a manos de la Unión Demócrata Cristiana y el partido de extrema derecha AfD que se ha posicionado en segundo lugar), lo cual afectará la capacidad de estos países para liderar la Unión Europea en los próximos años. Asimismo, la Italia de Meloni ha resultado fortalecida como centro de poder.
Por otra parte, las elecciones presidenciales de EE. UU. el próximo 5 de noviembre serán críticas. A nivel interno, con las encuestas reñidas, Trump no reconocería fácilmente una derrota, y si obtiene la victoria, continuaría polarizando EE. UU. A nivel externo, una Administración Trump 2.0 retomaría la America First prolongando el interregno global, al poner nuevamente bajo presión desde dentro al orden liberal internacional. En la campaña, Trump ha vuelto a mencionar la necesidad de construir un muro en la frontera con México y redoblar la guerra comercial con China, ha mostrado escepticismo respecto a la solución de los dos Estados para el conflicto Israel-Palestina, ha dicho que “Europa y Corea del Sur deben pagar por su seguridad”, ha tildado de “débil” la actual política hacia Cuba y Venezuela y ha generado la percepción de que terminará abandonando a Ucrania20. Por otra parte, una Administración Biden reelecta implicaría que EE. UU. seguiría buscando dar sentido a la situación internacional actual como una Guerra Fría 2.0, a pesar de ser un enfoque anticuado, equivocado y problemático para el resto del Mundo.
En definitiva, como hemos expuesto, estamos en aguas internacionales peligrosas y hasta cierto punto desconocidas. Esto tiene un efecto amplificador de los desafíos internos que deberá encarar el nuevo Gobierno de Venezuela 2025-2030 en el corto, mediano y largo plazo. En consecuencia, debe diseñarse una nueva política exterior que tenga en consideración la nueva era de competencia entre las grandes potencias y responda al tiempo a las necesidades y posibilidades del país. Los candidatos presidenciales y sus respectivos equipos deben tomar buena nota: Batten down the hatches!
Notas:
- Edward H. Carr, A History of Soviet Russia: The Interregnum 1923–1924, Penguin Books, Harmonswort, 1954, pp. 349-373.
- Robert Kagan, El Return of History and the End of the Dreams, Alfred A. Knopf, Nueva York, 2008.
- Robert Kaplan, La venganza de la geografía. Cómo los mapas condicionan el destino de las naciones, RBA, Barcelona, 2013 [primera edición en inglés en 2012].
- Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, Vol. 2, Ediciones Era, Ciudad de México, 1981 [primera edición en italiano en 1975], p. 37.
- Mark Leonard (ed.), Connectivity Wars: Why inmigration, finance and trade are the geo-economic battlegrounds of the future, ECFR, Londres, 2016.
- El concepto “competencia entre las grandes potencias” (great-power competition) es el nuevo concepto de moda (buzzword), el cual fue mencionado por primera vez en la Estrategia Militar Nacional de Estados Unidos publicada en junio de 2015 y luego fue el eje central de la Estrategia de Seguridad Nacional publicada en diciembre de 2017. La actual Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos publicada en octubre de 2022, afirma que la “…era de la post-Guerra Fría ha terminado definitivamente y una competencia está en marcha entre las grandes potencias” . A continuación, la define como una “lucha entre autocracias y democracias”. Véase. THE WHITE HOUSE, National Security Defense Strategy of the United States of America, Washington, octubre de 2022, p.6, p.23.
- Barry Posen, “The rise of iliberal hegemony: Trump’s surprising grand strategy” en Foreign Affairs, Vol. 97, Nº 2, 2018, pp. 20-27.
- Graham Allison, Destined for War: Can America and China escape Thucydides’s Trap?, Houghton Mifflin, Nueva York, 2017.
- Henry Kissinger, “How to avoid another World War” en The Spectator, Londres, 17 de diciembre de 2022.
- La primera noticia que tenemos al respecto, fue en la Homilía del Papa Francisco en la Santa Misa realizada con motivo del Centenario de la Primera Guerra Mundial en el Monumento Militar de Redipuglia, 13 de septiembre de 2014
- Robin Niblett, The New Cold War: How the Contest between U.S. and China will shape our Century, Atlantic Books, Londres, 2024.
- Henry Kissinger, World Order: Reflections on the Character of Nations and the Course of History, Penguin Books, Nueva York, 2014.
- Reinhold Niebuhr, The Irony of American History, Charles Scribner’s Sons, Nueva York, 1952, pp.23-25
- Ivan Krastev, Mark Leonard y Timothy Garton Ash, Living in à la carte world: What European policymakers should learn from global public opinion, ECFR, Londres, 25 de noviembre de 2023.
- “A very dark age. World feel like 1930s if West cannot win in Ukraine: Niall Ferguson”, Hoover Institution, Washington, 7 de diciembre de 2023.
- Hal Brands, “The Next Global War. How today regional conflicts resembles the ones that produced the World War II” en Foreign Affairs, 26 de enero de 2024.
- Amitav Acharya, “After Liberal Hegemony: The advent of a Multiplex World Order” en Ethics & International Affairs, Vol. 31, Nº 3, 2017, pp. 271-285.
- David Chandler, Franziska Müller y Delf Rothe (eds.), International Relations in the Anthropocene. New Agendas, New Agencies and New Approaches, Springer, Cham (Suiza), 2021.
- Henry Kissinger, Eric Schmidt y Daniel Huttenlocher, La era de la Inteligencia Artificial y nuestro futuro humano, Anaya, Madrid, 2023 [primera edición en inglés en 2021].
- James M. Lindsay, “Election 2024: Trump talks Foreign Policy with TIME magazine”, CFR, Nueva York, 3 de mayo de 2024.