“¿Te extrañas de que se derrumbe el Mundo? Extráñate que el Mundo haya envejecido. Uno es Hombre: nace, crece, envejece. Múltiples son los achaques de la vejez (…) Así, pues, envejece el Hombre y se cubre de achaques; envejece el Mundo y se cubre de tribulaciones (…) No te adhieras a este Mundo envejecido y anhela rejuvenecer en Cristo”.
San Agustín, Sermón LXXXI, 8.
En principio, la Administración Trump 1.0 es una buena guía para entender la política exterior de la Administración 2.0 –de hecho, estará otra vez bajo el eslogan America First. Sin embargo, existen tres diferencias significativas. En primer lugar, el Presidente Trump al tener más experiencia y capital político, abordará los asuntos internacionales con mayor confianza y será el director indiscutible de su política exterior. En este sentido, el equipo de política exterior y seguridad nacional difícilmente podrá contrapesar los impulsos del Presidente Trump como lo hizo el “anillo de generales” (el Ex-Secretario de Defensa, Gral. Jim Mattis, el Ex-Consejero de Seguridad Nacional, Gral. H. R. McMaster, y el Ex-Jefe de Gabinete, Gral. John Kelly) junto al Ex-Vicepresidente Mike Pence en la primera mitad de la Administración Trump 1.0, a quienes se consideró entonces como los “adultos en la habitación”. En segundo lugar, la situación del Mundo en 2025 es más compleja que la de 2017, por lo cual hacer avanzar con éxito la America First 2.0 será una cuestión muy diferente. Y en tercer lugar, los aliados, socios y rivales de EEUU tendrán una mejor lectura del fenómeno Trump.
En cuanto a preferencias, el Presidente Trump considera que el orden liberal internacional creado por EEUU tras la Segunda Guerra Mundial y ampliado a escala global tras la caída del Muro de Berlín, ha dejado de resultarle conveniente a sus intereses nacionales. Por ello, quiere restringir ciertos flujos económicos, como las importaciones y los inmigrantes. Busca que los aliados de EEUU –como los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)– asuman una mayor parte de la carga de su propia defensa. Y cree que puede llegar a acuerdos beneficiosos con autócratas, como el líder ruso Vladimir Putin o el líder norcoreano Kim Jong-un, que le permitan reducir las tensiones mundiales y centrarse en la agenda doméstica –la cual promete estar muy agitada, porque Trump intentará cumplir con su base electoral Make America Great Again (MAGA) y transformar a EEUU para consolidar un legado político.
En cuanto a medios, el Presidente Trump cree firmemente en el uso de las declaraciones políticas intimidantes, la presión diplomática y las sanciones económicas para arrancar concesiones de terceros. También suscribe la “teoría del loco”, según la cual proyectarse como un agente irracional e impulsivo hace que sus amenazas de aumentos masivos de aranceles a países competidores, o de “fuego y furia” a países rivales, les haga proclives a hacer más concesiones de las que harían en caso contrario[1]. Al mismo tiempo, practicó una política exterior transaccional durante su primer mandato, vinculando cuestiones dispares para asegurarse concesiones y obtener ganancias relativas. En cuanto a China, por ejemplo, Trump mostró una voluntad recurrente de ceder en cuestiones políticas –como la represión en Hong Kong y la represión en Xinjiang– a cambio de un mejor acuerdo comercial bilateral.
Dimensión burocrática
Los logros de política exterior de la Administración Trump 1.0 fueron muy relativos. Si nos fijamos en los acuerdos renegociados para el Tratado de Libre Comercio con Corea del Sur o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte –renombrado como USMCA–, sus intentos de coerción produjeron magros resultados, más allá de la propaganda. Asimismo, México no tuvo que pagar ningún muro fronterizo, pero firmó un acuerdo bilateral en 2019 que lo convirtió en país de contención de la migración latinoamericana hacia EEUU. En este apartado también pueden mencionarse sus tres cumbres históricas pero poco conclusivas con Kim Jong-un en Singapur, Vietnam y la Zona Desmilitarizada entre las Coreas, y su polémico e irrealizable “acuerdo del siglo” para el conflicto Israel-Palestina.
Puede argumentarse que estos magros resultados se debieron a la naturaleza más bien caótica de la Administración Trump 1.0. De hecho, hubo muchos momentos, sobre todo en los primeros dos años, que el Presidente Trump parecía estar en guerra con su propio equipo; y debemos recordar que a su primer Secretario de Estado, Rex Tillerson, le despidió descortésmente a través de un mensaje por redes sociales. Hubo mucha demora en las nominaciones iniciales y luego mucha rotación burocrática, lo cual se tradujo en inconstancia en la gestión de los asuntos, variabilidad en los posicionamientos y degradó la capacidad para lograr objetivos. El segundo Secretario de Estado de la Administración Trump 1.0, Mike Pompeo, vino a dar cierta estabilidad en la toma de decisiones, al saber lidiar al tiempo con el Presidente Trump y la burocracia.
Esto no debería ser un problema en la Administración Trump 2.0. En los últimos años, el Presidente Trump ha reunido suficientes acólitos para dotar a su equipo de política exterior y seguridad nacional con funcionarios afines –esta vez ha estado realizando nominaciones muy rápidamente, incluso de funcionarios de segundo nivel que no requieren confirmación del Senado–; y resulta mucho menos probable –como señalamos– que encuentre resistencia entre sus colaboradores o incluso que tenga que preocuparse por otros mecanismos de control de la política exterior –al contar con un Partido Republicano a su servicio que controla ambas cámaras del Congreso e indirectamente a la Corte Suprema de Justicia.
No obstante, existen tres “tribus” que competirán por ganarse el favor presidencial para modelar la política exterior de la Administración Trump 2.0: los “neo-aislacionistas”, los “primacistas” y los “priorizadores”[2]. Para entender aquello que les separa, primero debemos considerar lo que les une: las tres tribus buscan traducir el movimiento MAGA a nivel internacional. Esto implica la realización de una agenda iliberal (por ejemplo, desvincular a EEUU de la lucha contra el Cambio Climático y la Agenda 2030, condicionar la participación en instituciones internacionales, ejecutar una política migratoria más restrictiva y apoyar otros liderazgos populistas de extrema derecha) y la creencia de que EEUU ha sufrido económica y culturalmente con la globalización. De manera que, el Partido Republicano se ha convertido en el campeón del neo-mercantilismo y la desglobalización nativista.
En primer lugar, están los “neo-aislacionistas”, los cuales entroncan con la tradición jacksoniana de política exterior de EEUU. Estos abogan por cultivar las capacidades nacionales, son escépticos con las alianzas tradicionales de EEUU como la OTAN y quieren limitar el despliegue y uso de la fuerza militar en el exterior. Aquí contamos a la nominada como Directora de Inteligencia Nacional de la Administración Trump 2.0, Tulsi Gabbard; y Richard Grenell nominado como Enviado Especial para Misiones Especiales, incluyendo Venezuela y Corea del Norte, para la Administración Trump 2.0 –quien se desempeñó como Embajador en Alemania, Enviado Especial para las negociaciones de paz Serbia-Kosovo y Director interino de Inteligencia Nacional en la Administración 1.0. También encaja aquí Christopher Landau nominado como Sub-Secretario de Estado –quien se desempeñó como Embajador en México con la Administración Trump 1.0.
En segundo lugar, están los “primacistas”, que en contraste con los anteriores, sostienen opiniones más convencionales sobre la importancia del liderazgo global de EEUU, las alianzas tradicionales y las capacidades militares. Estos promueven un mayor gasto militar para reforzar la disuasión y apelar al uso de la fuerza de ser necesario, en mantener el apoyo a Ucrania y contener a Rusia, y encarar al tiempo la rivalidad con China. Algunos “primacistas” se les llegó a tipificar como “neoconservadores” en los años posteriores al 11-S, aunque eso se ha convertido en un término peyorativo debido a la desastrosa Guerra de Irak, y por ende, muy pocas personas se describen ahora de esta manera. En esta categoría se encuentra el Senador de Florida Marco Rubio, candidato a Secretario de Estado; el Representante de Florida, Michael Waltz, candidato a Consejero de Seguridad Nacional; y el multimillonario del complejo militar-industrial, Stephen Friedberg, candidato a Sub-Secretario de Defensa. De hecho, Marco Rubio en su declaración de aceptación de la nominación repescó el eslogan de Ronald Reagan: Peace through Strength. Aquí también encajan Mauricio Claver-Carone, nominado como Enviado para América Latina del Departamento de Estado –quien se desempeñó como responsable del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional en la Administración Trump 1.0 y luego fue electo polémicamente como Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en octubre de 2020, rompiendo la costumbre de reservar este cargo para un latinoamericano[3]–; y Michael Needham nominado Consejero del Departamento de Estado –quien fue jefe de staff del Senador Rubio entre 2018 y 2023.
En tercer lugar, tenemos a los “priorizadores”, quienes se ubican en un punto intermedio entre los anteriores. Al igual que los “aislacionistas”, enfatizan que las capacidades estadounidenses son limitadas y EEUU debe reducir compromisos externos, pero sienten que la amenaza china requiere una respuesta directa similar al esfuerzo estadounidense contra la otrora Unión Soviética. Les preocupa que la atención y los recursos dedicados a otros teatros menos críticos, como Europa y Medio Oriente, distraigan a EEUU de la rivalidad estratégico con China y los esfuerzos para contenerla en el Indo-Pacífico. En esta categoría se encuentra el Vicepresidente J.D. Vance; el nominado como Secretario de Defensa para la Administración Trump 2.0, el comentarista de Fox News y Ex-Oficial de la Guardia Nacional, Pete Hegseth[4]; y la nominada como Embajadora en la ONU, Elise Stefanik. Aquí también encajan Michael Anton designado por Trump como Director de Planificación del Departamento de Estado; y Elbridge Colby, quien ha sido nominado como Sub-Secretario Adjunto de Defensa para Política –cargo similar al que desempeño en la Administración Trump 1.0.
Además, podemos hablar de una “tribu de Florida”, encabezada por Marco Rubio y Michael Waltz –y apoyada desde el Comité de Relaciones Exteriores del Senado por Rick Scott–, que hará énfasis en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
En otro orden de ideas, el Presidente Trump ha indicado en numerosas ocasiones que tiene la intención de purgar lo que denomina “Estado Profundo”, esto es, los profesionales de carrera de la burocracia que, en su opinión, se oponen y sabotean sus políticas. Por ello, es probable que utilice la Schedule F –una medida para reclasificar los cargos públicos como puestos políticos– para forzar su salida. Ergo, en los próximos años, el Departamento de Estado puede volver a sufrir la pérdida de personal calificado como ocurrió en la Administración 1.0[5].
Profundizando el interregno
Aunque el margen de maniobra interno del Presidente Trump será mayor en esta oportunidad, la America First 2.0 sólo ofrece profundizar el peligroso interregno en el que nos encontramos.
El Presidente Trump ha dejado clara su intención de abandonar la Guerra de Ucrania, poniendo fin a la masiva ayuda económica y militar de EEUU. Pero hay dudas en cuanto a la forma en la que cumplirá su promesa, de cómo negociará con el Presidente Putin y de cómo convencerá a Ucrania para que deje de luchar.
En el teatro del Medio Oriente, el Presidente Trump ha instado a Netanyahu a “terminar el trabajo” y destruir a Hamás, y ha dicho que no intervendrá en Siria con lo cual ha dejado el camino libre a Turquía para ejercer influencia sobre las facciones que derrocaron recientemente a Bashar al-Assad. Sin embargo, la ambición desenfrenada de Netanyahu, sugiere que Israel proseguirá con la guerra regional para consolidar su primacía a toda costa, lo cual ha alienado a muchos socios potenciales de EEUU en Medio Oriente y el resto del Mundo, deslegitimando al tiempo el orden liberal internacional que teóricamente la Administración Biden buscaba reforzar al grito de America is Back. Al respecto, queda la incertidumbre de si Trump en esta ocasión irá más allá del restablecimiento de la política de máxima presión respecto a Irán, dado que siempre ha presumido de haber mantenido a EEUU fuera de nuevas guerras.
Por otra parte, la situación ha cambiado desde 2017, cuando las iniciativas, coaliciones e instituciones internacionales existentes no estaban preparadas para el embate de la America First. Mientras tanto, otros actores se han vuelto más activos en la creación y el refuerzo de sus propias instituciones independientes de EEUU: desde los BRICS+ hasta la OPEP+, pasando por la Organización de Cooperación de Shanghái. De manera más informal, se puede ver una “entente de sancionados”, en la que China, Corea del Norte e Irán están ayudando en mayor o menor medida a Rusia en la Guerra de Ucrania. También tenemos a India apostando por la autonomía estratégica.
La diferencia más importante entre la Administración Trump 2.0 y la Administración Trump 1.0 es también la más sencilla: Donald Trump es ahora conocido en la escena mundial. En las elecciones de 2016, la política exterior de Trump era un tanto misteriosa; pero en 2024, muchas de las acciones de Trump son mucho más fáciles de anticipar.
Tanto las grandes potencias como los Estados más pequeños ya saben que la mejor manera de tratar con Trump es colmarlo de pompa y circunstancia, abstenerse de contrastar los hechos en público, hacer concesiones llamativas pero simbólicas y permanecer seguros de que, en general, se preservarán lo que considera intereses fundamentales de EEUU.
En suma, la America First 2.0 refleja el pensamiento habitual de una potencia hegemónica en declive relativo, que “…ni cede ante las justas demandas de retadores emergentes ni hace los sacrificios necesarios para defender su mundo amenazado”[6].
El fin del excepcionalismo de EEUU
Asimismo, la reelección de Trump augura dos fenómenos preocupantes para la política exterior estadounidense.
En primer lugar, la Administración Trump 2.0 terminará con el discurso del excepcionalismo estadounidense. Desde Harry Truman hasta Joe Biden, los Presidentes de EEUU han abrazado la noción de que los valores liberales reflejan a la sociedad estadounidense y desempeñan un papel importante en la política exterior. Esta afirmación ha sido puesta bajo presión en diversas ocasiones, pero la promoción de la democracia y el avance de los derechos humanos se han priorizado junto con los intereses nacionales.
La Administración Trump 2.0, la política exterior de EEUU dejará nuevamente de promover la democracia a nivel mundial. Esto, junto a declaraciones polémicas, acciones disruptivas y la simpatía hacia los “hombres fuertes” como el Presidente de Egipto Abdel Fatah al-Sisi o el Príncipe saudita Mohamed bin Salman, hará que EEUU luzca ante la opinión pública como cualquier otra gran potencia que sigue sus intereses nacionales: ni la “Ciudad brillante sobre la colina” ni el “Faro de las democracias”.
En la Administración 1.0, podía racionalizarse que la mayoría de los estadounidenses no creían en esto, porque Trump no ganó el voto popular. Empero, las elecciones de 2024 han echado por tierra esa creencia. Durante la campaña, Trump prometió bombardear México y deportar a los inmigrantes legales, llamó a los políticos de la oposición “enemigos internos” y afirmó que los inmigrantes estaban “envenenando la sangre” de EEUU. A pesar de todo ello –o quizá por ello–, Trump obtuvo la mayoría popular. Ergo, cuando el resto del mundo mire ahora a Trump, ya no verá una desviación respecto al excepcionalismo estadounidense; verá lo que EEUU representa en el siglo XXI.
Además, resulta reseñable que una empresa subsidiaria del holding Cerberus que dirige el multimillonario Stephen Feinberg, nominado como dijimos para Sub-Secretario de Defensa, ha sido señalada por haber entrenado al escuadrón saudita que asesinó al periodista Jamal Kashoggi que colaboraba con The Washington Post en Estambul en 2018.
En segundo lugar, existirán riesgos de corrupción que pueden terminar comprometiendo la política exterior de EEUU en varios asuntos. Los antiguos miembros del equipo de política exterior y seguridad nacional de administraciones anteriores se han beneficiado de su servicio público a través de la publicación de libros, discursos y consultoría geopolítica. Sin embargo, Jared Kushner, yerno de Trump y asesor para el Medio Oriente en la Administración 1.0, y el citado Richard Grenell, aprovecharon los lazos que establecieron como responsables políticos para negocios inmobiliarios y con fondos de inversión de gobiernos extranjeros casi inmediatamente después de dejar el cargo. Ergo, no será extraño que los benefactores extranjeros se acerquen al grupo de asesores de Trump con promesas implícitas y explícitas de lucrativos acuerdos después de su mandato, siempre y cuando jueguen su papel mientras estén en el poder.
En cualquier caso, resulta evidente que la America First 2.0 no va a lograr recuperar la hegemonía de EEUU en el Mundo ni a construir siquiera un orden internacional post-liberal. Lo que plantea, por ahora, es sólo que el Mundo ha envejecido y se encuentra cargado de tribulaciones, así como la sensación de que una época ha llegado definitivamente a su final.
Relaciones con Venezuela
En cuanto a la política de la Administración Trump 2.0 hacia Venezuela, la situación se presenta compleja e impredecible, con elementos dispares que permiten proyectar distintos escenarios.
En este sentido, tomando en cuenta la experiencia de la Administración 1.0, el poder de la “tribu de Florida”, la declaración de Trump en un acto de campaña señalando que Venezuela “estaba a punto de colapsar” al final de su primer mandato[7] y el lobby de un sector de la oposición venezolana en EEUU, un primer escenario es el regreso de la política de máxima presión. Esto se traduciría en la no renovación de las licencias petroleras otorgadas por la Administración Biden, un reforzamiento de las sanciones, cerco diplomático, acciones encubiertas[8] y otras medidas de presión, para forzar un cambio político en Venezuela tras lo ocurrido en las elecciones presidenciales de 2024.
Sin embargo, tomando en cuenta la confesión de Trump de que “tomar el petróleo venezolano” motivó la política de máxima presión[9], su decepción con el fracaso de aquella política, su percepción sobre Nicolás Maduro como “inteligente y demasiado duro”[10], la acción del lobby petrolero para mantener activas las licencias[11], la oferta de un “reinicio de la relación” y “apostar por un ganar-ganar” que hizo Maduro con ofertas de acuerdos de repatriación, más negocios petroleros y “combate a bandas y trenes delincuenciales”, la presencia de un personaje temerario y oscuro como Richard Grenell[12], un segundo escenario es la adopción de una política pragmática. En este contexto, como mínimo tendríamos un “modus vivendi” centrado en petróleo, migración (vuelos de repatriación y medidas de contención) y lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado; y como máximo a lo anterior se sumaría el restablecimiento de relaciones diplomáticas y un polémico “encuentro entre hombres fuertes” –al mejor estilo de lo ocurrido entre Trump y Kim Jong-un en su primer mandato[13]. Paradójicamente, un gobierno venezolano que se dice de izquierda, estaría involucrado en una suerte de reedición del Protocolo Gómez-Buchanan de 1909.
Asimismo, este segundo escenario supone que los planteamientos generales de la America First 2.0 tomarían más fuerza respecto a Venezuela. En primer lugar, que EEUU debe dar prioridad a lo que se considera son sus intereses materiales respecto a Venezuela, y entre ellos, hacer posible las deportaciones masivas y la contención de los flujos migratorios –durante los últimos cinco años, las autoridades estadounidenses han detenido a más de 900 mil venezolanos que intentaban cruzar la frontera, y actualmente residen legalmente alrededor de 545 mil venezolanos–, así como la lucha contra el crimen organizado y los beneficios potenciales de hacer más negocios petroleros. En segundo lugar, que si EEUU retoma una línea dura con Maduro, aumentan las posibilidades de que crezca la influencia de China, Rusia –este en menor medida dada la perspectiva de un acuerdo entre Trump y Putin en Ucrania– e Irán en Venezuela. En tercer lugar, que la política de máxima presión no funciona. Más de siete millones de venezolanos han dejado el país en la última década, el país es mucho más pobre, la situación no deja de deteriorarse y Maduro sigue en el Palacio de Miraflores. En cuarto lugar, que Edmundo González se encuentra en el exilio, y una mejor manera de propiciar cambios democráticos en Venezuela es negociando condiciones para una participación de la oposición en las próximas elecciones parlamentarias y regionales, así como evitar un mayor cierre del espacio cívico y cualquier intento de reformar la constitución que cercene aún más las libertades.
Por último, tomando en cuenta un posible equilibrio burocrático dentro la Administración Trump 2.0, aunado a un contrapeso entre lobbies empujando en un sentido y otro, así como la complicada agenda doméstica de EEUU, un tercer escenario es el mantenimiento del status quo, con un canal diplomático discreto Grenell-Rodríguez que pacta la reactivación del acuerdo de repatriación de migrantes, la prórroga de licencias petroleras vigentes y la liberación de presos estadounidenses y algún preso político, pero sin mayor flexibilización de sanciones o normalización diplomática, y con fuerte diatriba para consumo de los auditorios internos respectivos.
En cualquier caso, resulta llamativo que ningún personaje nominado para formar parte de la Administración Trump 2.0 se haya reunido hasta ahora con Edmundo González, ni que haya recibido invitación para asistir a la toma de posesión en Washington el 20 de enero de 2025[14]. ¿Y usted que opina?
Notas
[1] Richard Nixon utilizó mucho esta táctica, la cual remonta a la máxima de Maquiavelo considerando el ejemplo del político y militar romano Lucio Junio Bruto: “es cosa sapientísima fingirse loco durante algún tiempo”. Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Madrid, 1987 [1531], Libro III, Cap. 2.
[2] Majda Ruje & Jeremy Shapiro, Polarised Power: The Three Republican “tribes” that could define America’s relationship with the world, ECFR, Londres, noviembre de 2022.
[3] Claver-Carone fue removido del BID en septiembre de 2022 por acusaciones sobre tratos de favor con una subordinada con quien tenía una relación romántica.
[4] La nominación de Hegseth se encuentra en la cuerda floja, debido a varias denuncias relacionadas con su vida sexual y una supuesta afición al alcohol.
[5] A esto debe sumarse, que la Administración Trump 1.0 detenta el record de 45% de los cargos de Embajadores por designación política, siendo estos mayoritariamente grandes contribuyentes de la campaña electoral. Esto no ocurre en otras democracias avanzadas; y se traduce en menor calidad diplomática, algunos escándalos bochornosos y cuestionamiento de la opinión pública. Vid. Roger Wieand & Delaney Marsco, The Donor to Ambassador Pipeline. Why America’s key diplomats are often wealthy political donors, Campaign Legal Center, Washington, mayo 2023.
[6] Robert Gilpin, War and Change in World Politics, Cambridge University Press, Nueva York, 1981, p. 166.
[7] CNN, “Trump dice que lamenta ‘no haber tomado Venezuela’”, Atlanta, 12 de junio de 2023. Disponible en: https://cnnespanol.cnn.com/video/donald-trump-venezuela-petroleo-dusa
[8] Wired, “The untold story of Trump’s failed attempt to overthrow Venezuela’s President”, San Francisco, 31 de octubre de 2024. Disponible en: https://www.wired.com/story/trump-cia-venezuela-maduro-regime-change-plot/
[9] Ver nota al pie nº 7.
[10] John Bolton, The Room Where it Happened: A White House Memoir, Simon & Schuster, Washington, 2020, p. 253.
[11] Con el multimillonario de Florida, Harry Sargeant III –importante contribuyente de la campaña electoral que juega golf habitualmente con el Presidente Trump en Mar-a-Lago e importa asfalto desde Venezuela– a la cabeza. Vid. The Wall Street Journal, “More oil for fewer migrants: Trump is urged to make deal with Venezuela”, Nueva York, 28 de noviembre de 2024. Disponible en: https://www.wsj.com/world/americas/trump-oil-migrants-deal-venezuela-maduro-759dc039
[12] Richard Grenell se reunió en una oportunidad con Jorge Rodríguez en Ciudad de México, autorizado por la Casa Blanca pero sin el conocimiento del Departamento de Estado, donde exploró algún acuerdo que pudiera venderse como victoria de cara a las elecciones presidenciales de EEUU en 2020. Vid. The New York Times, “Grenell pursued talks over change of power in Venezuela”, Nueva York, 21 de octubre de 2020. Disponible en: https://www.nytimes.com/2020/10/21/us/politics/richard-grenell-venezuela-maduro.html
[13] Esta posibilidad fue asomada por John Bolton, y ha sido considerada como factible por destacados analistas en política latinoamericana de EEUU como Michael Shifter. Vid. El Mundo, “John Bolton: ‘Si gana Trump puede pactar con Maduro. Es un hombre fuerte que le fascina’”, Madrid, 24 de noviembre de 2024. Disponible en: https://www.elmundo.es/internacional/2024/09/23/66f1b8d3e4d4d8ca2c8b457b.html
[14] Andres Oppenheimer, “Trump should invite Venezuela’s González Urrutia to his inauguration – today” en The Miami Herald, Miami, 17 de diciembre de 2024. Disponible en: https://www.miamiherald.com/news/local/news-columns-blogs/andres-oppenheimer/article297225514.html