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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.

Todos los miedos, el miedo

Lissette González

Dos días después de la algarabía producto de los resultados de las elecciones primarias de la oposición en las que participaron más de tres millones de electores, nos encontramos con la tristemente célebre sentencia del Tribunal Supremo de Justicia que pretende impedir la destrucción de los cuadernos de votación del pasado domingo.

Un lector de otro país podría preguntarse por qué esa noticia ha causado tanto revuelo (pobres mis followers de España, por ejemplo). Pero los venezolanos ya conocemos esta historia: en diciembre de 2002 se realizó la primera recolección de firmas para solicitar un referéndum, luego se pidió una segunda recolección y, por último, muchos ciudadanos tuvieron que certificar que habían firmado en un proceso que se llamó “reparos”. Una población acostumbrada a vivir en un sistema político que a pesar de todos sus defectos jamás se propuso crear una lista de adversarios para luego discriminarlos por su afiliación política, participó con entusiasmo. El resultado fue tremendo: a partir de los datos entregados voluntariamente por los firmantes se creó la “lista de Tascón” y luego empezaron los despidos, los contratos cancelados, las becas negadas y un largo etcétera.

A partir de allí, se instaló el miedo en múltiples formas: miedo de asistir a concentraciones o actos públicos, miedo a hablar sobre política si no hay seguridad de quién es el interlocutor, miedo incluso a votar por la posibilidad de que el sistema automatizado permitiera identificar la opción marcada por cada elector. Así, nuestro presidente siguió al pie de la letra uno de los consejos más famosos de Maquiavelo: “Más vale ser temido que ser amado”.

No era, por tanto, una metáfora cuando el Pre-candidato Pablo Pérez en su alocución luego de conocerse los resultados dijo: “Hoy los venezolanos hemos vencido el miedo”. Y la confianza que permitió que muchos decidieran participar en las elecciones primarias se basó en varios mecanismos diseñados por la MUD para garantizar el anonimato: uso voluntario de la tinta indeleble y el acuerdo de destruir los cuadernos de votación.

Yo confío en que los dirigentes de la MUD no entregarán los cuadernos de votación, sin importar lo que diga el TSJ. De hecho, según datos extraoficiales, en varias entidades federales ya han sido destruidos. Quizás el propio gobierno no esperaba realmente obtener los datos de los votantes, quizás con la sola amenaza cree que basta para intimidar a los votantes de cara a las elecciones presidenciales el próximo mes de octubre. Y probablemente para muchos que no votaron el pasado domingo, esta sea una confirmación de que fue mejor no correr el riesgo.

Pero el miedo es libre y las noticias de hoy parecen mostrar que no distingue entre quienes detentan el poder y los que no. Por tanto, la pregunta pertinente es: ¿Quién está más temeroso hoy? ¿La población que en los últimos años no ha dejado de resistir los reiterados intentos de acabar con sus libertades o el gobierno que por primera vez se siente en riesgo de perder el poder? A confesión de parte, relevo de pruebas.

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