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Foto: cortesía RASI Monagas

Por Inés Aray*.

El presente artículo pretende recoger algunas experiencias y reflexiones de organizaciones sociales que hacen vida en la ciudad de Maturín, quienes han tenido la iniciativa de trabajar en red para poder responder de una mejor manera a los retos y desafíos que presenta la pandemia del Coronavirus. La mayoría de ellas coinciden que asumir los desafíos de la emergencia humanitaria compleja y de la pandemia implica la apropiación de ciertos criterios de discernimiento desde un enfoque pastoral, humanitario y sanitario que lleve a las personas y organizaciones a colaborar juntos, para inspirar a otros y ser signo de una manera superadora, alternativa y profética de asumir cristianamente la realidad desde el contexto que vivimos.

Unidos es mejor desde una colaboración estrecha e incluyente

Ciertamente, hay una gran tentación de asumir lógicas unilaterales y aisladas ante la complejidad de lo que estamos viviendo como personas y organizaciones. En efecto, ante las alternativas de huir, resignarnos e imponernos ante los otros, queda la opción de la colaboración: entendida como un movimiento consciente para implicarnos y ofrecer la mente, el corazón y las manos para abordar una solución que no puede ni debe asumirse de manera individual.

En este sentido, desde hace algún tiempo, se ha procurado aglutinar a las organizaciones sociales que hacen vida en Maturín en la Red de Acción Social de la Iglesia (RASI) desde una estrategia común que ha venido incorporando a actores de la Diócesis de Maturín (Pastoral Social), Cáritas Maturín, la AVEC, el Movimiento Juvenil Cristiano Huellas, Fe y Alegría (Oficina Zonal), la Comunidad Jesuita en Maturín y el Centro Gumilla (Coordinación de Formación de Monagas).

Ver la realidad de lo que pasa nos afecta y nos desinstala

Asumir nuestro contexto en Monagas, y concretamente en Maturín, pasa por entender que ya venimos de una emergencia humanitaria compleja donde los más vulnerables han sufrido y seguirán sufriendo como consecuencia de carecer de los elementos mínimos para una vida digna.

En el caso de Monagas, pese a que las últimas cifras indican que sólo se ha tenido (1) caso (según los organismos públicos de salud) ello nos coloca en un contexto organizacional de gran vulnerabilidad operativa y la necesidad de trabajar juntos como obras sociales.

Según los datos que manejan los organismos humanitarios, Monagas cuenta con 1.031.761 habitantes repartidos en 13 municipios y 72 parroquias civiles con índice de vulnerabilidad del 41,6%, lo que la ubica en el puesto 10 de zona prioritaria para las acciones humanitarias (Fuente: OCHA), mostrando niveles preocupantes en el acceso a la educación, la falta de protección social, problemas de nutrición, soberanía alimentaria, así como una crisis severa en términos de agua, saneamiento e higiene. Por otra parte, las recientes limitaciones de transporte, como consecuencia de la falta de gasolina, han complicado más las cosas en los municipios más poblados como es el Caso de Maturín, lo cual evidentemente restringe y afecta la acción de todas las organizaciones sociales de la Iglesia.

Juzgar a partir de criterios válidos para un discernimiento apostólico

Ahora bien, aunque muchas organizaciones no se han detenido a pensar qué es lo que conviene hacer y cómo prepararse ante las contingencias, las organizaciones sociales de la Iglesia están invitadas a leer y discernir en sus fundamentos las claves de actuación más factibles y que hagan justicia a la realidad que se impone.

Hoy, más que nunca, vale la pena comprometerse con lo que plantean los Estatutos de la Red de Acción Social de la Iglesia sobre asumir el trabajo en red como una relación y labor articulada para promover la paz, la convivencia y el desarrollo local. Todo ello desde el horizonte de la Doctrina Social de la Iglesia, que lleve al respeto de la dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiariedad y solidaridad.

Por otra parte, estos criterios deberían complementarse con los protocolos de actuación humanitaria de manera tal que se garantice el cumplimiento de unas normas mínimas para aliviar el sufrimiento, brindar asistencia y protección en razón del derecho que tienen las personas a una vida digna.

Actuar juntos, empezando por lo pequeño y haciéndolo rápido

La situación ha demostrado que la mejor manera de colaborar es sobre la base de asuntos concretos. En este sentido estas organizaciones se han articulado para trabajar en iniciativas como el apoyo de la Campaña Compartir en torno al agua, junto al aporte de algunos gremios profesionales (como los Planificadores del Estado Monagas del Colegio de Ingenieros); la creación de grupos de voluntarios para asistir en la pandemia; así como el acompañamiento pastoral y formativo de los integrantes de las obras y sus colaboradores en espacios de hogar, que han pasado a convertirse en Iglesias Domésticas.

Evidentemente, todo este espíritu de colaboración nos impulsa a vencer miedos, agendas propias y limitaciones para procurar como organizaciones de Iglesia ver lo que pasa, juzgando lo que puede y debe hacerse para actuar unidos de manera integrada, en una alianza social desde los que tienen y pueden; los que saben y los que necesitan. A continuación se comparten algunas experiencias bajo esta lógica y en distintos niveles:

A nivel del trabajo en red: al inicio de la pandemia surgió la necesidad de dotar de tapabocas (EPS) a los equipos en labores de alimentación. Como las organizaciones no tenían para comprarlos, desde una estrategia de responsabilidad social empresarial, organizaciones aliadas recurrieron a empresas privadas para que donaran la tela. Posteriormente, se pidió a costureras pertenecientes a las pequeñas comunidades cristianas que elaboraran los tapabocas con la tela conseguida en las donaciones. Finalmente, gracias al aporte de todas las madres cuidadoras de los colegios de Fe y Alegría y los equipos de Alimentación de Cáritas, se pudo contar con tapabocas que permitieron seguir la labor de alimentar a los más vulnerables.

A nivel de escuelas y educación a distancia: Fe y Alegría ha atendido a 1062 de los 2238 estudiantes de sus dos escuelas en Maturín (Padre Luis Antonio Ormieres en la Murallita y Ángel de la Guarda en Sabana Grande) a nivel educativo y alimentario. Y está generando estrategias con aliados en cada zona para llegar al resto de los niños escolarizados y sus familias, quienes lamentablemente no tienen acceso a tecnologías y comunicaciones, por lo que no han podido ser asistidos.

Complementariamente, IRFA desde la emisora 105.9 FM realiza un trabajo educativo y periodístico para alimentar la programación y llevar adelante los procesos administrativos, informativos y educativos, desde el trabajo en casa de los equipos, tanto radiales como formativos.

Por otra parte, la AVEC Seccional Barcelona Maturín, mantiene informados a los 16 centros educativos en Maturín así como a los afiliados no subvencionados de los lineamientos educativos y administrativos oficiales e institucionales para el aprendizaje en casa, y alimenta a los equipos directivos con cápsulas, subsidios espirituales, lecturas y links para el auto-aprendizaje desde una opción preferencial por la interiorización de la palabra de Dios, la oración, la reflexión y vivencia de los valores del evangelio en familia.

A nivel de acciones de solidaridad y atención de la vulnerabilidad: Cáritas sigue llevando adelante su Programa Vivero (para la atención de niños de 0 a 5 años en riesgo de desnutrición); así como las ollas comunitarias (para personas en condición de vulnerabilidad), ampliando incluso su red de acción en 14 sectores con dos ollas comunitarias por lugar.

Por su parte, a nivel de voluntariado y acompañamiento juvenil, el Movimiento Juvenil Cristiano Huellas, desde la cuaresma y la Semana Mayor, ha acompañado a los jóvenes y ha venido impulsando un proceso de evangelización web para los huellistas y los campistas (durante la Semana Santa), además sigue ofreciendo herramientas para el desarrollo de los itinerarios formativos por las redes sociales; para generar un compartir comunitario y familiar que propicie la convivencia y la interiorización, integrando el uso de las tecnologías y las alianzas naturales con Fe y Alegría.

Finalmente, a nivel de acompañamiento social, el Centro Gumilla en Monagas ha contribuido con acompañamiento, formación y socialización de temas pertinentes en el contexto (info-ciudadanía, manejo de protocolos para abordar la crisis, orientaciones para voluntarios).

La Red de Acción Social de la Iglesia como signo superador de lo que acontece

En cualquier caso, aunque no contemos con todos los recursos, posibilidades y operatividad lo que venimos haciendo ha implicado un proceso de conversión personal y organizacional ante lo que está aconteciendo. Lo cual si se canaliza, se sistematiza y se hace visible, puede servir de un modo superador para inspirar a otros actores en las comunidades, en las organizaciones y en la sociedad.

Todo ello desde una lógica y talante de colaboración más estrecho y fraterno que vaya más allá de lo convencional. No solo trabajar juntos por la evidente familiaridad y afinidad que tenemos por ser obras de la Iglesia, sino ahondar incorporando cada vez a más actores, cuyo principal requisito es una visión compartida sobre el bien común y en conciencia de que trabajar juntos por los más necesitados es mejor que hacerlo individualmente.

Ahora bien, asumir cristianamente lo que sucede en lo personal y en lo organizacional pasa por una vida de recogimiento, reflexión y oración, de manera tal que las palabras sean oportunas y la acción sea efectivamente expresada en clave de servicio y solidaridad. Sumado a ello, hoy más que nunca se requieren mostrar iniciativas que muevan a otros también a actuar, y se puedan vencer dinámicas de desesperanza, miedo e individualismo. Quizá las buenas prácticas sean una luz en el camino para aquellos que buscan alternativas.

Finalmente, consideramos que la coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos nos permitirá ampliar el campo de actuación, no sólo de una coalición de los “nuestros”, sino abrirnos a muchos otros que, al ser vistos con ojos de misericordia, fraternidad y respeto, se sentirán invitados a colaborar bajo la premisa de que todos estamos afrontando las mismas dificultades, necesidades, incertidumbres, pero también los mismos anhelos, las mismas búsquedas, los mismos fines, en razón de mitigar, transformar y reconstruir al país, al Estado y a la ciudad durante y después de la pandemia.

*Responsable Centro Gumilla Monagas y Coordinadora Red de Acción Social de la Iglesia (Capítulo Monagas)

Texto escrito con la colaboración del P.  Manuel Gerónimo Sifuentes (Director Cáritas Maturín) y el Lic. Yolmer Meza (Director Zonal Fe y Alegría Oriente).

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