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¿Se rompe el cerco dominante?

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Nelson Freitez

Después de dos décadas de dominación política, el grupo en el control del poder en Venezuela evidencia un lento resquebrajamiento de sus mecanismos y estrategias de sometimiento y subordinación de la población. La magnitud y cuantía de protestas sociales en la mayor parte de entidades del país durante el primer semestre de este año, protagonizadas por una diversidad de sectores tanto de trabajadores como de vecinos usuarios de servicios o de personas con patologías crónicas, nos habla de una verdadera eclosión de demandas contenidas que ya no pueden ser represadas. Aunque aún se mantienen sin articulación suficiente y proyecto de cambios.

Las múltiples afectaciones de toda la población en sus necesidades vitales están haciendo insoportable su existencia cotidiana. La ya crónica escasez de alimentos y medicamentos compromete y colapsa la vida de cientos de personas diariamente. El severo deterioro de todos los servicios públicos no permite vivir sin emergencias, penurias, ni furias. La falta de dinero efectivo se ha agregado a los estragos de la hiperinflación para pulverizar la capacidad de compra de todos los estratos sociales y convertir en imposible realizar la más elemental de las transacciones. La virtual parálisis del transporte público hace titánica la movilidad de millones de venezolanos. Ante tamañas perturbaciones diarias, unos salarios devaluados de millones de trabajadores, sobre todo del sector público, van dejando al desnudo el creciente empobrecimiento de este amplio segmento de nuestra población.

Ese enorme volumen diario de protestas sociales en los principales centros urbanos del país refleja el malestar generalizado de una población torturada, que no percibe soluciones sino una metástasis que deteriora al máximo los servicios públicos y la somete a una agonía cotidiana. En los últimos meses son precisamente los trabajadores del sector público, particularmente de la salud, servicio eléctrico y telefónico, producción de cemento, educación, de las empresas de Guayana, quienes han manifestado su cuestionamiento al salario que devengan, a la seguridad social que reciben y exigen incrementos salariales equivalentes a los sueldos de la privilegiada oficialidad militar.

Además, durante todo este año, las personas con enfermedades crónicas que requieren con urgencia medicamentos de alto costo, han desplegado un sinfín de movilizaciones para exigirle al Estado el cumplimiento de múltiples promesas cuyo vencimiento se ha traducido en muertes y agravamientos múltiples. Asimismo, jubilados y pensionados alarmados por unas bonificaciones paupérrimas y unas formas de pago inhumanas, se han atrevido periódicamente a cerrar vías y exigir incrementos y pagos completos y eficientes de las mismas. Sin obviar, las ya recurrentes ´trancas´ por agua, gas, comida, electricidad, transporte, de vecinos ya sin paciencia, hastiados de tanto soportar.

En fin, en las últimas semanas la multiplicación de las protestas nos viene indicando que algunas de las poblaciones más afectadas por la emergencia humanitaria (personas con enfermedades crónicas y pensionados), trabajadores del sector público (enfermeras, médicos, asalariados de empresas de servicios) y vecinos de zonas populares, trascendiendo el cúmulo de presiones, amenazas y obstáculos para expresar sus reclamos, descontentos y aspiraciones, se han atrevido a sostener en las calles acciones que, realizadas en este contexto dictatorial que vivimos, nos puede estar indicando el inicio de la fractura de los mecanismos y estrategias de contención y sometimiento político y militar de la población. En especial, se visualizan algunas acciones articuladas desde las mismas bases de trabajadores y vecinos al margen de partidos y altos funcionarios públicos, que pueden prefigurar modalidades autónomas de dirección y acción colectiva.

Pudiera advertirse que la división de la fuerza laboral entre seguidores y opositores al régimen, el temor a ser reprimidos al protestar por derechos, las represalias ofrecidas a trabajadores de instituciones gubernamentales y la amenaza de colectivos armados que como peligrosos esquiroles buscan contener la protesta laboral y vecinal, empieza a ser sorteada por quienes ya no soportan condiciones de vida y trabajo que impiden su salud, alimentación y al final su vida.

Condiciones objetivas se imponen para ir modificando la vida subjetiva de millones de personas, las cuales se van convenciendo que, si no exigen sus derechos en las calles, les espera todavía un mayor deterioro y, hasta la inanición y la muerte. La dura realidad está obligando a luchar por reivindicaciones que rápidamente comienzan a adquirir un carácter político al advertirse que su realización pasa por el desplazamiento pleno de la élite en el poder. Podemos estar en los albores de un proceso en el que los ´cercos´ que la élite en el poder creó para impedir la movilización y articulación de la mayoría de la población, en particular de sectores populares, empiezan a ser enfrentados. Las posibilidades de un paro general como mecanismo articulador nacional de la protesta social y política están a la orden del día.

 

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