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San Alberto y el derecho a una vivienda propia y digna

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Foto archivo WEB

Por Alfredo Infante s.j.

San Alberto Hurtado quedó huérfano de padre a la edad de 4 años, a causa de la violencia delincuencial en las zonas rurales. Este hecho lamentable obligó a su madre a abandonar las tierras y a mudarse a Santiago de Chile, capital del país, donde vivirán sin casa propia, acogida por la tía materna. Esta experiencia marcó su vida e infundió en él una sensibilidad especial con los “sin techos”.

Gran parte de su ministerio lo dedicará a investigar, reflexionar y hacer propuestas de políticas públicas para atender a los “sin techos” porque para él:

“La más imperiosa necesidad de una familia es la de una vivienda adecuada. Esta necesidad es más imperiosa que la del vestido. El hombre necesita un sitio privado donde pueda encontrarse libre, independiente, donde pueda descansar de sus trabajos, donde concentre sus bienes más inmediatos, donde pueda leer y pensar tranquilo, donde pueda amar a los suyos. Llegar a su casa es el ideal de todo hombre de trabajo, y significa tanto como para el barco llegar a puerto después de la tormenta” (P. 66)

San Alberto Hurtado, estudioso de la cuestión social, analiza la situación de la vivienda en los barrios de las grandes ciudades latinoamericanas y concluye:

“el hacinamiento de ranchos improvisados con piso de tierra, techo formado por desechos de latas o fanolitas, y paredes de madera, de caña y hasta de papel: eso no puede llamarse habitación. Cada uno de esos tugurios es un tremendo «Yo acuso» lanzado a la sociedad”

“La mayor parte de nuestro pueblo vive en este tipo de casas o en conventillos, o en un cuarto subarrendado: allí se hacina toda la familia… En la mayor parte de estas poblaciones callampas el piso es de tierra; no tienen luz eléctrica, debiendo alumbrarse con velas”, pero “Más grave aún que el problema de los que tienen mala vivienda es el de los que no tienen ninguna vivienda”.

Y, concluye su diagnóstico apuntando que este hecho no sólo es un desafío social, sino fundamentalmente para la moral cristiana que exige una respuesta urgente para los creyentes porque:

“la vivienda popular es, pues, deficiente en número, antihigiénica, antifamiliar, inmoral y, por tanto, anticristiana”.

Una sociedad que se dice cristiana debe acompañar los anhelos más hondos del corazón humano y, “el anhelo más íntimo de todo hombre y toda mujer que quieren formar una familia es el de contar con su casa propia. ¡Cuántos sacrificios por lograrlo, quitándose a veces el pedazo de pan de la boca para pagar la cuota del terreno!”

Y no se trata de un favor, es una cuestión de derecho humano:

“El derecho de poseer los bienes necesarios para la subsistencia es natural al hombre; entre estos bienes la habitación es la más urgente, el más premioso: de ahí que la sociedad deba facilitar al trabajador la realización de esta su aspiración fundamental”

Pero San Alberto Hurtado no se quedó sólo en el diagnóstico del problema y en el diseño de la propuesta, sino que puso manos a la obra, y se dedicó a organizar a los pobres sin techos para mejorar sus condiciones de vida porque, siguiendo el legado de San Ignacio de Loyola: “el amor se ha de poner más en las obras que en las palabras”. Amor como praxis.

«Sagrado Corazón de Jesús en vos confío»

Reflexión: Hago memoria ¿Qué significa para mí tener casa? ¿He vivido la experiencia de no tener techo?  ¿Es actual el pensamiento de San Alberto Hurtado? ¿Por qué el problema de la vivienda es un asunto de fe?


Referencia:

Moral Social. Obra póstuma de San Alberto Hurtado sj.  Escritos inéditos del Padre Hurtado.sj.  Ediciones Universidad Católica de Chile. Mayo 2006 (66-69)

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