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Edificio Centro Valores, local 2, Esquina de la Luneta, Caracas, Venezuela.
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Ismael Pérez Vigil

Al momento de escribir esta nota la oposición a la dictadura lleva 70 días, en múltiples ciudades y pueblos del país y en algunas zonas rurales, protestando enfrentando a la GNB, la PNB y a grupos paramilitares armados por el Gobierno, que actúan con total impunidad. Más de 70 muertos, miles de heridos y cientos de detenidos sometidos a procesos judiciales irregulares o simplemente detenidos sin formulación de cargos es el balance trágico de esta situación.

Por los resultados es claro concluir que se trata obviamente de una lucha desigual; paradójicamente la tan temida por el régimen “guerra asimétrica”, que el Gobierno ha cacareado por años, solo que es él quien dispone de la parte mejor armada de la misma –en fuego y poder– y la masiva población civil y desarmada, la peor.

Pero el trágico y luctuoso resultado no es el único. Un resultado en sí mismo es que a pesar de la brutal y desproporcionada represión, las campañas de intimidación, persecución y amedrentamiento, los ciudadanos no ceden en su empeño de salir a manifestar, no cesan de denunciar los atropellos del Gobierno, no ceden, no claudican en su derecho de reclamar lo fundamental de todas las peticiones: el derecho de tener democracia, que se respete la constitución y vivir en libertad.

Día y noche, las protestas y manifestaciones se suceden. Multitudinarias concentraciones, manifestaciones y marchas durante el día y cada día en múltiples ciudades y poblados, que usualmente terminan en cruda represión y refriegas, en donde suelen participar muchos ciudadanos y los más jóvenes opositores, los llamados “guerreros”, entre los cuales suelen estar las victimas asesinadas. Y durante la noche, hasta la madrugada, barricadas y cacerolazos, igualmente reprimidas de forma brutal, pero en zonas mucho más céntricas y populares de las principales ciudades del país. Por ejemplo en Caracas y sus zonas aledañas: en Guarenas, San Antonio, Los Teques, Santa Fe, Baruta, Altamira, Chacao, El Valle, Coche, La Urbina, Petare, Mamera, San Bernardino, La Candelaria, San José, Panteón, San Juan, El Paraíso, Cota 905, Montalbán, La Vega, San Martin, Caricuao, sectores del 23 de Enero y otras que escapan a mi memoria, pues la idea no es hacer un recuento exhaustivo, sino destacar que desde hace mucho tiempo la protesta, al menos en Caracas, dejó de ser un problema del Este de la Ciudad y ya está bien asentada en el Oeste, Sur Oeste y Centro de la Capital, muy cerca de Miraflores, lo que sin duda debe tener muy preocupado al Gobierno.

La idea es aportar elementos a la reflexión y el primero es constatar el hecho de que, a pesar de la represión, de los muertos, del temor al uso desmedido de la violencia por parte del Gobierno y sus seguidores, el ánimo de la gente luce incólume, inquebrantable y la rabia e indignación in crescendo. Pero ese no es el único elemento sobre el cual reflexionar. Hay dos conceptos o elementos sobre los cuales vale la pena detenerse: Resistencia y Presión, que se han vuelto claves en lo que está ocurriendo. Empecemos con la “resistencia” y reflexionemos sobre ella en el resto de este escrito.

Resistir no es únicamente lo que ocurre usualmente al final de las manifestaciones y marchas y que se prolonga por varias horas, en el combate desigual que se libra entre manifestantes “armados” solo de escudos, cascos, piedras y alguna molotov, contra escuadrones de GNB, y PNB –protegidos con equipamiento militar– y eventualmente motorizados paramilitares, apoyados además con tanquetas, ballenas, bombas lacrimógenas, gas pimienta, escopetas de perdigones, cohetones, helicópteros de apoyo y –como hemos visto en algunas manifestaciones y en los techos de algunos edificios públicos– vigilancia de francotiradores y armas de fuego .

Resistir es también tratar en la medida de lo posible de llevar una vida “normal”; tratando de trabajar y proveerse para subsistir en ciudades con las calles trancadas por el Gobierno, sin medios de transporte, con alcabalas y eventuales barricadas de manifestantes.

Resistencia, y heroica, es la de los que a duras penas y con muchos sacrificios logran conseguir comida, escasa y cara –pues esto no ha mejorado ni un ápice, ha empeorado– para mantener a sus familias, para que sus integrantes puedan salir a protestar y manifestar. Resistencia es tratar de hacer esa vida “normal” en ciudades con pésimos servicios públicos: con cortes de luz y agua, sin gas para cocinar alimentos, sin asistencia médica ni seguridad, etc.

Resistencia es también la de los que se han organizado para asistir y ayudar a los que resultan heridos y lesionados en las refriegas, los cascos verdes y azules, los que llevan a hospitales y sobre todo clínicas privadas a los heridos, para que los atiendan, donde son tratados sin costo y sus doctores los cuidan y protegen más allá de lo que demanda su deber profesional y los ciudadanos se desvelan por conseguir medicinas para curarlos o atender su convalecencia, en un país que muere de mengua sin medicinas, sin hospitales, con clínicas colapsadas y sin equipos de rayos x, resonancia, etc.

Es también resistencia la actividad de los que asisten legalmente, día y noche, siete días a la semana, para sacar de la cárcel a los manifestantes encarcelados injustificadamente y a quienes se les violan todos sus derechos.

Es también resistencia la de los que denuncian sin cesar los atropellos, los que graban y fotografían todo lo que ocurre, desde sus automóviles, en la calle, desde las ventanas de sus casas y oficinas, a riesgo de su integridad personal y física y a quienes nadie les repone sus equipos de teléfonos y cámaras que la GNB/PNB les destruye o roba y peor aún, a los que les incendian apartamentos con bombas lacrimógenas y cohetones, o les destruyen sus vehículos en los estacionamientos.

Resistencia es la de los que ayudan y protegen a manifestantes cuando los cuerpos represores los persiguen y terminan contemplando como las hordas de delincuentes arrasan y saquean sus locales, impunemente y a la vista de la “autoridades” o a los que los cuerpos de “seguridad” les allanan sus oficinas y negocios, sin orden judicial, persiguiendo manifestantes a los que brindaron protección.

Resistencia es lo que hacen los venezolanos de la diáspora, en todos los rincones del mundo, recogiendo y enviando dinero, comida y medicinas a sus familiares y amigos en Venezuela para que estos puedan sobrevivir; que participan de todas las actividades y manifestaciones de apoyo a la protesta de Venezuela; que constantemente están pendientes de las actividades propagandísticas del régimen para asistir y denunciar lo que ocurre en el país; los que aprovechan sus posiciones en empresas, medios de comunicación, universidades, o en el mundo profesional de la academia y la medicina para informar en conferencias, charlas, congresos, etc. sobre la situación del país y denunciar los atropellos de la dictadura.

Resistencia es la actividad desplegada por la Asamblea Nacional, frente a los otros poderes del estado, legislando, investigando, pasando leyes que son desconocidas y rechazadas, realizando su tarea legislativa sin presupuesto y sin que sus diputados reciban ninguna remuneración. Resistencia es la tarea desplegada también por los partidos políticos de oposición, que, sin mayores recursos, ni acceso a medios de comunicación para divulgar sus ideas y posiciones, les toca enfrentar los desmanes y ataques de la dictadura y muchas veces la incomprensión y criticas injustificadas desde las propias filas opositoras.

Resistencia, en síntesis, es la que tiene todo un país, que, sin alimentos suficientes y caros, sin medicinas, sin servicios públicos, sin seguridad social y personal, contempla como el régimen regala dólares a bancos extranjeros o importa material para reprimir manifestaciones, en lugar de dedicar esos recursos a satisfacer las necesidades de alimentos y medicinas del país.

Y pudiéramos hacer una lista interminable de tareas y actividades desplegadas por ciudadanos, partidos, empresarios de la ciudad y el campo, profesores, estudiantes, congregaciones religiosas, gremios, deportistas de alta competencia en el exterior, etc. pero no es la idea; la idea es detenernos a reflexionar que hay un conjunto de actividades que conforman la resistencia de un país, que no es solo esa importante batalla, en las calles, confrontado sin armas a la GNB/PNB y los grupos armados del régimen, sino también todo ese conjunto de actividades más silenciosas, calladas, cotidianas, que despliegan los ciudadanos para restituir el estado de derecho y la democracia.

Que la oposición masivamente se mantenga en las calles manifestando y los muchachos batiéndose con las fuerzas represoras del Gobierno en las manifestaciones, tras las barricadas, es posible gracias a esa “resistencia”, menos glamorosa y que no sale en los noticieros internacionales y no es fácil expresarla en una foto o en un video que “ruede” viralmente por las redes sociales.

Algunos ven en estos actos verdaderas demostraciones de “desobediencia civil”, aquella de la que hablaba Thoreau y que sin duda practicaron, entre otros, Luter King o Gandhi. Conservando las distancias con estos símbolos de las luchas por los derechos humanos, no cabe duda que el comportamiento –casi heroico de los manifestantes venezolanos– de enfrentar inermes a un poder de fuego y de represión infinitamente superior, podría ser comparado con el de esos héroes de los derechos civiles pues la resistencia en Venezuela ha roto paradigmas y está dando ejemplo al mundo en lucha cívica y ciudadana.

No cabe duda que en algún momento esta “resistencia” pasará a una fase superior de lucha, aquella de la que hablaba San Agustín, que se resume en que ningún hombre justo obedece una ley injusta, pues una ley injusta no es ley, y que sí podría considerarse entonces un acto de “desobediencia civil”, con todas sus consecuencias, sobre todo si el régimen persiste en imponer mediante una minoría, una constituyente y una constitución que afectarán y cambiarán la vida y el contrato social a toda una nación en detrimento de su futuro, libertades y derechos.

Que la resistencia alcance otros niveles de lucha dependerá de ese otro vocablo, concepto y acción: la presión, de la cual nos ocuparemos la próxima semana.

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