Por Luis Ugalde, sj
La educación está destrozada en todos sus niveles y el Nuevo Gobierno debe hacer de la educación el alma del renacer de la nueva Venezuela.
Tenemos que ser muy realistas sobre el actual ánimo decaído de los Actores de la educación y las claves para su cambio. Con los actores apagados, de nada sirve señalar tareas y planes necesarios, los actores tienen prioridad estratégica.
En la escuela los actores fundamentales son los educandos y los educadores, pero para que la escuela renazca y se transforme la educación nacional, la Familia, el Estado, la Sociedad Civil, la Empresa y el Gobierno son básicos. La sociedad entera debe saber y defender que no es posible la recuperación de Venezuela sin el renacer de la escuela y de que ésta requiere un renovado apoyo educativo (no solo económico) de toda la sociedad.
Como después de una guerra devastadora, la movilización de conciencias y de recursos ha de ser general y la nueva conciencia y el voluntariado son tan importantes o más que los recursos económicos escasos. El nuevo Presidente tiene que ser el primer educador con su ejemplo en ciudadanía y ética.
Educadores y educandos. Actualmente entre las educadoras/es prevalece un estado de ánimo de víctimas maltratadas, carentes de estímulos para esforzarse en mejorar la escuela y buscando oportunidades de vida fuera del país o en alguna otra actividad; actitud comprensible, pues realmente los educadores están maltratados y la escuela abandonada. Algo similar se puede decir de los niños y de los jóvenes carentes de comida y de otros apoyos escolares, con dificultades de transporte y obligados a buscar ingresos para la sobrevivencia de la familia.
La Sociedad Educadora y la Emergencia. Es Venezuela entera la que necesita resurgir transformando su capacidad educadora. Lejos de los viejos (y más recientes) enfrentamientos entre quienes atribuían a la familia la central responsabilidad educadora y quienes exigían la exclusiva para el “Estado docente”, ahora hay que elevar al máximo la sinergia educativa de la familia, el Estado, y la sociedad entera, reforzándose mutuamente en la producción de calidad educativa para que la sociedad se vuelva exitosa.
Las empresas para resurgir necesitan una educación muy superior a la que tenemos en esta Venezuela en ruinas. Como nunca antes debemos hacernos conscientes de la enorme influencia y potencialidad de los medios de comunicación social (tradicionales y virtuales) tan influyentes en la modelación y educación de los niños y de la juventud. En millones de venezolanos hay que elevar al máximo posible los valores espirituales y ciudadanos, como el reconocimiento del otro y la solidaridad, deseando para los demás el bien que queremos para nosotros mismos.
Así mismo hay que cambiar radicalmente la deformación de pensar que la “riqueza” de Venezuela está en la minería y en los recursos naturales y no en las personas, en su preparación profesional con saberes instrumentales para producir y agregar valor con todo lo que hacemos. Es indispensable propiciar un reencuentro entre el sistema educativo y la empresa productiva, pues el desencuentro entre ambas lleva a que la empresa no sea mundialmente competitiva a causa del bajo nivel de todo su personal.
Estamos en emergencia y no debemos caer en la ilusión de que se puede salir de ella de inmediato, con solo cambiar de gobierno. Dentro de nosotros está nuestra riqueza y también nuestra miseria. Me atrevo a decir que junto a actividades industriales y agrícolas que trabajan al 20% de su capacidad instalada, la capacidad educativa de la sociedad venezolana está activada por debajo del 10%. La capacidad educadora interior (valores y creatividad), hoy tan subutilizada o incluso pervertida en millones de venezolanos, ha de ser el motor del cambio de ánimo y la elevación productora ciudadana.
La pedagogía del nuevo gobierno tiene que activar y estimular el espíritu de un pueblo que se levanta de la actual postración y se pone en pie de marcha, creando un nuevo y contagioso clima educativo, democrático y ciudadano. Que todos sintamos esta tarea pública como responsabilidad de cada uno y que ningún sector exija exclusividad educativa, ni se sienta excluido.
Dicho eso concentrémonos en la escuela. En los orígenes del Pedagógico y del Magisterio, (y de múltiples asociaciones educativas como la AVEC, ANDIEP…) el espíritu pionero animó todas las iniciativas gremiales con el propósito de que en Venezuela no hubiera ni pueblo, ni niño, sin escuela buena.
Hoy por el contrario el maestro se siente maltratado, empujado a abandonar la escuela, o a trabajar a desgana y a media máquina. Con este maltrato social y desaliento, faltan decenas de miles de jóvenes vocaciones educadoras que necesitamos, bien preparados, valorados y con ánimo y audacia creativa.
Para educadores, ayer indoctrinados con el “socialismo del siglo XX” y hoy desengañados, se han de organizar encuentros de reanimación democrática, de manera que todos nos sintamos llamados y protagonistas del renacer democrático.
Jubilados y voluntarios. Cada escuela requiere respuestas audaces, heterodoxas, irreverentes y creativas, sin esperar todo del Ministerio. Los jubilados tienen mucho de lo que hace falta, pero la ley les prohíbe volver, aun cuando tengan la excelente edad y sabiduría de 50 o 60 años. Es importante mover y organizar no menos de 200.000 estudiantes universitarios voluntarios, comprometidos, y organizados, para el refuerzo escolar en primaria y en secundaria, desarrollando así en ellos y en los niños capacidades y extraordinarios valores.
Rescate escolar de los docentes y de los alumnos. Desde el primer momento tiene que estar cuantificado y previsto el modo de recuperar el transporte para docentes y alumnos y el salario de los docentes, su seguridad social, los estímulos a su productividad escolar y creatividad y el transporte para docentes y alumnos.
Así mismo la alimentación escolar empezando por los más pequeños y necesitados ha de estar cuantificada y con la logística apropiada desde el día en que amanezca la democracia. Los niños y jóvenes tienen que recuperar el gusto por el aprendizaje y la escuela y en ésta se tiene que producir la sinergia virtuosa y multiplicadora del Estado, de la acción gubernamental, de las familias y de los educadores. Todo ello con una gran flexibilidad curricular para salvar lo esencial.